1 de julio de 2015

Al encuentro del necesitado de verdad



Miércoles XIII del tiempo ordinario


Mt 8,28-34

“En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: ‘¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?’. Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: ‘Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos’. Él les dijo: ‘Id’. Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término’”.


COMENTARIO

Es bien cierto que lo que Jesús quería no era, siempre, lo que querían aquellos que le rodeaban. Pero el Hijo de Dios quería cumplir con la misión que Dios le había encomendado que no era otra que salvar a los que necesitaban salvación.

Jesús sabía que los endemoniados eran personas que, por eso mismo, habían sido tomados por el Maligno, por sus demonios. Necesitaban una ayuda muy especial, una oración muy profunda y, por decirlo así, la intervención directo del Creador con todo su poder.

Sin embargo, había muchos que no querían que se les estropeara el negocio que hacían. Aquellas personas trabajan con cerdos y la buena acción de Jesús les había perjudicado en el trabajo. Preferían su propio bien antes que el beneficio de alguien tan necesitado como aquel endemoniado. No tenían amor ni sentían misericordia.


JESÚS, ayúdanos a prefería el bien del prójimo a nuestros intereses egoístas.



Eleuterio Fernández Guzmán

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