25 de diciembre de 2015

Nace Dios; se hace hombre quien nos ama


Lc 2,1-14

Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. 

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: ‘No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’. Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: ‘Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace’”.


COMENTARIO

Si hay algo que distingue el comportamiento de la Sagrada Familia es el cumplimiento que, de la ley, llevan a cabo, acatan. Por eso ahora no dudan lo mismo en acudir a Belén a empadronarse. Aunque pudieran no estar de acuerdo con el invasor romano eso no les impedía cumplir con lo establecido.

Jesús nace en un lugar pobre. Había venido el Rey no del mundo sino del Universo a nacer donde nadie esperaba que naciera el Hijo de Dios. Otros pobres, los pastores, sí se dieron cuenta de que, en efecto, había venido Quien Dios había prometido que vendría.

La alegaría en el Cielo por ver nacer al Hijo es grande. Desde muchos siglos, en tiempo humano, atrás se había estado esperando que el Creador enviara a su Hijo para que el mundo se salvase. Y los que complacieron a Dios creyendo en su venida agradaron al Padre.


JESÚS,  gracias por haber nacido; gracias por haber nacido

Eleuterio Fernández Guzmán




24 de diciembre de 2015

Zacarías proclama la verdad

Lc 1,67-79

En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: ‘Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz’”.


COMENTARIO

Cuando nace Juan el Bautista podemos suponer que a Isaías se le abrieron los ojos, además de soltársele la lengua, y el corazón. Todo se había cumplido como se lo habían dicho a pesar de su falta de fe o desconfianza.

Ahora proclama la Verdad. Sabe que Dios está cumpliendo lo que había prometido, que todo lo que habían dicho y escrito los santos profetas era verdad y que nada de lo que dijeron iba a dejar de llevarse a cabo. Su mismo ejemplo lo decía todo.

También profetiza acerca de su hijo Juan. Sabe, por su experiencia con el Ángel del Señor, que aquel a quien ha puesto por nombre Juan será un hombre grande. Pero también sabe que no lo será por él mismo sino por ser el Precursor de la Luz que ha de venir al mundo y de la que le dio cuenta el Espíritu Santo cuando, estando en el seno de su madre Isabel recibió la visita de la madre de Cristo.


JESÚS,  ayúdanos a recibirte como te mereces.


Eleuterio Fernández Guzmán

23 de diciembre de 2015

Y fue llamado Juan

Lc 1,57-66

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: ‘No; se ha de llamar Juan’. Le decían: ‘No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre’. Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: ‘Pues, ¿qué será este niño?’. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.


COMENTARIO

Es lo normal que lo que dice Dios que va a pasar acabe pasando. Y eso iba a ser lo que iba a suceder en el caso de Isabel y Zacarías. Llegó el tiempo de dar a luz… y dio a luz.

Todo, pues, lo que es voluntad de Dios ha de cumplirse. Por eso cuando van a poner el nombre al recién nacido unos dicen este nombre y otros el otro pero Zacarías sabe que debe llamarse Juan. Era lo que le habían dicho de parte de Dios y ahí no iba a manifestar duda alguna.

El caso es que cuando a Zacarías se le suelta la lengua después de haber estado unos meses “disfrutando” de una mudez impuesta por su falta de fe, a muchos se les abrieron los ojos. Sin duda alguna sobre aquel niño al que iban a poner de nombre Juan la mano de Dios se había manifestado.

JESÚS,  ayúdanos  a tener muchas más fe que Zacarías.

Eleuterio Fernández Guzmán



22 de diciembre de 2015

Magnificat



Lc 1,46-56

“En aquel tiempo, dijo María: ‘Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’.


COMENTARIO

María, sin duda inspirada por el Espíritu Santo, proclama esta oración que está llena de verdad y de la voluntad del Creador. En ella se muestra hasta qué punto puede llegar a cumplir lo prometido el Todopoderoso.

Se alegra el corazón de María porque Dios ha hecho con ella lo que parece, lo que es, imposible para el hombre. Ella se entregó a la voluntad del Creador y eso le valió llevarlo en su seno para que el mundo se salvar con el nacimiento del Mesías.

Y por encima de todo la misericordia del Todopoderoso: hace lo bueno con los que necesitan que se les haga y lo contrario con quienes se creen por encima de los demás y abusan de ellos. Ahí radica la voluntad de Quien pudiéndolo hacerlo todo hace lo que vale la pena hacer.

JESÚS,  ayúdanos a gozar con esta oración.

Eleuterio Fernández Guzmán



20 de diciembre de 2015

Se levantó... y sirvió

Lc  1,39-45

“En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’”.


COMENTARIO

Siempre se dice que María, aquella joven que había dicho sí al Ángel Gabriel, tenía mucha fe; que se había consagrado (en cuanto a su virginidad) a Dios desde bien pequeña y que, por decirlo con lenguaje moderno, no tenía todo muy claro.

Podemos imaginar qué pasaría por el corazón de María cuando Gabriel le dijo que su prima Isabel, la que llamaban estéril por no haber concebido hijo alguno a su longeva edad, estaba embarazada. Sólo pudo pensar que era cosa de Dios que hace cosas así de imposibles para el hombre.

María no duda lo más mínimo. Si Isabel está embarazada necesitará ayuda. Nadie, a lo mejor, puede prestársela y será ella, la que lleva al Hijo de Dios en su seno, la que acuda en su auxilio. Y el Espíritu Santo, que había estado trabajando mucho en el corazón de Isabel, se lo dijo todo. Pero todo, todo.


JESÚS,  ayúdanos a escuchar al Espíritu Santo-Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán



La fe del fiat de María

Domingo IV de Adviento


Lc 1, 39-45

“En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.  Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;  y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?  Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’”.

COMENTARIO

Nos dice el texto que María, aquella joven que había dicho sí al Ángel del Señor y, así, a Dios mismo, no lo duda ni un instante: conocedora del embarazo de su prima Isabel acude rauda en su ayuda.

A Isabel le debió soplar el Espíritu Santo muchas cosas al corazón. Por eso llama bendita a María a quien, como su prima que era, la podía tener por mujer piadosa pero no por más. A no ser, claro está, que se le dijera a Quien llevaba dentro.

Isabel sabe mucho más de lo que podría parecer. Y es que le dice a María que se van a cumplir aquello que le había dicho Dios por parte de su Ángel. Y es que el Espíritu Santo cumplió su misión de lo lindo.

JESÚS,  ayúdanos a creer que se cumplirá lo que Dios nos ha prometido; ayúdanos a no dudar.



Eleuterio Fernández Guzmán