27 de diciembre de 2013

Fermento de Dios


Pablo Cabellos Llorente










El Papa Francisco es tremendamente realista. Reconoce que muchos católicos no leen u olvidan enseguida la documentación elaborada por el Santo Padre o por los obispos. Pero esa consideración del ambiente no le impide cantar las verdades del barquero en la Exhortación Apostólica "Evangelii Gaudium", que él mismo considera programática. Aunque voy a detenerme solamente en la Introducción, tomo el título de un punto mucho más adelantado del escrito porque, de un modo u otro, es deliberadamente reiterativo para recordar la misión apostólica de los cristianos.
         
Efectivamente, en el n. 114, escribe: "Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio".  Desde el inicio de la Exhortación viene insistiendo en ese tema desde diversos puntos de vista.
            
Al comienzo escribe que la alegría del Evangelio llena la vida de los que se encuentran con Jesús. Sólo así, con Cristo, la Iglesia, el entero Pueblo santo, puede cumplir con su misión de mostrar al mundo el rostro de Dios. Por eso, inmediatamente comenta los riesgos del cristiano para vivir la vida recibida en el bautismo y llevarla a todas partes. El primer riesgo es nuestra propia debilidad pero, lleno de esperanza y para colmarnos de ella a todos, dice entre otras muchas cosas: "No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!" No se cansa de hacernos ver de mil maneras la Misericordia de Dios. Para volver a dejar claro el origen de nuestra fuerza, escribe con palabras de Benedicto XVI: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva".
            
Sólo así podremos ser fermento de la humanidad, no para poseerla o dominarla, sino para servir a la causa de Dios, que nunca roba nada al hombre, sino que le da todo, vela siempre por la causa del hombre, aunque en ocasiones no lo entendamos así. E inmediatamente escribe que el bien debe comunicarse. Rememora aquellas palabras que Pablo de Tarso escribe sobre sí mismo: ¡ay de mi si no anunciara el Evangelio! Y recuerda a todos que cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal. Así es, porque la acción de Dios en el hombre no destruye nada de cuanto es humano, sino que lo potencia y refuerza. Ante esa labor, la consecuencia más inmediata es la alegría del evangelizador, añadiendo con sentido del humor que quien la realiza  no puede tener cara de funeral.
            Hemos de ver, cada día con luces nuevas, la extraordinaria novedad del Evangelio, la palpitante y deslumbradora figura de Cristo, que continua vivo y activo en  quien lo busca. Me vienen a la mente unas palabras de San Josemaría, que andaba siempre impulsando a todos los hombres a ofertar a ese Jesús vivo, por el que se sintió fascinado desde muy joven, como afirmó Juan Pablo II. Me refiero ahora a estas frases: "Cristo vive. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia". El Papa escribe: "Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece".
            
Con esa clara conciencia -sin méritos propios, pero con la fortaleza de Dios-, los cristianos debemos caminar por el mundo con una ciencia que nunca falla, con la sabiduría de  que nunca ofertamos algo vetusto, ni mercancía averiada, ni tampoco triste. No descuidamos la memoria de nuestra fe, nuestra historia como pueblo, pero es una memoria agradecida que nos lanza hacia adelante, que nos mantiene siempre actuales con la perenne juventud de Dios.

           
Desde estas coordenadas, nos convoca a todos  sin exclusión alguna. A partir de ahí, Francisco traza el plan de su Exhortación programática que, abarcando muchas cuestiones actualísimas, pienso que tienen su base en lo que va escrito. De ahí parte lo que denomina "Iglesia en salida", es decir una Iglesia en la que están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de su misión evangelizadora, una nueva «salida» misionera que emplaza a todos.  El Papa ha hecho resonar con fuerza las palabras de Jesús en la parábola: salid a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis.


P. Pablo Cabellos Llorente


Publicado en Las Provincias

Y Cristo resucitó




Jn 20,2-8

“El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto’. Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.”

COMENTARIO

María de Magdala había visto que el cuerpo de Jesús no estaba donde tenía que estar que era donde lo habían dejado. No es de extrañar que se sintiera confusa y acudiera donde estaban los discípulos más allegados de Jesús y dar aquella noticia.

De entre ellos dos fueron rápidos en la acción. Tanto Pedro como Juan corrieron raudos a ver lo que decía María Magdalena que había pasado. El estado de nervios de los dos apóstoles lo podemos imaginar y, sin embargo, no duraron en ir al sepulcro de Jesús.

Pedro, llamado Simón, es el mayor de los dos. Llegó más tarde que Juan, que era más joven, pero el discípulo amado de Jesús no quiso entrar dentro del sepulcro. Pedro sí lo hizo y comprobó que, en efecto, no esta el cuerpo de Jesús. Y luego entró Juan. Y dice el texto que creyó. Creyó en todo lo que había dicho el Maestro.


JESÚS,  tus discípulos acuden a tu sepulcro porque te quieren. Ayúdanos a no olvidar nunca que resucitaste y que lo hiciste para siempre.





Eleuterio Fernández Guzmán


24 de diciembre de 2013

Anunciando el Reino de Dios



Lc 1, 67-79


Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: 'Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo. y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.'

COMENTARIO

Cuando Zacarías se da cuenta de lo que ha sucedido con su hijo y, sobre todo, con él mismo, sabe que algo muy importante ha hecho Dios por aquella familia que todos daban por desahuciada en cuanto a la descendencia se refiere.

Zacarias sabe que Jesús, aquel niño que aún no había nacido, iba a ser muy importante porque era el cumplimiento de la promesa que Dios había hecho a su pueblo. Con Él llegaba la salvación que tanto se había esperado.

Pero también tenía palabras gozosas para su hijo Juan. Profeta la llama porque, en efecto, lo será cuando llegue el momento. Y sus profecías servirán, primero, para preceder al Hijo de Dios y, segundo, para anunciar que, en efecto, había llegado Quien tanto se había esperado.



JESÚS, tu tío Zacarías sabía mucho porque mucho se le había comunicado. Ayúdanos a tener siempre presente sus palabras



Eleuterio Fernández Guzmán


23 de diciembre de 2013

Nace Juan el Bautista



Lc 1,57-66

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: 'No; se ha de llamar Juan'. Le decían: 'No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre'. Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: 'Juan es su nombre'. Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: 'Pues, ¿qué será este niño?'. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

COMENTARIO

La voluntad de Dios ha de cumplirse porque el Padre sólo quiere lo mejor para cada uno de sus hijos. Así pasa en el caso de Zacarías quien dudó de lo que le dijo el Ángel y por eso quedó mudo. Y fue así justo hasta el momento en el que se circundidó al pequeño Juan.

Todo lo que le pasó a Zacarías era conocido por todo el pueblo y, digamos, por todas las personas que tenían relación con el templo donde prestaba servicio. Pero aquel hombre, que había dudado, cumplió a rajatabla lo que le dijo el Ángel. Y le puso por nombre Juan.

Las personas que conocían a Isabel y a Zacarías comprendían que lo que había sucedido no era nada normal sino, al contrario, bastante sobrenatural. Aquel niño sólo podía estar destinado a cosas grandes porque todo, sobre su concepción y vida, era maravilloso y era, sin duda, cosa de Dios.



JESÚS, tu tío Zacarías dudó en un momento crucial para su vida y para la vida de la humanidad. Ayúdanos a no caer en la misma tentación.



Eleuterio Fernández Guzmán


22 de diciembre de 2013

El fiel José




Mt 1,18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: 'José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados'. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: 'Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: ‘Dios con nosotros’'. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.”

COMENTARIO

Es un gran misterio divino lo que le sucedió a la joven que, piadosa y fielmente, de dirigía a Dios para pedir que enviara al salvador del mundo. Por eso cuando María quedó embarazada sin haber conocido varón a piadoso José le acometieron dudas. No es extraño eso.

El Ángel del Señor, que ya había hablado con María acerca de su voluntad sobre de la de Dios (que ella no iba a negar nunca en su vida) a lo que respondió con su “fiat”, comunica a José qué era lo que iba a suceder. No le dice lo que puede sino lo que, en efecto, va a suceder.

José, que es fiel a Dios a cumple su voluntad, queda convencido con lo que le dice el Ángel. No duda, como hiciera Zacarías cuando se le comunicó que Isabel iba a tener un hijo aún siendo mayor. Y tomó a María porque ya se había desposado con ella.


JESÚS, tu Padre aceptó lo que le dijo el Ángel. Otra cosa no podía ser pues era la voluntad de Dios. Ayúdanos a ser o, al menos acercarnos, tan fieles como lo fue José.




Eleuterio Fernández Guzmán