29 de marzo de 2014

Conscientes o inconscientes




Sábado III de Cuaresma


Lc 18,9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: ‘Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado’”.


COMENTARIO

La parábola que Jesús les pone ante sus corazones a los que escuchan y, ahora, a nosotros mismos, tiene mucho que ver con el comportamiento que seguimos más veces de las convenientes.

Aquel hombre, el fariseo, se cree muy buena persona porque dice cumplir con todo aquello que la ley, hecha a medida por el hombre, establece. Se cree por encima de otras personas y tiene poca, muy poca, humildad.

El otro hombre, el publicano, sabe que es un pecador. Lo sabe y se lo dice a Dios que, por otra parte, nada tiene que escuchar de nadie porque lo sabe todo. Sin embargo, aquel hombre se conoce y reconoce ante Dios como lo que es, y como lo que somos, nada de nada.




JESÚS, aquellos hombres de la parábola andaban por caminos muy distintos. Ayúdanos a seguir el camino de quien se conocía bien y se sabía pecador.





Eleuterio Fernández Guzmán


28 de marzo de 2014

La Ley de Dios. La Ley.




Viernes III de Cuaresma


Mc 12,28b-34

En aquel tiempo, uno de los maestros de la Ley se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: ‘¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?’. Jesús le contestó: ‘El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos’. 

Le dijo el escriba: ‘Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios’. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: ‘No estás lejos del Reino de Dios’. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas”.


COMENTARIO

Decir lo que era evidente no es un gran problema para quien sepa qué es lo evidente. Y aquella persona que le pregunta a Jesús no es alguien que no conozca la Ley de Dios sino que, como maestro, ha de saber todo al respecto de la misma.

El Primer Mandamiento de la Ley de Dios es amar al Creador por sobre todas las cosas. Y el segundo o, mejor, la expresión de los otros es amar al prójimo como a nosotros mismos. Eso lo sabía muy bien aquel maestro en la Ley. Otra cosa es que lo cumpliera.

Jesús le dice que aquel hombre que le pregunta no está lejos del Reino de Dios. Si dice que no está lejos es que aún no ha llegado. A lo mejor sabía Jesús que le faltaba la práctica de aquello que decía pues era probable que aquel maestro fuer partidario de los sacrificios y holocaustos que él mismo tenía como menos importantes que la mismísima Ley de Dios.




JESÚS, la Ley de Dios es clara al respecto de qué es más importante. Ayúdanos a no tergiversar nunca lo que la misma es y significa.






Eleuterio Fernández Guzmán

27 de marzo de 2014

Recoger con Cristo







Jueves III de Cuaresma



Lc 11,14-23

En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: ‘Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios’. Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: ‘Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama’”.

COMENTARIO

Los enemigos de Jesús, que eran todos aquellos que no querían entender, porque no les convenía, el mensaje que traía, buscaban cualquier ocasión para hacer que se viera que, según ellos, era persona muy peligrosa.

El caso de dominar a los demonios, propia de Dios mismo, pone nervioso a más de uno. Acusan  a Jesús de actuar por parte del Satán pero el Hijo de Dios sabe que lo que hace puede hacerlo porque tiene el poder del Creador.

Y Jesús, además, sabe que la única forma de salvarse es estar con Él. Por eso predica que quien no recoge con Él lo que hace es, en efecto, perderlo todo, desparramar. Predica ser amigo suyo porque, serlo de Dios, supone salvarse.



JESÚS, sabes que nos conviene estar a tu lado y no perdernos por ahí… Ayúdanos a no olvidar,  nunca, tan gran verdad.





Eleuterio Fernández Guzmán


26 de marzo de 2014

Lo que vino a hacer Jesús


Mt 5, 17-19 

“No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los  Cielos”.


COMENTARIO

Es bien cierto que muchos de los contemporáneos de Jesús creían que el Mesías que tenía que enviar Dios al mundo sería uno que lo fuese guerrero. Así se podría expulsar al enemigo invasor romano de la tierra elegida por Dios.

Jesús, sin embargo, sabía que su misión era muy otra. No había venido el Hijo de Dios para guerrear sino para hacer algo más simple pero, al parecer, más difícil pues mucho tuvo que hacer al respecto de la Ley de Dios.

Sabe Jesús que la Ley de Dios, que es mandato divino del Creador, no es una norma que no tenga importancia. Establecida por Quien todo lo creó y mantiene debe ser cumplida hasta el último de sus acentos. Y eso es lo que vino a hacer Jesús. Y lo hizo.


