1 de agosto de 2015

La fidelidad del Bautista


Sábado XVII del tiempo ordinario

Mt 14,1-12

En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús, y dijo a sus criados: ‘Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas’. 
Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: ‘No te es lícito tenerla’. Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque le tenían por profeta. 

Mas llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, ‘dame aquí, dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista’. Entristecióse el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.”

COMENTARIO

Juan el Bautista sabía que había nacido para cumplir una misión muy importante. Quien lo había así establecido se lo había dicho. Por eso no le importaba lo más mínimo su propia existencia. Lo primero y más importante era hacer lo que tenía que hacer.

La Ley de Dios no era poca cosa para el Bautista. Por eso le había hecho saber a Herodes que no debía casarse con Herodías. Y eso, si no le gusta mucho al poderoso, aún le gustaba menos a la mujer. Por eso urde un plan para terminar con la vida de quien tanto la acusada y tanto hacía ver lo mal que se estaban comportando.

La vida del Bautista se llenó con el acto final de su muerte. Fiel a Dios hasta las últimas consecuencias, no duda en entregar su vida por cumplir con lo que tenía mandado. Luego, Jesús, supo que su momento había llegado: el Precursor había muerto.

JESÚS, ayúdanos a ser fieles como lo fue tu primo Juan.


Eleuterio Fernández Guzmán



31 de julio de 2015

Querían poco a Jesús






Viernes XVII del tiempo ordinario

Mt 13,54-58

En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: ‘¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?’. Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: ‘Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio’. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe”.

COMENTARIO

No es nada extraño que Jesús acudiera muchas veces a Nazaret. Y no lo es porque, sobre todo, podría ir a ver a los parientes que allí había dejado cuando salió al mundo a predicar la Buena Noticia.

Muchos, sin embargo, veían raro que aquella persona a la que conocían muy bien, a la que habían encargado les arreglase los desperfectos de su casa, pudiera ser el Enviado de Dios como Mesías.

Lo que hace Jesús tampoco extraña nada: donde no creen en Él y donde no hay muchas personas que confíen en su persona no puede hacer muchos milagros aunque, seguramente, curaría a algunos enfermos que sí creían en el Enviado de Dios.

JESÚS,  ayúdanos a creer en Ti y a no olvidarlo nunca.



Eleuterio Fernández Guzmán

30 de julio de 2015

Justos e injustos



Jueves XVII del tiempo ordinario


Mt 13,47-53

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: ‘También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?’ Dícenle: ‘Sí’. Y Él les dijo: ‘Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo’. Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí”.


COMENTARIO

Dios llama, porque quiere tener a todos sus hijos a su lado, a todo el mundo. De una forma o de otra cada cual es llamado para ver si quiere, es voluntad de cada cual, aceptar tal llamada.

Jesús lo dice con toda claridad: cuando Dios llame al final de los tiempos habrá buenos y habrá malos. No todos serán tratados de igual forma porque Dios es bueno pero también es justo.

Lo que quiere decir el Hijo de Dios es que cada cual puede hacer con su vida lo que tenga a bien hacer pero que, al fin y al cabo, cada cosa que hacemos tiene consecuencia a la hora de nuestro Juicio particular. Por eso debemos saber a qué atenernos.





JESÚS,  ayúdanos a escoger lo bueno y no lo malo.



Eleuterio Fernández Guzmán

29 de julio de 2015

Ser Marta o ser María


Lc 10,38-42

En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude’. Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada’”.

COMENTARIO

Las hermanas de Lázaro, Marta y María, querían mucho a Jesús. Por eso no es de extrañar que cuando el Maestro visitaba su casa en Betanía lo agasajaran lo mejor que podían.

Imaginamos que el trajín sería mucho. Jesús no solía andar solo por los caminos sino que había muchas personas que le seguían además de sus apóstoles. Por eso en la casa de sus amigos había mucho trabajo y Marta se afanaba en cumplirlo mientras que María escuchaba a Jesús.

