4 de septiembre de 2016

Cargar con la cruz de cada uno



Lc 14, 25-33

“Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: ‘Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. ‘Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: ‘Este comenzó a edificar y no pudo terminar.’ O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000?  Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.’”

COMENTARIO

Las enseñanzas de Jesús eran, en muchos aspectos, duras de escuchar y más difíciles de seguir. Sin embargo, el Hijo de Dios no se arredra y continua con su enseñanza. Y lo de la cruz de cada uno era difícil de escuchar; mucho más lo de los bienes.

Para seguir a Cristo, lo dice Él, hay que coger la cruz que cada uno cargamos. Es posible, incluso, que haya quien lleve más de una cruz. Todas, pues, han de ser cargadas sobre nuestros hombros e ir tras la cruz de Cristo.

Y lo otro tampoco es fácil: los bienes. Y es que Jesús quiere el total desprendimiento de sus discípulos. Hay que renunciar a lo que era viejo y preparar el corazón para lo nuevo, para la doctrina santa y verdadera Ley de Dios que Cristo trajo al mundo.


JESÚS,  ayúdanos a cargar con nuestras cruces.


Eleuterio Fernández Guzmán

Dios



Eleuterio Fernández Guzmán

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