4 de julio de 2013

La fe y la increencia








Jueves XIII del tiempo ordinario

Mt 9,1-8

“En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: ‘¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados’. Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: ‘Éste está blasfemando’. Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: ‘¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’’. Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

COMENTARIO

Muchos de los que seguían a Jesús lo hacían porque querían ver algo extraordinario; otros porque, de verdad, tenían confianza en Él y sabían que era un Maestro muy especial.

Aquellos hombres que llevan al amigo saben que Jesús es el único que puede hacer algo por él. Por eso hacen lo posible y lo imposible para que aquel enfermo que está postrado en una camilla pueda ser atendido por el Hijo de Dios.

Cuando Jesús dice que sus pecados le son perdonados, los “buenos oficiales” se molestan. Si sólo Dios puede perdonar pecados ¿cómo aquel hombre hace eso? En realidad no sabían lo que venía después porque la curación del paralítico demostraba que, en efecto, Jesús era el Mesías.


JESÚS,  tener confianza absoluta en Dios es algo esencial para el hijo del Creador. Cuando lo la tenemos no podemos quejarnos de lo que pueda pasarnos.





Eleuterio Fernández Guzmán

3 de julio de 2013

Creer sin ver




 

Jn 20,24-29

“Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor’. Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré’.



Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros’. Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente’. Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío’. Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído’”.


COMENTARIO

Para quien tiene un pensar materialista las cosas de la vida son la mar de fáciles: cree lo que ve, lo que puede tocar o, en todo caso, se puede demostrar; lo demás, lo tiene como imposible y propio de mentes extraviadas y que no están a lo que tienen que estar.

Jesús sabe que Tomás necesita aprender algo que es muy importante. Cuando, de nuevo, se presenta ante sus discípulos más allegados, aquel que dijo que no creía sino veía y tocaba no tuvo más remedio que exclamar que su Señor era, en efecto, su Señor y su Dios.

Jesús, en aquel exacto y justo momento, expresa en pocas palabras el verdadero sentido de la fe: tiene fe quien cree sin haber visto porque pone su confianza en Dios. Sólo así se tiene fe: sabiendo que Dios es nuestro Padre y que nos basta con saberlo pues provee lo que es necesario para nosotros.


JESÚS, tener confianza en Ti es esencial porque es tenerla en Dios mismo. Por eso no es fácil explicar las razones por las cuales no siempre parece que la tengamos.






Eleuterio Fernández Guzmán

2 de julio de 2013

Confiar, totalmente, en Dios





Martes XIII del tiempo ordinario

Mt 8,23-27

“En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!’. Díceles: ‘¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?’. Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: ‘¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?’”.

COMENTARIO

Aquellos hombres que seguían más de cerca estaban siempre con Jesús. Confiaban en Él pues Él había confiado en ellos y por eso los eligió. Pero, lo bien cierto es que aún no habían comprendido tantas cosas...

Aquellos hombres tenían miedo. No era nada raro que, ante una tempestad que podías costarles la vida manifestasen a Jesús que era muy importante que se despertara porque, de otra forma, sus vidas podían no valer nada.

Confiaron poco en Jesús en aquella ocasión. Y el Hijo de Dios, sabiendo que podía controlar aquella situación con facilidad les dice la verdad: tienen poca fe porque, de otra forma, harían superado fácilmente el miedo.



JESÚS, confiar en Ti es esencial para un discípulo tuyo. Pero confiar en todas las circunstancias y, así, en la Providencia de Dios. Sin embargo, en muchas ocasiones somos como aquellos apóstoles.





Eleuterio Fernández Guzmán

1 de julio de 2013

Seguir a Cristo







Lunes XIII del tiempo ordinario

Mt 8,18-22

“En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: ‘Maestro, te seguiré adondequiera que vayas’. Dícele Jesús: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. Otro de los discípulos le dijo: ‘Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre’. Dícele Jesús: ‘Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos’.

COMENTARIO

Incluso aquellos más preparados en cuanto al conocimiento de la fe querían seguir a Jesús. En verdad era lógico que así fuera porque tales personas sabían, mejor que nadie, que aquel Maestro era mucho mejor que el resto de maestros.

Jesús pone condiciones. No es fácil seguir a Cristo y ser discípulo suyo. Al parecer, algunos creían que serían como seguir a otro maestro cualquiera: ora se estaba con el, ora se acudía a sus negocios o a sus propias cosas.

Es bien cierto que el seguimiento del Hijo de Dios es exigente. Lo es porque lo que entrega a quien lo siga no es una cosa cualquiera o cualquier tipo de parabién mundano. No. Lo que Jesús entrega es la misma vida eterna y por eso todo lo anterior hay que dejarlo atrás. Y no hay otra forma de seguir, de verdad, al Hijo de Dios.





JESÚS,  seguirte a Ti es importante. Es más, es lo más importante que hay en nuestra existencia. Por eso, en demasiadas ocasiones, no actuamos como debemos actuar para hacer lo propio




Eleuterio Fernández Guzmán

30 de junio de 2013

Seguimiento de Cristo






Domingo XIII (C) del tiempo ordinario

Lc 9,51-62

“Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?’. Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, uno le dijo: ‘Te seguiré adondequiera que vayas’. Jesús le dijo: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. A otro dijo: ‘Sígueme’. Él respondió: ‘Déjame ir primero a enterrar a mi padre’. Le respondió: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios’. También otro le dijo: ‘Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa’. Le dijo Jesús: ‘Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios’”.

COMENTARIO

Muchos creían que seguir a Jesús era cosa fácil y que bastaba con seguirlo por los caminos de Israel. No contaban, sin embargo, con la exigencia espiritual que encerraba tal seguimiento.

Jesús sabe que para seguirlo de verdad hay que abandonar todo el pasado que se tiene. No cabía tibieza alguna a tal respecto e, incluso, si se caía en tal tibieza a causa de lo que tanto se amaba. Era Dios o nada. Y nada, para el hombre, significa nada de nada.

No hay que mirar atrás. Con esto Jesús les quería decir, y nos quiere decir, que el pasado espiritual que tenemos antes de ser discípulos suyos, del Hijo de Dios, ha de quedar definitivamente atrás. No se puede querer el vino nuevo pero conservarlo en odres viejos porque el vino nuevo quiere, necesita, un odre nuevo.


JESÚS, seguirte a Ti supone ser discípulo con todas las consecuencias. Ayúdanos a ser fieles a la promesa que hacemos de estar con el Hijo de Dios siempre.





Eleuterio Fernández Guzmán