6 de agosto de 2016

Cristo se transfigura para hacernos entender

Lc 9,28-36

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. 
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: ‘Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’, sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: ‘Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle’. Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.”

COMENTARIO

No podemos negar que Jesús tenía, entre sus apóstoles, a algunos de ellos para los que tenía reservada una misión especial. Y aquellos tres, los Zebedeos, Santiago y Juan, y Pedro son, digamos, los más destacados de entre ellos.

Cuando Jesús se transfigura y aparecen allí Moisés y Elías, dos grandes miembros de la fe del pueblo elegido por Dios, lo que hacen es hablar de la muerte que va a tener el Hijo de Dios. Y le confirmarían todo lo que había estado predicando.

Pero aquellos tres hombres que acompañaban a Jesús actuaban como lo que eran: unos discípulos que aún no habían comprendido del todo aquello que suponía ser, precisamente, discípulos de aquel Maestro. En realidad, comprendieron más bien poco.

JESÚS, ayúdanos a comprender tu santo mensaje.



Eleuterio Fernández Guzmán

5 de agosto de 2016

Negarse a sí mismo



Viernes XVIII del tiempo ordinario

Mt 16,24-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues, ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino’”.

COMENTARIO

No podemos negar que el Hijo de Dios, como suele decirse, lo tenía todo bastante claro. Es decir, no había venido al mundo a decir las cosas con medias tintas ni a contentar a los tibios. Para seguirle a él todo debía ser abandonado.

El caso es que Jesús sabía perfectamente que la muerte acababa con todo. Ciertamente, todo el mundo sabía eso pero al parecer no se daban cuenta de que lo único que valía la pena era salvar el alma.

Es más, avisa acerca de que ha de volver. Claro, antes había de morir y, cuando volviera no lo iba a hacer para pasar el rato. No. Iba a venir, vendrá, para juzgar a vivos y a muertos. Y eso debería ser un aviso bastante claro.


JESÚS, ayúdanos a acumular para la vida eterna.

Eleuterio Fernández Guzmán


4 de agosto de 2016

Confiar en Pedro



Jueves XVIII del tiempo ordinario

Mt 16,13-23

En aquellos días, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?’. Ellos dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas’. Díceles Él: ‘Y vosotros ¿quién decís que soy yo?’. Simón Pedro contestó: ’Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo.

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: ‘¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!’. Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro:’ ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!’”.

COMENTARIO

Quién es Cristo

Cristo quería saber qué pensaba la gente de Él. Y es que como hombre no podía saberlo. Pero lo que, en realidad, quería saber era qué pensaban sus Apóstoles. Y Pedro le contesta con toda verdad y realidad.


Pedro

Aquel hombre, quien lo iba a negar tres veces, le dice la verdad: es el Hijo de Dios. Y a aquel hombre lo convierte en piedra sobre la que iba a edificar su Iglesia y a quien da las llaves de la misma.

Lo que ha de pasar

Pero había algo que no iba a gustar, precisamente, a Pedro. Cristo les dice lo que va a pasar y eso no es del gusto de ninguno de los presentes. Y Cristo se da cuenta de lo difícil que va ser el final de su misión.


JESÚS, ayúdanos a confiar en Pedro 


Eleuterio Fernández Guzmán

2 de agosto de 2016

Confiar plenamente en Cristo

Mt 14, 22-36


“22 Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. 23 Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. 24 La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. 25 Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar.

26 Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: ‘Es un fantasma’, y de miedo se pusieron a gritar. 27 Pero al instante les habló Jesús diciendo: ‘¡Animo!, que soy yo; no temáis.’ 28 Pedro le respondió: ‘Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre
las aguas.’ 29 ‘¡Ven!’, le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. 30 Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: ‘¡Señor, sálvame!’ 31 Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’ 32 Subieron a la barca y amainó el viento. 33 Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: ‘Verdaderamente eres Hijo de Dios.’ 34 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. 35 Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos.
36 Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.”

COMENTARIO

El Hijo de Dios tenía mucho que enseñar a los que había escogido como Apóstoles. Y lo hacía de muchas formas porque era consciente de que necesitaban aprender lo que era la voluntad de Dios Todopoderoso.

El episodio de ver a Jesús caminar sobre las aguas debió dejar helados a los que estaban en la barca. Y es que no era muy habitual ver una cosa así. No nos extraña que tuvieran miedo y tampoco que el Maestro los tranquilizara.

Pedro, aquel que tenía cierta primacía sobre los demás, no tiene dudas… en principio. Se tira al agua porque sabe que es Jesús pero su confianza no es del todo plena. Y cae a las aguas. Al contrario que la de aquellos que sabían que tan sólo con tocar la orla de su manto iban a quedar curados. Y quedaban…


JESÚS, ayúdanos a tener plena confianza en Ti.

Eleuterio Fernández Guzmán


1 de agosto de 2016

El poder del Todopoderoso


Lunes XVIII del tiempo ordinario
Mt 14,13-21

En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. 

Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: ‘El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida’. Mas Jesús les dijo: ‘No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer’. Dícenle ellos: ‘No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces’. Él dijo: ‘Traédmelos acá’. 

Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.”

COMENTARIO

Podemos suponer el dolor que Jesús debió sentir cuando supo que su primo Juan, que lo había bautizado en el río Jordán había muerte de aquella forma tan injusta y terrible. Quiso retirarse a orar, pero muchos lo siguieron.

Jesús quiso probar a sus apóstoles. Quería ver hasta dónde eran capaces de llegar con su confianza en Dios. Fallaron en esto porque ellos pensaban como hombre y no como el Creador. No supieron cómo hacer frente a tanta boca necesitada de comida.

Pero Cristo era Dios hecho hombre. Sabía perfectamente cómo salir de aquella difícil situación. Y se dirige a su Padre Dios para que, mediante Él, auxilie a quien tanta necesitad habían de auxilio. Y es que Cristo sabe cómo dirigirse a Dios.

JESÚS, ayúdanos a confiar en su voluntad misericordiosa.

Eleuterio Fernández Guzmán


31 de julio de 2016

Lo que verdaderamente interesa




Domingo XVIII (C) del tiempo ordinario

Lc 12,13-21

En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo’. Él le respondió: ‘¡Hombre!, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?’. Y les dijo: ‘Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes’.

Les dijo una parábola: ‘Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios’”.


COMENTARIO

A lo largo de sus años de predicación, el Hijo de Dios sabía que había algo que debía poner en conocimiento de todos aquellos que le pudiesen escuchar algo que era muy importante: hay cosas que no valen la pena de cara a la vida eterna.

La ambición humana siempre ha estado al orden del día desde que el mundo es mundo y desde que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza. Caín, por ejemplo, ambicionaba el amor que él creía que Dios tenía por su hermano Abel. Y, desde entonces…

Sin embargo, la voluntad de Dios suele ir por caminos distintos a los que el ser humano prefiere. Y es que Creador tiene en cuenta otros parámetros de vida y no los que nosotros solemos tener. Sólo vale, para Él, aquello que no enriquece para el Cielo.


JESÚS,  ayúdanos a saber qué es lo que nos conviene.


Eleuterio Fernández Guzmán