29 de octubre de 2016

Saber quiénes somos

Sábado XXX del tiempo ordinario
Lc 14,1.7-11

Un sábado, sucedió que, habiendo ido Jesús a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: ‘Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado’”.

COMENTARIO

Cuando Jesús era invitado a comer a casa de uno de los poderosos de su tiempo, muchos había que querían escuchar lo que decía aquel Maestro que, según decían muchos, enseñaba con autoridad.

No podemos descartar que el fariseo invitara a Jesús para tener en su mesa a un Maestro muy conocido. El caso es que aquella ocasión le iba a servir al Hijo de Dios para enseñar, para que se aprendiera, en qué lugar debemos situarnos para prosperar, por así decirlo, en la vida espiritual.

Jesús nos dice que no debemos querer ser los primeros. Al contrario es la verdad: debemos querer siempre estar en los últimos lugares del mundo. Ser humilde, en este caso, es fundamental. Así, Dios premiará nuestra forma de ser y actuar.


JESÚS, ayúdanos a ser humildes.



Eleuterio Fernández Guzmán

28 de octubre de 2016

Y los escogió


Lc 6,12-19

En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. 

Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.”

COMENTARIO

Resulta síntoma de gran confianza en Dios pedirle, mediante la oración, se nos conceda lo que creemos importante. Y eso es lo que hace Cristo siempre. Ora a Dios, ahora, para saber a qué personas debe escoger para que continúen con su labor apostólica y evangelizadora.

Escoge a doce. Es fácil deducir que no era personas muy ilustradas ni que tuvieran grandes conocimientos teológicos. Pero, por lo que de ellas conocemos, sí eran personas preparadas para cambiar el corazón de piedra a uno de carne. Y por eso los escoge el Hijo de Dios.

No podemos decir que tarde mucho Jesús en empezar a enseñarles. Nada más los ha elegido, al acudir al llano, mucha gente (que ya conoce al hijo de María y de José) quiere su ayuda. Y Jesucristo, que los ama con todo su corazón, los cura. Así enseña a sus apóstoles lo que es la misericordia de Dios.


JESUCRISTO, ayúdanos a ser misericordiosos como lo eres Tú.


Eleuterio Fernández Guzmán



27 de octubre de 2016

Cristo no se arredra ante el Mal


Jueves XXX del tiempo ordinario
Lc 13,31-35

En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: ‘Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte’. Y Él les dijo: ‘Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’.

‘¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!’”.

COMENTARIO

Jesús, podemos decirlo porque es más que conocido, no era querido por todos sus contemporáneos. Es decir, muchos de los poderosos de su tiempo y de Israel querían verlo muerto porque lo que anunciaba al mundo no era de su egoísta gusto.

Otros, sin embargo, que sí lo querían o creían entender lo que decía, avisan al Maestro de lo que le espera. Pero el Hijo de Dios está al cabo de la calle de eso. No piensa echarse atrás en el cumplimiento de una misión que le encomendó Dios mismo.

Jesucristo, que sabía la muerte que iba a tener, había procurado que el pueblo elegido por el Todopoderoso fuera por el buen camino. Sin embargo, no muchos lo habían seguido y la gran mayoría había preferido el mundo a Dios.


JESUCRISTO, ayúdanos a seguirte, a seguir a Dios mismo.



Eleuterio Fernández Guzmán

26 de octubre de 2016

Ser últimos o primeros


Miércoles XXX del tiempo ordinario
Lc 13,22-30

“En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: ‘Señor, ¿son pocos los que se salvan?’. El les dijo: ‘Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’, y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos’”.

COMENTARIO

El tema de salvación eterna, de vivir para siempre con Dios, era, digamos, el principal en el corazón de todo miembro del pueblo judío que sabía de la existencia del Todopoderoso y no podía anhelar otra cosa que estar siempre, siempre, siempre, junto al Padre.

