17 de agosto de 2013

Ser como niños




Sábado XIX del tiempo ordinario


Mt 19,13-15

“En aquel tiempo, le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: ‘Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos’. Y, después de imponerles las manos, se fue de allí”.

COMENTARIO

En tiempos de Jesús los niños, junto con las mujeres, no eran muy tenidos en cuenta. Por eso era muy importante que un Maestro como Jesús los tuviera muy en cuenta.

Los discípulos adultos de Jesús actuaban como se esperaba que actuaran. Cuando los niños quieren acercarse al Maestro tratan de apartarlos de él porque creen que le van a molestar. Sin embargo, no acababan  de entender lo importante que eran y que son.

Jesús sabe que sólo quien tiene un corazón limpio y no lleno de negruras alcanzara el definitivo Reino de Dios. Los niños eran, precisamente, los que así actuaban. Y era en ellos en quienes tenían que mirarse los que, precisamente, no querían saber nada de ellos.


JESÚS,  los niños, su corazón aún limpio, son seres humanos a los que tú tienes muy en cuenta. Sin embargo, a los adultos pudiera parecernos que no comprenden y no entienden. Ayúdanos a ser, en tantas cosas, como ellos.





Eleuterio Fernández Guzmán


16 de agosto de 2013

La Ley de Dios no es la de los hombres



Viernes XIX del tiempo ordinario
Mt 19,3-12

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: ‘¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?’. Él respondió: ‘¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre’. 

Dícenle: ‘Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?’. Díceles: ‘Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio’. 
Dícenle sus discípulos: ‘Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse’. Pero Él les dijo: No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda’”.

COMENTARIO

Jesús dijo que había venido no a abolir la Ley sino, muy al contrario, a hacer que se cumpliera. Y eso es lo que trata de que sea comprendido por aquellos que le escuchan y le siguen porque una cosa es lo que los hombres habían entendido por Ley de Dios y otra, muy distinta, lo que en realidad era.

Jesús pone muchos ejemplos para explicar el sentido verdadero, exacto y cierto de la Ley de Dios. El divorcio no es entendido por Dios porque lo que ha unido el Creador no puede separarlo el hombre. Decir esto estaba muy en contra de lo que se sostenía en el pueblo elegido por el Todopoderoso.

Pero, además, la condición de célibe para seguir a Cristo no es que no fuera bien vista sino que la tenían por muy difícil Por eso Jesús les dice que sólo quien tenga gran fe puede pasar por la situación de no contraer matrimonio para darlo todo por Él y por Dios mismo.

JESÚS,  les explicas a lo que te escuchan que cumplir con la Ley de Dios no es lo mismo que hacer lo propio con la de los hombres. Ayúdanos a ser fieles a Dios y no a las manipulaciones de los que puedan tergiversar la Ley divina.



Eleuterio Fernández Guzmán


15 de agosto de 2013

María, magnífica servidora






La Asunción de María

Lc 1,39-56

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’.

Y dijo María: ‘Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.”

COMENTARIO

No dudó María ni un solo instante en acudir donde vivía su prima Isabel. Sabía que una mujer de edad avanzada y que había quedado embarazada necesitaba ayuda. Y lo deja todo para acudir allí, donde era necesitada.

El Espíritu Santo sopla al oído de Isabel: aquella mujer, prima tuya, lleva al Hijo de Dios en su seno. Por eso salta Juan el Bautista, así sería llamado y tal sería su oficio espiritual. Y la llama bendita entre las mujeres porque, en efecto, lo es: María, la bendita de Dios.

Proclama María la oración magnífica en la que pone en verdad la actuación de Dios con su pueblo. Y que ella ha sido especialmente elegida por el Creador. Bienaventurada María, así llamada por todas las generaciones sucesivas. Dios, en efecto, hizo maravillas en ella y a través de ella.

JESÚS,  tu madre sentía necesidad de servir a quien la necesitaba. Era buena hija de Dios y fiel en sus pensamientos y acciones. Ayúdanos a amarla como se merece.





