3 de septiembre de 2015

Reconocerse pecador


Jueves XXII del tiempo ordinario
Lc 5,1-11

En aquel tiempo, estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. 
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar’. Simón le respondió: ‘Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes’. Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: ‘Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador’. Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: ‘No temas. Desde ahora serás pescador de hombres’. Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.”
                                                                    
COMENTARIO

Jesús continuaba con la misión que le había encomendado el Padre. Enseñaba acerca de lo que era importante conocer para salvarse y para alcanzar la vida eterna. Ahora lo hace desde una barca, en concreto la de quien llamaría Pedro.

Pero era necesario que Jesús escogiera a los que iban a transmitir, de primera mano, la Palabra de Dios y su santa doctrina. Ya había escogido a Simón y, como lo conocía el pescador, se fía de lo que le dice el Maestro. Y obtiene el resultado adecuado a su fe y confianza porque, además, se reconoce pecador.

Santiago y Juan también eran pescadores como Simón. Ellos, sin duda alguna, se quedan sorprendidos por aquello de una pesca tan de improviso. Y Jesús los llama también a ellos. Van a ser pescadores de hombres. Y, sin dudarlo ni nada por el estimo, lo dejan todo y le siguen. Y muestran confianza en aquel que los ha escogido.


JESÚS, ayúdanos a reconocer lo que somos.


Eleuterio Fernández Guzmán

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