Tampoco nos extraña que Marta se enfadar con María. No acababa de comprender lo verdaderamente importante. Y entonces, lo que importaba era tratar de aprender lo más posible de Jesús. Por eso el Hijo de Dios le remarca a Marta que lo importante no es, siempre, lo que creemos que es.


JESÚS,  ayúdanos a darnos cuenta de lo que, verdaderamente importa.



Eleuterio Fernández Guzmán

28 de julio de 2015

Ser cizaña


Martes XVII del tiempo ordinario


Mt 13,36-43

“En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: ‘Explícanos la parábola de la cizaña del campo’. Él respondió: ‘El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. 

‘De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga’”.

COMENTARIO

En este texto del evangelio de san Mateo Jesús anticipa lo que será el fin del mundo y muchas cosas relacionadas con el mismo. Y es que aquellos que eran sus apóstoles querían comprender qué quería decir eso de la cizaña sembrada.

Jesús sabe que es muy importante que comprendan bien lo que significa el porvenir, aquello que ha de suceder. Por eso les hace ver que la semilla buena dará más o menos fruto pero bueno pero la semilla mala, la cizaña sólo puede dar malos resultados. Por eso quien la siembra es Satanás.

Por otra parte, el fin del mundo es anunciado en su forma por Jesús. Vendrán los ángeles de Dios a recoger lo bueno y lo malo que en el mundo haya sido: lo malo irá al fuego eterno y lo bueno a la salvación eterna, al Cielo.

JESÚS,  ayúdanos a estar preparados cuando vengan tus ángeles.



Eleuterio Fernández Guzmán

27 de julio de 2015

Una fe pequeña pero grande




Mt 13, 31-35


“Otra parábola les propuso: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. 32 Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.’ 33 Les dijo otra parábola: ‘El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.’ 34 Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, 35 para que se cumpliese el oráculo del profeta: = Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. =”


COMENTARIO

Las parábolas que Jesús dice a quien le quiera escuchar tienen mucho que ver con la vida ordinaria. No se trata de grandes elucubraciones aunque, eso es bien cierto, sean de una profundidad espiritual muy grande.

Jesús había venido a anunciar el Reino de Dios. Pero…. ¿cómo se lo iba a hacer ver a sus discípulos? Lo que hace es poner ejemplos sencillos. Así, por ejemplo, dice que es como una semilla de un grano de mostaza que es muy pequeño pero, al crecer, se hace mucho más grande. Así es el Reino de Dios.

También dice que el Reino de  Dios es como la levadura. Quiere decir que, entrando en el corazón la semilla del Reino del Padre va creciendo y da forma a la masa que es la vida humana. Así, y con otros ejemplos, hacía lo que correspondía como enviado de Dios.

JESÚS, ayúdanos a aceptar la semilla del Reino de Dios que el Creador siembra en nuestro corazón.




Eleuterio Fernández Guzmán

26 de julio de 2015

Cuando no sólo se multiplican los panes y los peces

  
Jn 6, 1-15

“Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: ‘¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?’ Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: ‘Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.’  Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?’

Dijo Jesús: ‘Haced que se recueste la gente.’ Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número o de unos 5.000. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: ‘Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.’ Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: ‘Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.’ Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.”

COMENTARIO

Los apóstoles que Cristo había escogido como aquellos que iban a transmitir la Buena Noticia parece que aun no habían comprendido lo que había hecho, en su presencia, el Maestro. Ahora se encontraban en una situación para demostrar que habían cambiado.

Jesús los pone a prueba. Fallan porque piensan como hombres y no alcanzan a ver las cosas desde el punto de vista espiritual. Creían que debían hacer según pensaría un ser humano del común y no contaban con el amor de Dios.

Jesús, antes de empezar a repartir el pan, pide a Dios por aquellos que están muy necesitados de pan. No sólo de comida sino también espiritual. Y todos se saciaron tanto de lo que suponía la comida como del ver que aquel Maestro era más que un simple Maestro.

JESÚS, ayúdanos a aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida. También a no confundir Quien eres ni lo que representas.



Eleuterio Fernández Guzmán