21 de marzo de 2015

Las dudas acerca de Cristo



Sábado IV de Cuaresma



Jn 7,40-53

En aquel tiempo, muchos entre la gente, que habían escuchado a Jesús, decían: ‘Éste es verdaderamente el profeta’. Otros decían: ‘Éste es el Cristo’. Pero otros replicaban: ‘¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?’. 

Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de Él. Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Estos les dijeron: ‘¿Por qué no le habéis traído?’. Respondieron los guardias: ‘Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre’. Los fariseos les respondieron: ‘¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en Él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos’. 

Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente donde Jesús: ‘¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?’. Ellos le respondieron: ‘¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta’. Y se volvieron cada uno a su casa”
.


COMENTARIO

Se está tramando el final humano de Jesús. Los que le persiguen siembran dudas acerca de su persona y de la misión que está cumpliendo el Maestro. No extraña, por tanto, que cundiera, precisamente, la duda ente aquellos que lo conocían.

Los considerados sabios, socialmente hablando, sabían que Jesús era muy peligroso para sus intereses porque estaba diciendo la verdad. Por eso se apoyan unos a otros sosteniendo que si ninguno de ellos lo había apoyado lo mismo debían hacer el resto de judíos.

Sin embargo, no todos era de igual pensar. Nicodemo, también sabio como ellos, se había dado cuenta de que aquel Maestro era mucho más que un Maestro. Por eso era discípulo suyo aunque en secreto. Trata de defenderlo pero las fuerzas del Mal habían ocupado el corazón de muchos.



JESÚS, ayúdanos a no dudar de ti.


Eleuterio Fernández Guzmán

20 de marzo de 2015

La muerte al acecho



Viernes IV de Cuaresma


Jn 7,1-2.10.14.25-30


En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: ‘¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es’. Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: ‘Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado’. Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora”.


COMENTARIO

Cuando leemos las Sagradas Escrituras correspondientes al Nuevo Testamento sabemos lo que va a pasar. Desde entonces, desde aquellos días, han pasado muchos siglos y muchas han sido las veces que se ha recordado lo que entonces pasó. Sin embargo, para aquellos días lo que decía Jesús era, verdaderamente, revolucionario.

Los que perseguían al Hijo de Dios sabían que, para sus mundanos intereses, Jesús era muy peligros. Decía cosas que nunca se habían escuchado y, lo que es peor, que movían al pueblo creyente a cambiar su corazón aunque no, precisamente, hacia donde antes había estado.

Jesús sabe quién es y de dónde ha venido. También sabe que muchos de los que dicen conocer a Dios están muy lejos de haberlo conocido. Él, sin embargo, siendo el Hijo, conoce perfectamente al Padre. Por eso aquellos que le persiguen le tienen tanta inquina, rabia y odio.


JESÚS, ayúdanos a creer que eres el Enviado de Dios.




Eleuterio Fernández Guzmán

19 de marzo de 2015

José, el fiel y justo hijo de Dios



Mt 1,16.18-21.24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. 

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados’. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado
”.


COMENTARIO

Antes de que José supiese lo que había pasado, su desposada María  había recibido la visita del ángel Gabriel. Le había dicho sí a Dios y, por eso mismo, se encontraba embarazada del Hijo del Creador. Y ahora llega el momento de disipar los miedos de aquel hombre justo.

José tenía dudas. No era para menos porque desconocía la verdad de las cosas. Sin embargo el Ángel del Señor le comunica todo acerca del embarazo de María. Se disipan todas las dudas en el corazón del justo.

¿Qué haría José? Podía haber optado por no hacer caso al sueño y seguir con su idea de repudiar en secreto a la joven María. Sin embargo, fiel a Dios y a su enviado Gabriel sigue paso a paso lo que se le había indicado seguir. Y cumple con la voluntad de Dios… como buen hijo.


JESÚS, ayúdanos a ser fieles como lo fue tu padre adoptivo José.



Eleuterio Fernández Guzmán

18 de marzo de 2015

Cristo es Dios hecho hombre y lo demuestra


Miércoles IV de Cuaresma

Jn 5,17-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo’ Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. 

Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: ‘En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. 

‘En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado’”.


COMENTARIO

Cristo es Dios

En este texto evangélico Jesús da a entender la verdad más importante: Él es Dios hecho hombre y puede hacer lo mismo que puede hacer el Creador. Y, de hecho, lo hace resucitando a muertos o dando la vista a ciegos, curando a paralíticos y devolviendo a la vida social a leprosos.

