29 de julio de 2016

Lo que vale la pena

Lc 10,38-42

En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude’. Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada’”.

COMENTARIO

Jesús, por mucho que quiera plantearse algo contrario a eso, tenía amigos como los tenía cualquiera de sus contemporáneos. Marta, María y Lázaro, de Betania, eran seguramente de los mejores amigos que tenía Cristo. Por eso muchas veces acude a su casa.

Marta y María atienden a Jesús cuando las visita. Sin embargo, no es la misma forma de atender al Maestro. Marta anda de un lado para otro atendiendo a la vista y se enfada con María porque ha optado por quedarse escuchando a Jesús.

Sin embargo, el Maestro sabe que es más importante que María escuche a quien le ha de enseñar. En realidad, Marta ha escogido la agitación del mundo mientras que María ha preferido la tranquilidad del Espíritu de Dios y el conocimiento de su amigo y Maestro. Y esa es la mejor parte de todas.

JESÚS,  ayúdanos a ser como María sin olvidar a Marta.

Eleuterio Fernández Guzmán


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