20 de noviembre de 2015

El celo por la Casa de Dios

Viernes XXXIII del tiempo ordinario
Lc 19,45-48

En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: ‘Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!’. Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios·.

COMENTARIO

Es lógico pensar que Jesús había ido muchas veces al Templo de Jerusalén. Que muchas veces habría visto a los que hacían negocio en el mismo con la fe de sus hermanos en la fe. Pero alguna vez eso tuvo que ser suficiente.

A Jesús le molestaba mucho que la Casa de su Padre se utilizara para negociar con la fe de sus hermanos los hombres. Y es que se negociaba con las creencias acerca de las ofrendas que se debían presentar en el Templo (animales, monedas…)

Ciertamente, no es extraño que hubiese muchos que quisiesen que aquel Maestro no enseñara aquellas doctrinas que iban contra su negocio de hombres carnales. Y, poco a poco, se iba ganando enemigos porque otra cosa no podía suceder.


JESÚS, ayúdanos a no pervertir nuestra fe.



Eleuterio Fernández Guzmán

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