14 de mayo de 2016

Permanecer en el amor de Cristo


Jn 15, 9-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 

‘Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 

‘No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros’”.

COMENTARIO

El Hijo de Dios quiere que cada uno de sus hermanos esté con Él. Sabe que ha sido enviado al mundo para salvar a quien quiera salvarse y, para eso, ha comunicado el mensaje de Dios que consiste, en esencia en creer que el Cristo es el hijo de María y de su padre humano José.

Jesús no dice nada de lo que dice por decirlo. Queremos decir que siempre da ejemplo que acompaña a sus palabras. Y ahora dice eso de que nadie ama más a sus amigos que el que da la vida por ellos. Y Él la dio así.

De todas formas, hay una realidad que a veces olvidamos: es Dios quien nos escoge a nosotros y no nosotros a él. Esto no quiere decir que nosotros no hagamos nada a tal respecto sino que, al contrario, que somos nosotros los que decidimos seguirlo o no. Pero es Él quien escoge y elige.


JESÚS, ayúdanos a no olvidar nunca que debemos responder sí a la llamada de Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán

13 de mayo de 2016

Los tres sí de Pedro


Viernes VII de Pascua
                                                                                    

Jn 21,15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos y comiendo con ellos, dice Jesús a Simón Pedro: ‘Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?’ Le dice él: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis corderos’. Vuelve a decirle por segunda vez: ‘Simón de Juan, ¿me amas?’. Le dice él: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’. 
Le dice por tercera vez: ‘Simón de Juan, ¿me quieres?’. Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: ‘¿Me quieres?’ y le dijo: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras’. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: ‘Sígueme’”.

COMENTARIO

No es extraño que Pedro estuviese muy preocupado por las tres negaciones que había hecho recaer sobre Jesús. Y es que su corazón se había entristecido en el mismo momento en el que se dio cuenta de que se había cumplido lo que le había dicho el Maestro a tal respecto.

Pero Jesús no puede dejar así a Pedro. Y le pregunta por tres veces si lo quiere. Lo hace para perdonarlo tantas veces como lo había negado. Así, su corazón quedaría limpio de una carga tan pesada.

Es más, Jesús le dice a Pedro la forma en la que morirá: será llevado a la muerte contra su voluntad. Y luego le dice que lo siga. Y Pedro, aquel hombre que lo había negado tres veces y había sido perdonado otras tres, lo sigue hasta la mismísima muerte por Cristo, por ser tu testigo.


JESÚS,  ayúdanos a no negarte nunca.




Eleuterio Fernández Guzmán

12 de mayo de 2016

Lo que quiere Cristo

Jueves VII de Pascua


Jn 17,20-26

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: ‘Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 

‘Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos’”.

COMENTARIO

En este texto se muestra la verdadera voluntad del Hijo de Dios, Cristo, hermano nuestro. Y esto de que es nuestro hermano y que ha vivido una vida de hombre, con sus alegrías y sus llantos, le lleva a pedir por nosotros.

Quiere Jesús que seamos uno con Él. Por eso otras veces ha dicho que debemos permanecer en Él. Sólo así mostraremos que queremos ser, verdaderamente, hermanos suyos y que Dios nos importa.

Para defendernos ante el Creador, Jesús le dice al Padre que muchos no han creído pero que otros sí lo han hecho. Es decir, que hay quienes lo han aceptado como su Hijo y que, por eso, quería lo mejor para ellos. Y se lo pide, así, con toda confianza.


JESÚS, ayúdanos a aceptarte como Hijo de Dios y hermano nuestro.



Eleuterio Fernández Guzmán

11 de mayo de 2016

Ser unos con Cristo

Miércoles VII de Pascua

Jn 17,11b-19

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: ‘Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 

‘Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad’”.

COMENTARIO

Jesús había sido enviado al mundo por el Todopoderoso para que cumpliera una misión bien determinada. Es decir, no se encarnó para ver qué hacía, a la suya, sino que tenía instrucciones precisas. Y una de ellas era cuidar de aquellos que Dios le iba a entregar.            

