4 de julio de 2017




Martes XIII del tiempo ordinario
Mt 8,23-27

En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!’. Díceles: ‘¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?’. ‘Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: ‘¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?’”.

COMENTARIO

Bien podemos pensar y creer que Jesucristo y sus discípulos más allegados, los Apóstoles, pasaron por multitud de situaciones que probaron la fe de los segundos. Y tampoco podemos negar que, en muchas ocasiones, no lo hicieron muy bien.

Aquellos hombres estaban asustados. Viendo cómo las aguas se agitaban más de la cuenta podrían verse muertos o algo por el estilo. ¿A quién recurrir entonces? Seguramente pensaron que a nadie mejor que a su Maestro.

Jesús sabe que ellos no pueden enfrentarse a según qué cosas. También conoce más que bien su poca fe. Por eso les llama, precisamente y no por casualidad, hombres de poca fe. Y ellos tampoco nos extraña que quedasen con el corazón lleno de sorpresa ante lo que había acabado de hacer su Maestro.


JESÚS,  ayúdanos a tener fe.



Eleuterio Fernández Guzmán

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