7 de junio de 2014

Sábado VII de Pascua


Jn 21,20-25

"En aquel tiempo, volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: 'Señor, ¿quién es el que te va a entregar?'. Viéndole Pedro, dice a Jesús: 'Señor, y éste, ¿qué?'. Jesús le respondió: 'Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga'. 

Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.


COMENTARIO

Jesús les había dicho qué iba a pasar con su vida. Y pasó, exactamente, aquello que había dicho. Pero ahora, resucitado, les enseñaba acerca de lo que tenían que hacer en el futuro. Alguno de ellos, sin embargo, no tenía muy claro que eran hermanos en la fe. 

Pedro quiere saber qué será de Juan, aquel a quien Jesús amaba mucho y quería como a un verdadero hermano de sangre. Pedro no sabía si iba a ocupar el primer puesto entre ellos. Se preocupaba por el poder.

Pero Jesús sabe que todos son importantes y que a Pedro no debe importarle qué será de Juan. Sólo debe preocuparle seguir a Jesús y transmitir la Palabra de Dios a todo el que se encuentre. 


JESÚS, quieres que todos estemos contigo y que digamos, al mundo, que lo estamos para que el mundo te conozca. Ayúdanos a no olvidarlo nunca. 



Eleuterio Fernández Guzmán

6 de junio de 2014

Perdonados siempre




Viernes VII de Pascua



Jn 21,15-19

"Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos y comiendo con ellos, dice Jesús a Simón Pedro: 'Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?' Le dice él: 'Sí, Señor, tú sabes que te quiero'. Le dice Jesús: 'Apacienta mis corderos'. Vuelve a decirle por segunda vez: 'Simón de Juan, ¿me amas?'. Le dice él: 'Sí, Señor, tú sabes que te quiero'. 'Le dice Jesús: 'Apacienta mis ovejas'. 

Le dice por tercera vez: 'Simón de Juan, ¿me quieres?'. Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: '¿Me quieres?' y le dijo: 'Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero'. Le dice Jesús: 'Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras'. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: 'Sígueme'".


COMENTARIO

Podemos imaginar  que Pedro no estaba muy contento con la actitud que había tenido con Jesús. Lo había traicionado no una vez sino tres, tres, veces. Y recordaba, además, que el Señor le había dicho que haría lo que hizo.

Pero Jesús lo quiere mucho.Le pregunta hasta por tres veces si lo quiere. Pedro responde que sí porque de verdad lo quiere. Así Jesús le perdona las mismas veces que él lo traicionó. Jesús aún lo ama más que Pedro al Señor. 

Es más, Jesús le profetiza su muerte, la de Pedro. Cuando sea mayor alguien, su captor lo llevará a la muerte donde, lógicamente, Pedro o querrá. Sin embargo aquella muerte sería propia gloria de Dios, para la gloria del Padre.



JESÚS, quieres a Pedro igual que a cada uno de nosotros. Ayúdanos a no traicionarte como hiciera el Príncipe de los Apóstoles.


Eleuterio Fernández Guzmán

5 de junio de 2014

Ser uno con Dios






Jueves VII de Pascua

Jn 17,20-26

“En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: ‘Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

‘Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos’.

COMENTARIO

Jesús sabe que, más mal que bien, muchos de los que le han seguido, han comprendido parte de la doctrina que les ha transmitido. Por eso no pide a Dios por ellos sino por todos aquellos que han de creen en él a lo largo de los siglos.

Jesús quiere que toda la humanidad le siga porque de tal manera será una con Dios y, así, con Él mismo. Así todos estaremos en el Hijo y el Hijo estará en nosotros. Y será así para siempre, siempre, siempre.

Jesús promete estar siempre estará con los hombres, con aquellos que dios le había dado par que los cuidara. Él ha dado a conocer el nombre de Dios a la humanidad y ha enseñado el primer Mandamiento de la Ley de Dios que es el amor.



JESÚS, quieres que no estemos separados sino que seamos uno como Tú y el Padre sois uno. Ayúdanos a no sembrar cizaña entre nosotros.




Eleuterio Fernández Guzmán


4 de junio de 2014


Miércoles VII de Pascua
Jn 17,11b-19

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: ‘Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 

Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad”.

COMENTARIO

Jesús quiere reunir, bajo sus manos y su corazón, a toda la humanidad. Por eso pide a Dios que todos seamos uno como lo son Él y el Padre. Él ha cumplido la misión que tenía encomendada y sabe que todos pueden salvarse.