Una de las características de los hermanos de Cristo es que se convierten en seres que no son de este mundo. Es decir, vivimos en este mundo pero el nuestro, el anhelo, es la otra vida, el Cielo, la vida junto al Todopoderoso.

Y Jesús, que sabía que era necesario que su mensaje llegara a todos los confines del mundo, envía  a los suyos para hagan lo propio: transmitir que el Reino de Dios ya había llegado al mundo, que la vida eterna estaba al alcance de un sí. Y todo eso siendo unos con Cristo y Cristo, con Dios.


JESÚS,  ayúdanos a aceptar la Palabra de Dios como camino y como verdad.



Eleuterio Fernández Guzmán

10 de mayo de 2016

Guardar la Palabra de Dios


Martes VII de Pascua

Jn 17,1-11a
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 
‘Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 

‘Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti’”.

COMENTARIO

Vida eterna

Jesús, a lo largo de la vida pública procuró que se comprendiera que seguirlo a él suponía algo muy importante que tenía que ver la vida eterna. Y la misma es, efectivamente, creer en Dios, tenerlo como Padre, amarlo sobre todas las cosas.

Haber guardado la Palabra de Dios

Jesús no habla de hacer grandes cosas. No. Lo que le dice a su Padre Dios es que aquellos que le habían sido dados habían guardado su Palabra aceptando el mensaje que el Hijo de Dios había venido a transmitir al mundo.

Estar en el mundo

Es curioso que Jesús diga que no ruega por el mundo. Lo que hace es rogar por aquellos que, estando en el mundo, no son del mundo. Son sus hermanos y a ellos se ha dirigido en su vida pública. Por eso le  pedía a Dios protección para ellos.


JESÚS, ayúdanos a guardar la Palabra de Dios


Eleuterio Fernández Guzmán

9 de mayo de 2016

Cristo ha vencido al mundo y a la muerte

Lunes VII de Pascua

Jn 16,29-33

“En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: ‘Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios’. Jesús les respondió: ‘¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo’”.

COMENTARIO

A lo largo de los años que Jesús había vivido con sus apóstoles, había mostrado y demostrado muchas veces que era el Mesías y que el poder de Dios estaba con Él. Sin embargo, sólo a última hora parece que se dieron cuenta de toda la verdad.

Jesús tiene, sin embargo, que decir algo que, de seguro, va a entristecerlos. Y es que les dice que, en un momento determinado, lo van a abandonar. Sabe la forma en la que va a morir pero, sobre todo, la forma en la que van a dejarlo solo.


De todas formas, el Hijo de Dios sabe que no está solo. Nunca lo ha estado a lo largo de toda su vida y, menos aún, cuando dio comienzo a su labor evangelizadora y transmisora de la Buena Noticia. Y es que, además, sabía que el Mal iba a ser vencido.


JESÚS, ayúdanos a creer que has vencido al mundo y a la muerte.

Eleuterio Fernández Guzmán


8 de mayo de 2016

Y ascendió al Cielo


Lc 24, 46-53

“Y les dijo: ‘Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. ‘Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que  seáis revestidos de poder desde lo alto.’ Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo,  y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.”

COMENTARIO       

Jesús lo había dicho muchas veces: debía padecer mucho y morir. Pero luego resucitaría y la alegría no se les sería nunca quitada a sus discípulos. Y aquellos que le escuchaban eran testigos de todo aquello y de todo aquello debían dar testimonio.

Pero Jesús debía terminar su misión en la Tierra. Y asciende a los cielos antes aquellos que habían sido sus testigos en el mundo mientras predicó la Buena Noticia de la llegada del Reino de Dios.

Aquellos testigos privilegiados de la Ascensión al Cielo del Hijo de Dios no se quedaron allí parados. Eso era lo que les pasó en un primer momento pero luego comprenden que deben dar gracias a Dios porque había enviado a su Hijo al mundo y, mediando su terrible muerte, los había salvado.


JESÚS, ayúdanos a agradecerte tu entrega por nosotros.


Eleuterio Fernández Guzmán