1 de abril de 2017

Saber Quién es Cristo

Sábado IV de Cuaresma
Jn 7,40-53

En aquel tiempo, muchos entre la gente, que habían escuchado a Jesús, decían: ‘Éste es verdaderamente el profeta’. Otros decían: ‘Éste es el Cristo‘. Pero otros replicaban: ‘¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?’. 

Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de Él. Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Estos les dijeron: ‘¿Por qué no le habéis traído?’. Respondieron los guardias: ‘Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre’. Los fariseos les respondieron: ‘¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en Él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos’. 

Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente donde Jesús: ‘¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?’. Ellos le respondieron: ‘¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta’. Y se volvieron cada uno a su casa.

COMENTARIO

Muchos de los que perseguían a Jesús querían saber. En realidad, ellos querían perseguirlo y nada de lo que hiciera o que dijera les podría convencer de otra cosa que no fuera, eso, perseguirlo.

Muchos de los sacerdotes y fariseos habían enviado a sus guardias a apresar a Jesús pero ellos se habían dado cuenta de la forma que tenía de enseñar y de que lo hacía con autoridad. Por eso no lo habían detenido.

Ellos, al parecer, no tenían muy claro dónde había nacido Jesús. Y es que si hubiera sabido que había venido al mundo en Belén, la ciudad en la que iba a hacer el Mesías según los Sagradas Escrituras, hubieran actuado de una forma muy distinta.

JESÚS, ayúdanos a comprenderte.


Eleuterio Fernández Guzmán

31 de marzo de 2017

Cristo viene enviado por Dios

Viernes IV de Cuaresma
Jn 7,1-2.10.14.25-30


En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: ‘¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es’. Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: ‘Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado’. Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

COMENTARIO

Conforme se acerca el momento en el que los que perseguían a Jesús se hagan con el poder de matarlo, no son pocos momentos en los que el Hijo de Dios está en boca de todos. Y el caso de hoy es síntoma y expresión de que algo estaba pasando.

Había muchos que sabía, ya se sabía, que los más poderosos querían matar a Jesucristo. Era, digamos, un secreto a voces y eso posibilitaría al Hijo de Dios hablarles de lo de siempre: Él era, en todo caso, el enviado de Dios.

El final de este evangelio es bueno para conocer que todo, al fin y al cabo, estaba escrito. Y es que dice que aún no había llegado la hora en la que sería detenido, juzgado ilegítimamente y, por fin, condenado a muerte. Por ahora sólo le correspondía darse cuenta de que había muchos que lo querían más que mal.


JESÚS, ayúdanos a reconocerte como el Enviado de Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán

30 de marzo de 2017

Saber quién es Cristo

Jn 5, 31-33.36-47


“’Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado. ‘Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿Cómo vais a creer en mis palabras?’”.


COMENTARIO

Digamos que, en esta conversación que mantiene Jesús con algunos de los de su tiempo, llama la atención sobre algo muy importante que muchas veces no lo tenían en cuenta. Él es el enviado de Dios.

Ellos debían saber que era el Enviado de Dios y que dijera lo que dijera lo hacía porque era la voluntad del Todopoderoso la que debía imperar. Pero no sería siquiera Él quien le echaría en cara sus malas artes.

El caso es que es el propio Moisés quien iba a acusar a los que eran miembros del pueblo elegido por Dios. Por eso debían tener en cuenta lo que aquel profeta dijo porque de no hacerlo no alcanzarán la vida eterna.

JESÚS,  ayúdanos a creer en Ti.



Eleuterio Fernández Guzmán


29 de marzo de 2017

Porque Cristo es Dios



Miércoles IV de Cuaresma
Jn 5,17-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo’ Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. 

Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: ‘En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. 

‘En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado’”.

  
COMENTARIO

Jesucristo dice, con toda claridad, que hace lo que Quien lo ha enviado dice que haga. Por eso no puede pararse ante las asechanzas de aquellos que le persiguen porque supondría venirse atrás en la misión que tenía encomendada.

Jesús ha de dialogar con aquellos que lo quieren mal y que quieren verle muerto. Lo hace no porque crea que ellos, así, se van a convencer de lo que dice sino porque quiere que se convenzan.

Pero lo más importante es lo que dice el Hijo de Dios al final de este diálogo: llegará un día en el que el Hijo del hombre juzgará a todo aquel que haya vivido en el mundo. Así, quien haya hecho bien alcanzará la vida eterna y quien haya hecho el mal alcanzará la muerte, también, eterna.


