2 de noviembre de 2015

Darse cuenta de la verdad… a tiempo

Lc 23,33.39-43

Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: ‘¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!’. Pero el otro le respondió diciendo: ‘¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho’. Y decía: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino’. Jesús le dijo: Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso’”.


COMENTARIO

Cuando llevan a Jesús hasta aquel monte llamado Calvario todo estaba más que decidido. Sus enemigos habían conseguido su máximo anhelo que era matarle. Pero junto a Él iban, también, dos malhechores. Cada una era, sin duda, de una forma.

Uno de ellos debía creer poco en Dios. Se encara con Jesús diciéndole lo conocido por todos. No tiene confianza en que aquel hombre que está allí con ellos pueda hacer nada. Y que no pueda hacer nada siquiera a favor de él mismo.

El otro, al que se ha dado en llamar Dimas, sabe que Jesús es inocente y cree en Él. En aquel momento, el último de su vida, ha creído en el Reino de Dios. Y se lo pide a Jesús. Y el Hijo de Dios, dándose cuenta de su conversión, le libra, no sólo del Infierno sino, incluso, del Purgatorio-Purificatorio. Lo llevará, directamente, al Cielo.


JESÚS,  ayúdanos a no permanecer ciegos ante la voluntad de Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán

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