Jesús sabe que el mundo odia a sus discípulos lo mismo que lo habían odiado a Él. Por eso le pide al Padre que guarde a los que le había entregado porque no ignora que el Demonio procurará alejarlos de Dios. 

La voluntad de Cristo, de Dios, es que todos sean santos. Por eso entrega su vida el Hijo del Padre y por eso pide al Padre que todos lo sean. Sabe que es difícil pero nunca pierde la esperanza en que eso sea posible.  


JESÚS, nos quieres santos a todos y que te imitemos lo más posible. Ayúdanos a que eso sea posible. 



Eleuterio Fernández Guzmán

3 de junio de 2014

Según Cristo hizo






Martes VII de Pascua

Jn 17,1-11a

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

'Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

'Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti".


COMENTARIO

Jesús, en aquel momento difícil de su vida, pide a Dios por todos aquellos que el Padre le había entregado. Sabe que quiere la vida eterna para ellos y que Él ha cumplido con la misión que Dios le había encomendado llevar a cabo.

Jesús sabe que ha hecho lo que el Padre le había mandado hacer. Ha cumplido su voluntad y ha tratado de que los que se le habían entregado por parte del Creador entendiesen lo importante de hacer lo que Dios quería que hiciesen a lo largo de su vida. 

Jesús ruega a Dios porque sabe en las dificultades en las que se van a encontrar cuando Él vuelva a donde salió para estar junto al Padre. Por eso ruega a Dios por sus hermanos los hombres. 




JESÚS, aquellos que Dios te dio (la humanidad entera) necesita de tu intercesión. Ayúdanos a pedir al Creador, también, por cada uno de nosotros. 



Eleuterio Fernández Guzmán



2 de junio de 2014

Acabar con la corrupción

        
Pablo Cabellos Llorente








          Todas las acepciones del verbo corromper indican maldad. La más suave quizá sea la situada por el DRAE  en primer lugar: alterar y trastrocar la forma de algo. Las restantes son peores: echar a perder, dañar, pudrir, sobornar, pervertir o seducir a alguien, estragar, viciar… Y así hasta oler mal que supongo se puede emplear en sentido real y figurado, aunque quizá sea más pestífero el figurado que el puro  hedor a carne podrida.

        No es infrecuente leer y hablar de corrupción política, económica, policial, de datos y hasta de jueces. Esa podredumbre es objeto de estudios variados, se establecen baremos de países o regiones más corruptos, pero el hecho es que está ahí, atravesando el ancho mundo y no parece que pongamos remedios eficaces, tal vez porque, sobre todo en los centros de poder, existen muchos intereses que impiden su extirpación. Hoy por ti, mañana, por mi. Hoy te encubro y disimulo  gritando, mañana me tapas y tú levantas la voz. Incluso sucede como en El Gatopardo, la conocida novela de Lampedusa, donde se lee que es preciso que todo cambie para que todo siga igual.

        Siempre se ha hablado de la posibilidad de que en un montón manzanas  sólo una putrefacta puede pudrirlas todas. Pero por lo que contemplamos a diario, parece dañado buena parte del montón o, al menos, en puntos esenciales de la vida pública o privada. Aunque confío en que no lleguemos al límite expresado por un taxista mexicano que apuntaba: oiga, aquí roban hasta los particulares. Sea como fuere, el tema de la corrupción es una lacra de ámbito universal, lo que, lejos de ser un consuelo, la torna aún más preocupante.

        La pregunta obvia es qué vamos a hacer para erradicarla sin emprender la gran movida para que todo siga igual. Es preciso ir al origen de lo que estraga esta sociedad nuestra. Y ese origen hay que buscarlo en el hombre mismo: en las desordenadas ambiciones personales, los excesos en la búsqueda de la propia excelencia, en la inmoderación personal para los gastos, la protesta porque deseo tener más aunque no haya de qué, el absentismo laboral injustificado, el jefe que únicamente busca resultados para salvar su pellejo, los negocios del sexo, los parados…; todo eso y más constituye la causa del trastrueque que observamos.

         Precisamos una reflexión seria y generosa para ahondar en la causa de los desvaríos humanos. Séneca afirmaba: ¿qué importa saber lo que es una recta si no se sabe lo que es la rectitud? Ésta interesa mucho porque importa el hombre, porque toda vida humana es una aventura extraordinaria que no podemos malograr por seducirla para que pierda su norte. En la obra “Cruzando el umbral de la esperanza”, Juan Pablo II afirmaba: la persona es un ser para el que la única dimensión adecuada es el amor. Somos justos en lo que respecta a una persona cuando la amamos. En este contexto, es evidente que corruptores y corrompidos no aman ni propician el amor salvo el desquiciado que se profesan a sí mismos.

