6 de diciembre de 2014

Dar gratis lo recibido


Sábado I de Adviento
Mt 9,35—10,1.6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: ‘La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies’. 
Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: ‘Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis’”.

COMENTARIO

Jesús evangeliza allá por donde camina. Su evangelización es de palabra y es de obra porque la misión encomendada por Dios abarca todo lo que, humanamente, sea posible. Y eso hace Cristo cumpliendo con la misma a la perfección. Y cura las dolencias físicas y espirituales pidiendo, además, que Dios envíe muchos que hagan lo mismo.

Pero Jesús hace algo más: envía a los suyos, a sus discípulos más allegados para que hagan lo mismo que Él estaba haciendo. Y lo hace dando una instrucción: primero deberán ir a aquellos judíos que hayan equivocado el camino que lleva a Dios. Procuraran, pues, que conozcan la Palabra de Dios y lo que eso significa.

Pero Jesús dice algo que es muy importante y que no debían olvidar aquellos que le seguían: habían recibido mucho bien del Mesías y eso era lo que debían dar a los demás.



JESÚS, ayúdanos a dar lo que hemos recibido y a darlo sin pedir nada a cambio.

Eleuterio Fernández Guzmán


5 de diciembre de 2014

Ver, poder ver

Viernes I de Adviento

Mt 9,27-31

“Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: ‘¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!’. Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’. Entonces les tocó los ojos diciendo: ‘Hágase en vosotros según vuestra fe’. Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: ‘¡Mirad que nadie lo sepa!’. Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.



COMENTARIO


Aquellos hombres que seguían a Jesús eran ciegos. Eso, hoy día, pudiera no significar mucho por la consideración que se tienen de tales personas pero en tiempos de Jesús era lo mismo que condenarlos a una lenta muerte social.

Aquellos hombres que eran ciegos confiaban mucho en Jesús. Seguramente habrían escuchado lo que hacía y estaban más que seguros que sólo el Maestro podría curarlos. Y tal es su confianza que lo llaman Hijo de David que es lo mismo que decir que era el Mesías.

Y Jesús, que nunca se puede resistir a quien tiene fe los cura. Pero les pide un imposible: que no digan nada. Ellos, al contrario, sólo puede agradecer tal merced y tan gran gracia proclamando a los cuatro vientos qué había pasado y Quién los había curado.








JESÚS, ayúdanos a ver, sé Tú nuestros ojos del corazón.

Eleuterio Fernández Guzmán


4 de diciembre de 2014

Cumplir con la voluntad de Dios



Jueves I de Adviento

Mt 7,21.24-27

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina’”.


COMENTARIO

S bien cierto que tanto en tiempos de Jesucristo como ahora mismo, aquellos que le seguían, sus discípulos, podían tener por buenas sus oraciones y sus invocaciones a Dios Padre. Sin embargo, como bien dice el Hijo de Dios eso no es suficiente pues hay que cumplir la voluntad del Todopoderoso.

Jesús abunda en ejemplos para que eso se entienda. Está la actitud de quien cree que hace las cosas bien y construye su espíritu sobre material poco resistente, con oraciones que creen llegar a Dios pero que, por ejemplo, están faltas de verdadera caridad. Tales personas no triunfarán en cuanto a su relación con Dios.

Hay, sin embargo, otra forma de actuar: hacer las cosas de acuerdo a la voluntad de Dios y construir nuestra vida sobre la Roca que es Cristo. Así añadiremos, al Señor, Señor, el cumplimiento de la voluntad del Creador.


JESÚS,  ayúdanos a construir sobre Ti.

Eleuterio Fernández Guzmán


3 de diciembre de 2014

Conscientes del poder de Dios


Miércoles I de Adviento


Mt 15,29-37

En aquel tiempo, pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y Él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. 

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: ‘Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino’. Le dicen los discípulos: ‘¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?’. Díceles Jesús: ‘¿Cuántos panes tenéis?’. Ellos dijeron: ‘Siete, y unos pocos pececillos’. El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas
”.