JESÚS, tenías una misión que cumplir. La Ley de Dios debía ejecutarse a pleno rendimiento entre los hijos del Creador. Ayúdanos a comprender eso.






Eleuterio Fernández Guzmán

25 de marzo de 2014

Y llegó Cristo




La Anunciación del Señor 


Lc 1,26-38

"Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: 

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo'. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: 'No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin'. 

María respondió al ángel: '¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?'. El ángel le respondió: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue'".



COMENTARIO

Aquel Ángel tenía un trabajo muy importante que llevar a cabo. Tenía que comunicar a una joven y piadosa que Dios la había escogido para Madre suya. Y eso, verdaderamente, tenía su intríngulis espiritual. 

María se turba. No es nada raro que una persona se turbe si le pasa algo así. Pero María no se turba porque tenga dudas de lo que le está proponiendo aquel enviado de Dios sino porque no sabe cómo pasará eso. 

Pero María sabe cuál es la voluntad de Dios y no se niega a ella. Cuando dice que la esclava del Señor es ella es porque sabe que ha de ser así y que no va a ser aquella joven la que se oponga a lo que quiere el Creador. Por eso se entrega toda al cumplimiento de su voluntad. 


JESÚS, tu Madre, cuando el Ángel se comunicó con ella espiritualmente sabía lo que tenía que hacer. Ayúdanos a nosotros a saberlo y a llevarlo a cabo siempre. 


Eleuterio Fernández Guzmán

24 de marzo de 2014

El Profeta y los profetas





Lunes III de Cuaresma




Lc 4,24-30


En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de Nazaret: 'En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio'.

Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó”.



COMENTARIO

Como era bien sabido por los miembros del pueblo judío, los profetas que Dios había enviado para ir marcándoles el camino hacia su Reino no habían sido bien tratados. Es más, eran muertos por causa de envidias o egoísmos humanos.

Jesús recuerda eso que no era, precisamente, del gusto de muchos de los que le escuchaban. Y pone ejemplos de cómo Dios favoreció, en diversas ocasiones, a personas que no eran judías. Y eso aún les encrespa más contra Él. La verdad no era del gusto de muchos.

Al igual que habían hecho con otros profetas, también quieren quitarse a Jesús de en medio. Quieren matarlo porque no les gusta escuchar la verdad de lo que, ciertamente, había ocurrido a lo largo de tantos siglos. Pero Jesús, que era Dios, fácilmente se libró. Aún no había llegado el momento de su muerte.
JESÚS, los que no quieren escuchar la verdad tratan de acallar a quien la dice. Ayúdanos a no ser parte del grupo de los falsos e hipócritas.




Eleuterio Fernández Guzmán


23 de marzo de 2014

Agua Viva es Cristo


 Domingo III (A) de Cuaresma


Jn  4,5-42


En aquel tiempo, Jesús llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.

Llega una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber». Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva». Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna». 
Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla». El le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá». Respondió la mujer: «No tengo marido». Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad». 
Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar». Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad». 

Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo». Jesús le dice: «Yo soy, el que te está hablando».

En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?», o «¿Qué hablas con ella?». La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?». Salieron de la ciudad e iban donde Él.

Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí, come». Pero Él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis». Los discípulos se decían unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de comer?». Les dice Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge fruto para la vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador. Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador: yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga». 

Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Cuando llegaron donde Él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras, y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo».

COMENTARIO

Agua Viva

Aquella samaritana, de un pueblo enemistado con el judío, no entendía que un judío hablase con ella con aquella naturalidad. Por eso le pide de aquella Agua, Viva, que según aquel hombre, le dará y con la que nunca tendrá sed. Se da cuenta de que se ha encontrado con el Mesías esperado.

Vida eterna para todo el que crea

Jesús quiere que en el corazón de aquella mujer entre la seguridad de que ha encontrado a Quien tanto habían esperado. Es más, a partir d entonces, ellos adoraran a Dios en la persona de Aquel que le había dado del Agua Viva que quita la sed para siempre.

Pasó haciendo el bien

Los apóstoles, cuando ven a Jesús se extrañan de todo lo que estaba pasando. Hablar con una mujer... y, además, samaritana. Seguramente luego, cuando estuvieron con Jesús en el pueblo de aquella mujer y vieron lo que hizo entendieron que, en realidad, había venido para eso. El corazón de aquellos hombres, aún de piedra, se tuvo que ablandar un poco.


JESÚS, eres Agua Viva de la que procura una falta de sed material. Eres Quien llena el corazón de lo único que vale la pena. Ayúdanos a beber de tal Agua y que siempre la queramos en nuestro corazón y en nuestra alma.




Eleuterio Fernández Guzmán