        Indudablemente, escribo desde una mente cristiana, pero procuro hacerlo de modo que sea útil a una mayoría. El amor gobernado por la recta razón. Amar guarda poca relación con cifrar  la solución de nuestros problemas de corrupción en el apartamiento de los catecismos –modo grosero de referirse a algo inexistente- y un aborto con más capacidad de muertes. ¿Alguien piensa seriamente en amar a la gente de ese modo. ¿Alguien cree que seremos más humanos y juveniles cambiando el Crucificado por el Che Guevara, a quien la gente joven ya no conoce?

        El amor puede sanar muchas heridas en una humanidad rasgada por sobornos y otras perversiones. Amar es darse, es acoger la vida naciente y tener hospitalidad con quien la necesita. Amar es aceptar lo que otro nos da y hacerlo propio, como escribió Yepes Stork. Amar es respetar y reconocer la dignidad de todos, incluidos ancianos y no nacidos. Si educamos para el amor, elegiremos amorosamente, y eso hace distinta la elección. Amar es atender y comprender. También obedecer es amar, y buscar la concordia, actuar desinteresadamente, respetar las promesas, perpetuarse en un tiempo con ansia de eternidad.


        ¿No podríamos poner todos los medios en búsqueda de esa civilización del amor, que es lo más opuesto a la civilización de la podredumbre? Así la vida humana volvería a brillar con todo su esplendor aún con los errores nacidos de nuestras limitaciones. La vida sería esa aventura apasionante cantada por los poetas, celebrada por la música, inmortalizada en la pintura, reflejada en un cine moderno y atrayente, trabajada en los talleres y en las aulas. Una vida pletórica de vida, de personas con norte y brújula, un río de luz con la fuerza creativa del hombre, siempre capaz de lo mejor y de lo peor. Ha de cambiar todo para que nada siga igual,  para  despertarnos, como decía una canción italiana, con los ojos y el corazón de un niño que nunca puede traicionar.  Sólo veo realizable la poesía de la canción con los ojos de Dios.


P. Pablo Cabellos Llorente

Cuando no hay dudas de fe



Lunes VII de Pascua


Jn 16,29-33


En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: 'Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios'. Jesús les respondió: '¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo'”.



COMENTARIO

Aquellos que le escuchan más de cerca, los apóstoles, llega un momento en el que creen entender aquello que les estaba diciendo Jesús. Sin embargo, el Hijo de Dios no cree que eso sea así pues sabe que es difícil soportar lo que ha de venir y ellos sólo están gozando de lo mejor de la vida con el Maestro.

Jesús sabe lo que va a pasar. Por eso está más que seguro que aquellos que están seguros de lo que entienden, acabarán por abandonarle en el momento más difícil de su vida terrena. Y lo dejarán sólo.

Sin embargo, también sabe que resultará vencedor de la muerte y del Mal. Por eso les da ánimos pues está seguro que los van a necesitar cuando llegue el terrible momento de la muerte en la cruz. Él ha vencido al mundo y ellos también lo harán.





JESÚS, has vencido a todo lo malo: a la muerte, al mundo y a todo lo que significa. Ayúdanos a confiar siempre en ti.




Eleuterio Fernández Guzmán


1 de junio de 2014

Ir por el mundo evangelizando

Ascensión del Señor
Mt 28,16-20


En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: 'Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo'”.


COMENTARIO


Jesús, después de haber resucitato estuvo con sus discípulos hasta que llegó el momento de dejarlos y ascender a la Casa del Padre. Mientras tanto, los habia enseñado según era la voluntad de Dios acerca de sus hijos.

Pero Jesús les encomienda una misión muy importante como era decir a las gentes aquello que ellos habían vivido. Y que lo hicieran en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que era lo mismo que decirlo de las tres personas que constituían la Santísima Trinidad.

También les encomienda todo aquello que ellos habian escuchado y que Jesús había tratado de que entendiesen a lo largo de aquellos años de convivencia. Y que lo hicieran tal como Él les había enseñado.


JESÚS, querías que los que habían sido tus discípulos más allegados transmitiesen aquello que habían escuchado de ti y visto contigo. Ayúdanos, a nosotros, a hacer lo mismo ahora.




Eleuterio Fernández Guzmán