Cristo nos juzgará

Como bien se nos dice será Jesucristo quien nos juzgará cuando llegue el día esperado de la liberación del ser humano, de la salvación definitiva. Entonces, el Hijo de Dios separará a los buenos de los malos y a cada uno nos destinará a donde nos corresponda estar.

Cumplir la voluntad de Dios

El caso es que todo lo que hace Jesucristo lo hace por voluntad de Dios. Es decir, no hace nada que Dios no quiera que haga porque está sometido totalmente a lo que el Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!) tenga por bueno y mejor para su descendencia el hombre. Y Jesús se aplica a cumplirla a la perfección.


JESÚS, ayúdanos a comprender lo importante que es cumplir la voluntad de Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán

17 de marzo de 2015

La fe que cura

Martes IV de Cuaresma

Jn 5,1-3.5-16

Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: ‘¿Quieres curarte?’. Le respondió el enfermo: ‘Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo. Jesús le dice: Levántate, toma tu camilla y anda’. Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. 

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: ‘Es sábado y no te está permitido llevar la camilla’. Él le respondió: ‘El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’’. Ellos le preguntaron: ‘¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’’. Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: ‘Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor’. El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado
”.

COMENTARIO


La fe que cura

Aquel hombre estaba enfermo desde hacía muchos años. Nadie le ayudaba a curarse, nadie le echaba una mano. Pero el confía en Aquel que le pregunta por su enfermedad, intima con el Hijo de Dios y eso le cura y le salva.

Los que no reconocen a Cristo

Los que no quieren a Jesús porque ven que cura, nada menos, que en sábado, quieren saber quién ha sido. Es de suponer que se imaginan que la persona que obliga a otro a llevarse su camilla en un día en el que no se podía hacer eso sólo puede ser Jesús. Sin embargo, quieren oírlo de la boca del curado.

La lección de Cristo sobre el pecado

Jesús actúa de forma muy astuta con aquel hombre. Sabiendo que existía la creencia de relación entre el pecado y la enfermedad (Jesús no creía eso, por supuesto) le hace ver al curado que no debe pecar más no vaya a ser que le pasar algo peor.


JESÚS, ayúdanos a confiar en Ti y en tu Palabra.

Eleuterio Fernández Guzmán


16 de marzo de 2015

Y creyó…


Lunes IV de Cuaresma


Jn 4,43-54

En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. 

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: ‘Si no veis señales y prodigios, no creéis’. Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’. 

Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: ‘«Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre’. El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: ‘Tu hijo vive’, y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea
”.



COMENTARIO

Es más que cierto que el pueblo judío estaba acostumbrado a los signos. Es decir, que necesitaba de algo más que palabras para creer en algo. Y eso es lo que pasa a muchos que hablan con Jesús.

Aquel padre estaba muy preocupado por su hijo. Tal sería así que acude a Jesús como el último remedio a la difícil situación por la que está pasando. E insiste en ello aunque el Maestro diga aquello de que necesitan señales…

La confianza del padre en que Jesús salvaría a su hijo salvó, en efecto, al enfermo. Por eso Jesús, comprendiendo que aquel hombre quiere mucho a su descendencia, lo cura de aquella enfermedad. Y es que la fe abre muchos caminos y, sobre todo, el de la salvación.




JESÚS, ayúdanos a confiar y creer en ti.



Eleuterio Fernández Guzmán

15 de marzo de 2015

No querer recibir a la Luz de luces



Jn 3, 14-21


Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,  así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único,  para que todo el que crea en él no perezca,  sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.


COMENTARIO

Dios entregó a su Hijo

Seguramente el Creador podía haber hecho las cosas de otra forma. Sin embargo, quiso entregar a su Hijo para el mundo saliera de la fosa en la que se había dejado caer.


Creer en el Hijo de Dios

Ante Cristo se puede actuar de dos formas: creyendo en Él o no creyendo en Él. Es más que cierto que se nos dice, con toda claridad, que creer en Jesús supone estar salvado y que no creer… no salvarse.

Contemplar y creer en la Luz del mundo

Cuando Jesús vino al mundo muchos creyeron en Él pero otros muchos no quisieron escuchar sus santas palabras y procuraron una muerte que, al final, consiguieron ver llevada a cabo.




JESÚS, ayúdanos a ser del grupo de los que creen en Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán