20 de octubre de 2014

Equivocarse en lo que interesa

Lunes XXIX del tiempo Ordinario


Lc 12,13-21

En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo’. Él le respondió: ‘¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: ‘Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes’.

Les dijo una parábola: ‘Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios’”,


COMENTARIO

Era de esperar que los hombres del tiempo de Jesús (como los de ahora) tuviera mucho interés por las cosas del mundo.  En realidad, ni entonces ni ahora se ha llegado a descubrir, en la totalidad de personas, lo que verdaderamente importa.

Los bienes son importantes para vivir porque sin ellos, simplemente, no se puede vivir. Otra cosa muy distinta es tenerlos como dioses particulares a los que someterse. Por eso Jesús les dice la parábola de quien estaba tan pagado de su riqueza que olvidó la única que importa.

Entre el bien material y el bien espiritual, entre los bienes y el alma, sólo vale la pena la segunda. Por eso Jesús avisa acerca de lo que importa y hay que tener en cuenta: lo material se pierde y el alma… también puede llegar a perderse.



JESÚS, ayúdanos a tener en cuenta el bien del alma.

Eleuterio Fernández Guzmán


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