Eleuterio Fernández Guzmán


14 de agosto de 2013

Cristo entre nosotros



Miércoles XIX del tiempo ordinario


Mt 18,15-20

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’”.


COMENTARIO

Corregir al hermano en la fe que se ha equivocado en algún aspecto espiritual es obligación importante de cada hijo de Dios. Por eso Jesús recomienda lo que llamamos corrección fraterna. Vale la pena actuar así porque es posible corregir tales errores antes de que vayan a más.

Pedir algo a Dios es fácil. Es decir, cualquier hijo de Dios sabe que puede dirigirse al Padre cuando necesita algo porque sabe que será escuchado y que le concederá aquello que le pide si es que le conviene. Pero hacerlo en compañía de otro creyente supone manifestar una perseverancia muy a tener en cuenta.

Jesús dijo que siempre estaría con nosotros hasta el fin del mundo. Por eso ha de advertir que no estamos solos y que siempre que dos, o más de sus hermanos en la fe, se encuentre reunidos en el nombre del Hijo de Dios, Él está en medio de ellos, en medio de nosotros. Y así lo creemos.


JESÚS, permaneces con nosotros muy a pesar de que, en demasiadas ocasiones, pudiera parecer que no lo creemos.





Eleuterio Fernández Guzmán


13 de agosto de 2013

Ser como Dios quiere que seamos






Martes XIX del tiempo ordinario

Mt 18,1-5.10.12-14

“En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: ‘¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?’. Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: ‘Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños’”.


COMENTARIO

En tiempos de Jesús los niños no eran muy tenidos en cuenta. Como no servían, aún, para trabajar, poco se les miraba como personas. Sin embargo, Jesús sabía que el corazón de ellos estaba limpio de todo lo que los adultos tenían y, por eso los tenía muy en cuenta y recomendaba mucho ser como ellos.

No se debía, por lo tanto, despreciar a los niños porque era como despreciar la voluntad de Dios. Es más si sus ángeles ven continuamente el rostro del Creador es que, sin duda alguna, el Todopoderoso los tiene muy en cuenta.

Es más, Jesús sabe que quien no estuviera cerca de Dios podía ser recuperado para el Padre y para su definitivo Reino. Para eso había venido al mundo el Hijo de Dios y por eso mismo debía ser escuchado y atendido.


JESÚS, la inocencia de los niños lo es porque aún no está pervertido su corazón. A tal corazón, aún libre de tantos males, debemos parecernos. Sin embargo, es más que cierto que no siempre nos conviene eso porque estamos más que seguros de que somos mejores…





Eleuterio Fernández Guzmán


12 de agosto de 2013

La Verdad es la verdad




Lunes XIX del tiempo ordinario
Mt 17, 22-27

“En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: ‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará’. Y se entristecieron mucho. 

Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: ‘¿No paga vuestro Maestro el didracma?’. Dice él: ‘Sí’. Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle: ‘¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?’. Al contestar él: ‘De los extraños’, Jesús le dijo: ‘Por tanto, libres están los hijos. Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca y encontrarás un estárter. Tómalo y dáselo por mí y por ti’.


COMENTARIO

Jesús iba preparando a los que le seguían más de cerca sobre lo que iba a pasar. Profetiza acerca de su muerte y eso, como era de esperar, entristece a los que le siguen porque ellos lo ven como un gran Maestro y no quieren la muerte de aquella esperanza.

Jesús dice la verdad. No trata de ser políticamente correcto o de tratarlos con el respeto humano de qué dirán si digo esto o lo otro. Él quiere que de sus labios no salga más que la verdad porque es la Verdad.

Jesús cumple, sin embargo, con las leyes. No había venido a derogar no ya la Ley de Dios sino, siquiera, la de los hombres. Por eso paga aquel impuesto que le exigen para tentarlo para ver si se niega y, así, acusarlo. Incluso, en esto, Jesús es ejemplo.


JESÚS, por mucho que se entristecieran aquellos que te seguían, lo bien cierto es que les dijiste la verdad. Ayúdanos a aceptar aquello que nos tenga reservado Dios para nuestras existencias.



