15 de junio de 2013

Creer, hoy día, en Jesús y creer en Cristo

 




Quizá el título de este artículo pueda resultar un tanto curioso o producir extrañeza. Es cierto que se suele decir que se cree en Jesucristo. Sin embargo, muchas veces lo que, en realidad, se hace, es estar de acuerdo con Jesús-hombre, pero no se siente lo mismo por Jesús-Dios, como separando una realidad de otra.

Pero, ¿cómo es posible creer en Jesús y no en Cristo?

Pues, por ejemplo, se cree en Jesús, en exclusiva, cuando se incardina su vida entre los hombres como si no tuviese más misión que la de ser hombre, alejada su realidad de la divinidad sustancial que lo sustentaba pues por mucho Reino de Dios que trajera se cree, quien así lo haga, que Dios es otro.
Por ejemplo, se cree en Jesús, en exclusiva, cuando se pretende hacer de su humanidad el eje de un mensaje como si fuera motu propio ajeno a su verdadera naturaleza.

Por ejemplo, se cree en Jesús, en exclusiva, cuando, desde su postura doctrinal tendente a hacer efectiva la Ley de Dios se entiende, con eso, que no era Dios sino que venía de su parte, a dar efectividad a lo que había establecido el Creador y que no se cumplía.

Por ejemplo, se cree en Jesús, en exclusiva, cuando de su defensa del pobre, del desvalido y del excluido social se hace bandera partidista como si el hecho de haber comido, y hablado, con ricos, no fuera para amonestar su actuación (ahí tenemos a mal llamado Epulón, el de la parábola de Lázaro) y sólo lo hubiera hecho para denunciar, de una forma quasi revolucionaria, su inservible ser social.

Por ejemplo, se cree en Jesús, en exclusiva, como hombre, cuando se oculta el misterio de su ser bajo el pretexto de la historicidad de su persona y se trata de escamotear la propia divinidad que, como Dios, tiene y se hace ver y pensar que una cosa es la humanidad de Jesús y otra la divinidad de Dios, olvidando todo lo dicho en Concilios como el de Calcedonia y el de Éfeso (sobre la confesión a uno solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo en el primero de ellos y la imposibilidad de atribuir a dos personas o dos hipóstasis en el segundo de ellos) porque, claro, ya sabemos que lo hacía y decía la “jerarquía de la Iglesia” con lo cual, por supuesto, para algunos díscolos discípulos de Jesucristo, es razón más que suficiente para no tener en cuenta nada de lo que dijeran entonces.

Sin embargo, se cree en Jesucristo, Emmanuel, cuando se reconoce que su vida entre hombres lo fue como expresión de la voluntad de Dios que, encarnándose en Jesús, quiso vivir entre sus hijos, como un igual pero sin dejar de reconocer (el Mesías) Quien era y, claro, sin poder atribuírsele pecado alguno.

Además, se cree en Jesucristo, Emmanuel, cuando se comprende y se acepta que su humanidad lo es en el ejercicio de una misión centrada en la constitución de la Iglesia como transmisora de aquella y como fiel heredera y difusora de sus sacramentos.

Además, se cree en Jesucristo, Emmanuel, cuando se entiende que su apoyo al pobre no es un escabel sobre el que subirse para defender posturas o opiniones políticas causantes de la separación contra la que siempre luchó Jesús y para cuya solución planteó, al Creador, aquel “para que sean uno como nosotros” que recoge San Juan en su Evangelio (17, 11) y que el Beato Juan Pablo II meditó en su Carta Encíclica Ut Unum sint, por eso apostillada con referencia al “Empeño Ecuménico”.

Por eso, se cree en Jesucristo, Emmanuel, cuando se es capaz de asimilar que, independientemente de su forma humana, Jesús tenía conciencia de ser Dios, así lo entendía y así lo hizo ver con actos y palabras a lo largo de su vida, conocida, como pública.

Por eso, se cree en Jesucristo, Emmanuel, cuando, dejando de lado toda visión mundana del Hijo de Dios, se confía, se entrega, nuestra confianza, en Aquel que perdona porque es Dios; en Aquel que se entregó para que fuésemos justificados.