Jesús advierte que para alcanzar la vida eterna hay que tener en cuenta que no es fácil sino que requiere, como bien dice, entrar por la puerta estrecha, por la del sacrificio, de la mortificación, de la entrega a las necesidades del necesitado.

Además pone en primer término algo fundamental: muchos que se creen los primeros pero que, en realidad, no cumplen con la voluntad de Dios, serán los últimos en el Cielo y otros, que se creen los últimos pero sí cumplen con la voluntad del Padre… serán los primeros en la vida eterna.


JESÚS, ayúdanos a saber ser aquí últimos.



Eleuterio Fernández Guzmán

25 de octubre de 2016

Lo pequeño que es grande


Martes XXX del tiempo Ordinario
Lc 13,18-21
“En aquel tiempo, Jesús decía: ‘¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: ‘¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.’”

COMENTARIO

Cuando el Hijo de Dios da ejemplos los da para que se conozca lo profunda que puede llegar a ser la fe partiendo de lo simple.  Y es que era la mejor forma, seguramente la única, de que fuese entendido quien había venido a hacer, precisamente, eso.

Ahora Jesucristo habla de la fe, de lo que supone el Reino de Dios para los hijos del Todopoderoso. Y es que no hay nada mejor que tratar de dar a entender las cosas de la espiritualidad de los hijos de Dios sabiendo que las cosas no tienen que ser grandilocuentes.

El Reino de Dios, o lo que es lo mismo, Dios mismo, es pequeño en el sentido de que, en cuanto fe, entra en el corazón de sus hijos de forma que, si allí queda y fructifica, da gran fruto en el mismo.


JESÚS, ayúdanos a comprender la sencillez profunda de la fe




Eleuterio Fernández Guzmán

24 de octubre de 2016

El dueño del sábado




 Lunes XXX del tiempo ordinario
Lc 13,10-17

En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: ‘Mujer, quedas libre de tu enfermedad’. Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. 

Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: ‘Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado’. Le replicó el Señor: ‘¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?’. Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.”

COMENTARIO

Jesucristo, durante el tiempo que llamamos “vida pública” tuvo que tenérselas con muchos que se decían fieles cumplidores de la Ley de Dios. Sin embargo, era bien evidente que no habían acabado de cumplir lo que decían cumplir.

Hacer algo prohibido en sábado era algo más que mal visto. Es más, suponía una crítica algo más que peligrosa para quien incurriera en eso. Por eso los que ven que es capaz de curar en sábado a una enferma creen que ha hecho las cosas muy mal. 

Sin embargo, Cristo sabe que no sin así las verdades de Dios. Y es que su Padre, el Creador y Todopoderoso prefiere el comportamiento misericordioso aunque eso suponga crítica a quien lo lleve a cabo. Por eso muchos otros se alegraban de lo que hacía.


JESÚS, ayúdanos a ser misericordiosos.



Eleuterio Fernández Guzmán

23 de octubre de 2016

Saber lo que somos



Lc 18, 9-14

“Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: ‘Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.’

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’ Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.’”

COMENTARIO

Cualquiera, en tiempos de Cristo, sabía quién era y qué significaba ser fariseo y qué era y qué significaba ser publicano: el primero se le tenía por bueno y al segundo por pecador. Por eso los miraban de una forma muy distinta.

Aquel hombre, el fariseo, al igual que nos puede pasar a nosotros, se creía bueno. Es decir, se veía con un ojos demasiado positivos y no se daba cuenta de que estaba cometiendo un error demasiado grande. No volvería a su casa justificado, perdonado.

Por otra parte, el publicano, considerado pecador, se consideraba verdadero pecador. A lo mejor creía que lo era, precisamente, porque cobraba impuesto pero es más posible que así lo considerara porque se creía pecador en el verdadero sentido de la expresión. Aquel, que supo ser franco con Dios, volvió a su casa justificado, perdonado. 

JESÚS,  ayúdanos a ser como el publicano y a reconocer nuestro pecado.



Eleuterio Fernández Guzmán