Eleuterio Fernández Guzmán


11 de agosto de 2013

La luz de la fe – Lo que Dios nos tiene preparado









“Si el hombre de fe se apoya en el Dios del Amén, en el Dios fiel (cf. Is 65,16), y así adquiere solidez, podemos añadir que la solidez de la fe se atribuye también a la ciudad que Dios está preparando para el hombre. La fe revela hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos. No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable”.  El número 50 de “Lumen fidei” resume, muy bien, el sentido mismo de la encíclica escrita por Benedicto XVI y Francisco. La fe nos ayuda a tener una vida acorde con la voluntad de Dios. Es, sin embargo, equivocado, creer que la fe es algo interno, propio del corazón del creyente y que poco tiene que ver con la realidad propia de la vivencia en sociedad del hijo de Dios. Al contrario es la verdad: la fe da solidez al comportamiento humano de quien la tiene y, en efecto, las relaciones humanas son, simplemente, mejores cuando la fe guía la vida de una persona.
Por eso, por estar en sociedad el creyente católico y por tener, por lo tanto, que comportarse en ella de una forma creíble como creyente, la encíclica se refiere tanto al bien común, a la familia a lo que supone para la vida en sociedad tenerla y ponerla en práctica.
Así, en el número 54 se dice que “Asimilada y profundizada en la familia, la fe ilumina todas las relaciones sociales. Como experiencia de la paternidad y de la misericordia de Dios, se expande en un camino fraterno. En la « modernidad » se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad. Poco a poco, sin embargo, hemos comprendido que esta fraternidad, sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir. Es necesario volver a la verdadera raíz de la fraternidad. Desde su mismo origen, la historia de la fe es una historia de fraternidad, si bien no exenta de conflictos”.
Pero la fe tiene mucho, pero que mucho, que ver con aquello que, para el creyente, es tribulación, dolor, sufrimiento. La fe nos viene la mar de bien, como parte de su propia esencia, para superar, sobrenadar (como diría el beato Manuel Lozano Garrido, Lolo) la tribulación, el mismo dolor y el máximo de sufrimiento. Por eso nos dicen los autores de “Lumen fidei” (n. 57) que “El sufrimiento nos recuerda que el servicio de la fe al bien común es siempre un servicio de esperanza, que mira adelante, sabiendo que sólo en Dios, en el futuro que viene de Jesús resucitado, puede encontrar nuestra sociedad cimientos sólidos y duraderos. En este sentido, la fe va de la mano de la esperanza porque, aunque nuestra morada terrenal se destruye, tenemos una mansión eterna, que Dios ha inaugurado ya en Cristo, en su cuerpo (cf. 2 Co 4,16-5,5). El dinamismo de fe, esperanza y caridad (cf. 1 Ts 1,3; 1 Co 13,13) nos permite así integrar las preocupaciones de todos los hombres en nuestro camino hacia aquella ciudad « cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios » (Hb 11,10), porque « la esperanza no defrauda » (Rm 5,5).”
Sufrir, por lo tanto, es más que posible que no lo evitemos a lo largo de nuestra existencia (no olvidemos que peregrinamos por un valle de lágrimas con final en el definitivo Reino de Dios o eternidad) pero sí es posible no caer en desesperanza con ayuda de la fe, no olvidar lo que somos (hijos de Dios… ¡y lo somos! como dice san Juan en su Primera Epístola, en 3, 1) y, al fin, salir airosos de los problemas por los que podamos pasar a lo largo de nuestra vida de hermanos de Cristo e hijos de María, Madre.
Por otra parte, termina “Lumen fidei”, en su número 60, con una oración dirigida a la Virgen María a la que llama, con verdad, “madre de la Iglesia y madre de nuestra fe”. Dice lo siguiente:
“¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.”
Nada mejor, pues, que pedir que la fe no se anquilose en nuestro corazón sin que aumente la misma y nos proporcione una existencia digna de ser llamada propia de los hijos de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Análisis Digital

Lo que algunos pretenden
















El Papa Francisco ha supuesto, para muchos creyentes, una especie de solución para muchos de los “problemas” espirituales que tenían. No encontrándose bien en el seno de la Esposa de Cristo porque tiene por malas o negativas muchas de sus doctrinas, han tenido por muy buena la elección del que fuera Arzobispo de Buenos Aires.