Y así podríamos estar mucho rato porque las cosas de la fe son como son y no como a algunos les gustaría que fuesen. Pero, por desgracia, la utilización de la fe, hoy día es, muchas veces, así y aunque el Sagrado Corazón de Jesús seguro que perdona algunos pensamientos, no está mal presentarlos para que se sepa que hay más de un hermano en la fe que está bastante equivocado.

Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Soto de la Marina

Exacta Ley de Dios

  
Sábado X del tiempo ordinario

Mt 5,33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘Habéis oído también que se dijo a los antepasados: ‘No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos’. Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’: que lo que pasa de aquí viene del Maligno’”.


COMENTARIO

La Ley de Dios, como muchas otras veces demuestra Jesús, es muy distinta de lo que muchos de sus contemporáneos, y a lo largo de los siglos desde que fue dada, creían. No pocas cosas eran distintas.

Jurar por Dios o, en su defecto, por cualquier otra realidad, era práctica común (incluso hoy lo es). Sin embargo, Jesús sabe que no está ni siquiera medio bien, hacer eso. Prescribe no jurar nunca, ni por Dios ni por nada de nada pues cada realidad tiene su fin determinado por el Creador.

Pero Jesús, en este diálogo, establece las bases de lo que es el verdadero comportamiento cristiano: la verdad es la verdad. No hay, por lo tanto, que tergiversarla y cuando una realidad se adecua a la verdad, no hay que cambiarla; cuando no se adecua, no hay que hacer como si se adecuara.



JESÚS,  donde es sí, ha de ser sí y donde es no, ha de ser no. Eso, que es tan sencillo de entender, es tan difícil de llevar a cabo…





Eleuterio Fernández Guzmán


14 de junio de 2013

La verdadera Ley de Dios


Viernes X del tiempo ordinario

Mt 5, 27-32

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.

‘También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio’. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio».

COMENTARIO

La Ley de Dios no es, ni como los hombres querían que fuera en el tiempo de Jesús ni como los de ahora queremos que sean. Es como es y, por eso mismo, su Hijo ha de hacerla cumplir o, al menos, que entiendan cómo es.

Jesús siempre va más allá de lo común. Por eso se preocupa de que comprendamos que par entrar en el definitivo Reino de Dios debemos podar todo aquello que nos sobra porque ni lo hacemos limpios no podremos entrar en él. Todo pecado, pues, ha de ser limpiado.

Jesús dijo que lo que había unido Dios no podía separarlo el hombre. Dice, por tanto, la verdad cuando entiende, yendo más allá del común pensar, que no cabe divorcio porque sería actuar contra la expresa voluntad de Dios que estableció que un hombre y una mujer se unieran para ser una sola carne y lo hicieran mediante el matrimonio.


JESÚS, la ley de Dios no siempre nos conviene. Por eso enseñas cuál es de verdad y no lo que creemos, a nuestra conveniencia, que es. Pero, lo bien cierto, es que no solemos tener en cuenta lo que nos dices.





Eleuterio Fernández Guzmán


13 de junio de 2013

La verdadera Ley de Dios






Jueves X del tiempo ordinario

Mt 5,20-26

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

‘Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.

‘Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo’”.

COMENTARIO

Sabía Jesús que era muy importante aleccionar a sus discípulos acerca de lo que era verdad y lo que no lo era pero, sobre todo, que aprendieran que aquellos que se decían conocedores de la Ley de Dios no lo eran tanto.

La Ley de Dios va más allá de los preceptos que, incluso divinos, nos dicen lo que tenemos que hacer.  Ahonda más en las virtudes y en lo que es importante hacer, decir y pensar. Por ejemplo, en el caso de la muerte. Es muy malo matar pero también hay formas de hacerlo lo mismo con una persona.
La paz, también, en el más amplio sentido, es muy querida por Dios y, por eso mismo, por Jesús. La paz se ha de fomentar porque es la única manera de que el amor cunda entre los hijos de Dios. De actuar de otra forma no es, precisamente, hacer lo que el Creador quiere que hagamos.