COMENTARIO

Jesús curó a muchos. Eso lo sabemos más que bien porque lo hemos leído muchas veces en las Sagradas Escrituras. Y curó de dolencias físicas y espirituales. Y por eso allí donde iban muchos acudían a ser curados. Además, por eso, glorificaban a Dios porque se daban cuenta de que había enviado al Mesías.

Pero Jesús, al parecer, nunca tenía bastante con lo que hacía. En cualquier ocasión que podía se ponía al servicio de todos. Y en aquella ocasión la cosa era bien difícil pues eran muchos y disponían de muy poco.

Pero Dios nunca abandona a quien necesita ayuda y eso mismo hace en tal ocasión. Y es que Jesús da gracias a Dios y le pide tal merced. Por eso, precisamente por eso, sobraron… incluso sobró después de que comieran tanto porque para Dios nada hay imposible.




JESÚS, ayúdanos a ser conscientes del poder de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán


2 de diciembre de 2014

Darse cuenta de lo que es importante


Martes I de Adviento


Lc 10,21-24

En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’. Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: ‘¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’”.

COMENTARIO

Jesús bendice a Dios o, lo que es lo mismo, le da gracias porque sabe que el Creador siempre quiere lo mejor para su descendencia. Y entre lo mejor está, sin duda alguna, aquello que tiene relación con el conocimiento de lo verdaderamente importante.

Cuando Jesús dice que sólo Él conoce al Padre no dice nada exagerado. Y tal es así porque hasta que el muere no baja al limbo de Abrahám para salvar a los justos que habían muerto antes de su llegada al mundo. Entonces, pues, en aquel momento en el que Jesús habla, nadie ha ido al Cielo como lo entendemos que se produce desde que Cristo abrió su puerta tras su muerte.

No es de extrañar que Jesús entienda que los que le oyen deben gozar por aquello que están viendo y que muchos otros, profetas incluidos quisieron ver y no pudieron. 
                                                                                                          


JESÚS, ayúdanos a ser del grupo de los que comprenden lo verdaderamente importante.

Eleuterio Fernández Guzmán


1 de diciembre de 2014

Fe , ¡la fe!



 Lunes I de Adviento


Mt 8,5-11

En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaún, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: ‘Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos’. Dícele Jesús: ‘Yo iré a curarle’. Replicó el centurión: ‘Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace’. 

Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: ‘Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos
’”.


COMENTARIO

Aquellos momentos en los que Jesús veía que había fe en la persona que se le acercaban debieron ser de mucho gozo para el Hijo de Dios. Y lo debieron ser porque comprobaba como en otros muchos se mostraba, precisamente, la poca fe que se tenía.

Aquel centurión, como se suele decir, era la excepción que, por desgracia, confirmaba la regla: tenía tanta fe que acudió a Jesús y se sometió a su voluntad sin necesitar que el Maestro entrase en su casa. Tal era la confianza que tenía.

Y Jesús no puede, por menos que curar al criado que tenía tan buen defensor. Y entonces suelta la bomba escatológica: muchos, que no eran del pueblo judío iban a salvarse… ¡Aleluya!







JESÚS, ayúdanos a ser de los que tiene fe en Dios, en el Espíritu Santo y en Ti mismo.

Eleuterio Fernández Guzmán


30 de noviembre de 2014

¡Velar, siempre velar!


Mc 13, 33-37

’Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.  Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena  al portero que vele;  velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!’”

COMENTARIO

Jesús continúa insistiendo acerca de la necesidad de velar por aquello que nos conviene y que no es otra cosa que la vida eterna por la que debemos suspirar y, por tanto, actuar en consecuencia.

Es bien cierto que no sabemos cuándo seremos llamados por Dios. Y, por eso mismo nuestra preparación ha de ser continua. Una verdadera confesión de fe que nos ayude a presentarnos ante Dios de una forma adecuada.

¡Velemos! Debemos velar siempre porque, de otra manera, con toda seguridad nos sorprenderá Dios con el espíritu dormido y, entonces, será el llanto y el rechinar de dientes pero ya nada tendrá remedio.


JESÚS,  ayúdanos a velar por nuestro propio bien.

Eleuterio Fernández Guzmán