JESÚS,  ayúdanos a no incumplir la Ley de Dios.




Eleuterio Fernández Guzmán


28 de marzo de 2017

Aprender a ser misericordiosos


Martes IV de Cuaresma
Jn 5,1-3.5-16

Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: ‘¿Quieres curarte?’. Le respondió el enfermo: ‘Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo’. Jesús le dice: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’. Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. 
Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: ‘Es sábado y no te está permitido llevar la camilla’. Él le respondió: ‘El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’’. Ellos le preguntaron: ‘¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’’. Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: ‘Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor’. El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

COMENTARIO

Ciertamente, aquellos judíos tenían mucha confianza en el hecho de que, entrando en el agua de aquella piscina iban a quedar curados de sus males. Pero aquel hombre, paralítico, no tenía ayuda de nadie lo cual, por otra parte, mostraba en talante poco misericordiosos de sus vecinos.

Jesús, sin embargo, sabe que el amor es más importante que lo que establezcan ciertas y determinadas equivocadas normas. Por eso cura a aquel paralítico. No le importa lo más mínimo cierto tipo de convenciones sociales.

Aquello que hace Jesús lo lleva a cabo en sábado. Por eso sus perseguidores lo único que hacen es ir acumulando odio hacia su persona buscando el momento apropiado para entregarlo.

JESÚS,  ayúdanos a ser misericordiosos.




Eleuterio Fernández Guzmán

27 de marzo de 2017

Confiar en Cristo

Jn 4, 43-54

“Pasados los dos días, partió de allí para Galilea. Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: ‘Si no veis señales y prodigios, no creéis.’ Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo.’ Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive.’ Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor.
Ellos le dijeron: ‘Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.’ El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: ‘Tu hijo vive’’ y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.’”

COMENTARIO

Si hay que Cristo tiene muy en cuenta es la confianza que se tiene en su persona o, por decirlo de otra forma, la fe que se manifiesta en el Enviado de Dios. Por eso cura a muchos necesitados como, por ejemplo, ciegos y leprosos.

Aquel hombre no pedía para sí. No. Lo hacía porque su hijo debía estar en las últimas e iba a morir pronto. Y confía en aquel Maestro del que había oído hablar mucho. Pone en Él su única y última esperanza.

Y Jesucristo, como tiene el corazón bueno, aunque conoce la falta de creencia de muchos de sus contemporáneos, no duda en curar, a distancia, al hijo de aquel hombre que puso su confianza en el Enviado de Dios.

JESÚS,  ayúdanos a confiar siempre en Ti.

Eleuterio Fernández Guzmán


26 de marzo de 2017

Domingo, 26 de marzo de 2017 - Creer


Jn 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38

“Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento.

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: ‘Vete, lávate en la piscina de Siloé’ (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.   Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: ‘¿No es éste el que se sentaba para mendigar?’  Unos decían: ‘Es él’. ‘No, decían otros, sino que es uno que se le parece.’ Pero él decía: ‘Soy yo.’

Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: ‘Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.’  Algunos fariseos decían: ‘Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.’ Otros decían: ‘Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?’ Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: ‘¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?’ El respondió: ‘Que es un profeta.’

Ellos le respondieron: ‘Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?’ Y le echaron fuera. Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: ‘¿Tú crees en el Hijo del hombre?’ El respondió: ‘¿Y quién es, Señor, para que crea en él?’ Jesús le dijo: ‘Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.’   El entonces dijo: ‘Creo, Señor.’ Y se postró ante él.”

COMENTARIO

A Jesús le podían las dificultades que tenían determinadas personas que, sin culpa alguna, eran separadas de la sociedad por estar enfermas. Y la ceguera era una de las enfermedades que más daño hacían al ser humano (y no sólo por no ver).

El Hijo de Dios sabe que aquel ciego necesita su ayuda. Sabe, también que aquel día es sábado y que no puede hacer según qué tipo de cosas. Pero su amor puede más que las formas y cura al ciego.

Los que persiguen a Jesús saben, creen saber, que hace lo que no debe hacer quien cura en sábado. Por eso procuran que el ciego les diga que ha sido Jesús quien lo ha curado. Pero aquel hombre sabe que el bien hecho es muy importante y cree que aquel hombre es el Mesías. Lo cree por lo visto… pero lo cree.


JESÚS, ayúdanos a poner en nuestra vida el amor por encima de todas las cosas.



Eleuterio Fernández Guzmán