JESÚS, es más que cierto que la verdadera Ley de Dios no era muy tenida en cuenta por tus contemporáneos. Imagínate lo que hacemos con ellas los creyentes de ahora…





Eleuterio Fernández Guzmán


12 de junio de 2013

Que se cumpla la Ley de Dios





Miércoles X del tiempo ordinario

Mt 5,17-19

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos’”.

COMENTARIO

Muchos de los que vivían en tiempos de jesús querían que el Mesías que tenía que venir tenía que ser guerrero, luchar contra el enemigo invasor romano e implantar un fuerte reino de Israel. Sin embargo, aquel hombre, Jesús, no tenía tales intenciones.

Que se cumpliera la Ley de Dios era lo más importante. Por eso no había venido Jesucristo a poner otra norma nueva que no fuera la divina establecida por su Padre. Muy al contrario era la verdad: cumplimiento absoluto de la misma antes que otra cosa.

Jesús les dice algo que debían ir teniendo en cuenta: no es malo, sólo, no cumplir la Ley de Dios sino enseñar a otros a no cumplirla. Eso es, por así decirlo, más grave aún pues se lleva por el camino de la perdición a quien recibe lo malo como si fuera bueno.


JESÚS,  querías y quieres que se cumpla la Ley de Dios. Otra cosa no es importante para el Todopoderoso. Y nosotros, en demasiadas ocasiones, no lo hacemos ni nos interesa hacerlo.





Eleuterio Fernández Guzmán


11 de junio de 2013

Sal y luz del mundo


  
Martes X del tiempo ordinario


Mt 5,13-16

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos’.

COMENTARIO

Los ejemplos que utiliza Jesús para ser comprendido están tomados de la vida ordinaria. Así lo hace para que les fuera más fácil comprender lo que quería que aprendieran. La sal y la luz son una forma de decir mucho.

Ser como la sal supone hacer mejor lo que puede ser bueno pero está falto de lo que lo puede hacer mejor. La sal, por eso, en materia espiritual, supone ser útil en tal materia. Sin embargo, si nos cumplimos tal misión de poco nos sirve llamarnos discípulos de Cristo.

Cristo, que es la luz, quiere que aquellas personas que le sigan, también lo sean. No en el mismo nivel pero sí en el mismo sentido: luz para que quien esté en las tinieblas, salga de ellas; luz para que quien no sepa dónde ir encuentre el camino hacia el definitivo Reino de Dios. Y, todo eso, sabiendo que somos hijos del Creador.

JESÚS, quieres que seamos sal y que seamos luz para el mundo. Sin embargo, en demasiadas ocasiones no somos ni una cosa ni la otra sino, precisamente, todo lo contrario.





Eleuterio Fernández Guzmán


10 de junio de 2013

Bienaventurados los que escuchan a Dios y lo ponen por obra




 
Lunes X del tiempo ordinario

Mt 5,1-12

“En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros’”.

COMENTARIO

Cuando Jesús ve que muchas personas se acercan para escucharlo se da cuenta de que es un momento muy importante. Y en esta ocasión va a pronunciar, digamos, una serie de expresiones de fe que han sido, desde entonces, un quicio donde apoyar la nuestra

Todas las referencias que hace Jesús en las Bienaventuranzas tienen como objetivo que quien las escuche convierta su corazón, se convierta, y venga a tenerlo de carne y no de piedra. Cada una, además, de ellas, permite al discípulo de Cristo, adentrarse en el corazón de Dios que es misericordioso y bondadoso.

Se manso, pobre de espíritu, llorar, querer que la justicia predomine en el mundo, etc. son formas que tiene Jesús de acercar al corazón de sus oyentes los Mandamientos de la Ley de Dios. Y aquellos que, entonces, lo escucharon, tuvieron que cambiar su forma de ser por otra buena y benéfica.

JESÚS, llamas bienaventurados a las personas que, en realidad, manifiestan una forma de ser buena y misericordiosa, que no tienen miedo a decir que son hijos de Dios y a demostrarlo. Ayúdanos a alcanzar, en nuestra vida, una situación semejante a la que nos planteas.


Eleuterio Fernández Guzmán