20 de marzo de 2017

El Amor de Dios es para todos sus hijos



Lunes III de Cuaresma
Lc 4,24-30


"En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de Nazaret: ‘En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio’.

Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó.”

COMENTARIO

Que había muchos que, en tiempos de Cristo, creían que sólo el pueblo judío se iba a salvar de la defenestración del mundo. Por tanto, ni se les pasaba por la cabeza que las personas de otro pueblo pudiesen recibir el parabién de Dios.

Pero Jesucristo, el Hijo del Padre Todopoderoso, sabía que, ya en otros tiempos había muchos que, aún no siendo miembros del pueblo judío, habían recibido el favor del Creador. Dios era un Dios de todos y no sólo de unos pocos.

Decir eso supuso mucho para muchos. No extraña, para nada, que quisiesen despeñarlo aunque bien sabía Jesucristo que nada podían hacer contra Él que no quisiera soportar.


JESÚS, ayúdanos a tener fe en el Amor inmenso del Padre.


Eleuterio Fernández Guzmán

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