En realidad, tales creyentes no podían saber nada de cómo era el nuevo Papa hasta que ha actuado. Pero lo que ha pasado es que se han basado en determinados gestos hechos por el Santo Padre para lanzar las campanas al vuelo y pensar que, en efecto, ahora ha llegado el momento del “cambio” para la Iglesia católica.

Sin embargo, ¿qué es lo que se pretende con eso?

Muchos católicos, seguramente, no se dan cuenta de lo que supondría, para el simple funcionamiento espiritual de la Esposa de Cristo, que se aceptaran las tesis de los católicos que, de forma continua, se han opuesto a la doctrina de la Iglesia católica y han manifestado que lo les gusta, nada de nada, lo que en ella pasa.

Pues bien, podemos imaginarnos qué pasaría al sentido propio de la Iglesia católica si la misma aceptara:

-El aborto

-El divorcio

-La ideología de género

-La manipulación genética

-El sacerdocio femenino

Y así podríamos estar un buen rato porque lo que se pretende es, sencillamente, cambiar de tal forma a la Iglesia católica que no sea, no ya la misma, sino que no tenga nada que ver con aquella que fundara Jesucristo y entregara las llaves de la misma a un tal Pedro que le había traicionado tanto, tanto, tanto.

Nadie debería caer en la trampa de dejarse llevar por aquellos que, como lobos con piel de oveja, quieren, hacen como que quieren, defender a la Esposa de Cristo pero, a la vez, la atacan por todos los flancos posibles y esperan el momento de asestar el golpe definitivo para que deje de ser lo que es. Y han fijado, tales (supuestos) creyentes su mirada en el Papa Francisco para que haga lo posible (a lo mejor en silencio) para que las cosas “cambien” según quieren que cambien.

Lo que algunos pretenden, por lo tanto, es dinamitar todo el edificio eclesial. Y así actúan porque tienen, y lo manifiestan, una voluntad clara y bien determinada y que es, ni más ni menos, aquella que consiste en sembrar cizaña para que cale entre los pequeños en la fe y, así, dañar a las piedras vivas que forman el edificio que, al fin y al cabo, es la Iglesia católica.

No dejemos, nunca, de orar pidiendo a Dios que otorgue luz al corazón de aquellos que no saben, en realidad, qué son en el seno de la Iglesia católica y dejen de buscar extrañas primaveras eclesiales.

Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Lo que vale la pena



Domingo XIX (C) del tiempo ordinario
Lc 12,32-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre’. 
Dijo Pedro: ‘Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?’. Respondió el Señor: ‘¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más’”.

COMENTARIO

Jesús siempre nos recomienda lo mejor para nosotros y para nuestra vida futura. No nos conviene, por ejemplo, acumular en este mundo sino, mejor, para el que tiene que venir pues en este la polilla lo corroe todo y en el definitivo Reino de Dios nada corroe lo que se ha acumulado.

Podemos optar entre hacer lo que nos conviene o lo que no nos conviene. No nos conviene hacer como si, primero, Dios no nos viese y, segundo, como si Jesucristo no tuviera que venir otra vez para juzgar a vivos y a muertos.

Nos conviene, al contrario, estar preparados para cuando seamos llamados al Tribunal de Dios. Lo podemos ser ahora mismo y, por eso, nada mejor que estar siempre a punto para contestar a lo que se nos pueda preguntar pues, además, se nos va a pedir tanto como se nos haya entregado.


JESÚS,  sabes que es más conveniente para nosotros hacer las cosas según la voluntad de Dios. De ello depende nuestra vida eterna. Por eso es triste darse cuenta de que no siempre la seguimos o, a lo mejor, nunca.



Eleuterio Fernández Guzmán