10 de febrero de 2017

Todo lo hizo bien


Viernes V del tiempo ordinario

Mc 7,31-37

“En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: ‘Effatá’, que quiere decir: ‘¡Ábrete!’. 

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: ‘Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos’”.

COMENTARIO

Es bien cierto que en tiempos de Jesucristo había muchas personas que padecían enfermedades que eran incurables o que tenían una curación muy costosa si hablamos de dinero. Y no todos podían costearse tal mejora física.

Aquel hombre necesitaba verdaderamente la curación. Estaba sordo y casi mudo. No podemos decir que viviera en el mejor de los mundos. Por eso necesitaba que Alguien con el poder de Dios le echase una mano.

Jesús lo cura. Y es que sus conocidos le piden que le ayude y Cristo no puede resistirse a la petición de quien pide no para sí sino para otro. Y la confianza en su persona también juega y papel importante. Por eso no extraña nada que dijeran que todo lo había hecho bien.


JESÚS,  ayúdanos a confiar en ti como aquellos amigos del sordo.



Eleuterio Fernández Guzmán

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