1 de junio de 2013

Autoridad de Dios




Sábado VIII del tiempo ordinario

Mc 11,27-33

“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: ‘¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?’. Jesús les dijo: ‘Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme’.

Ellos discurrían entre sí: ‘Si decimos: ‘Del cielo’, dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Pero, ¿vamos a decir: ‘De los hombres’?’. Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. Responden, pues, a Jesús: ‘No sabemos’. Jesús entonces les dice: ‘Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto’".

COMENTARIO

Los que perseguían a Jesús no perdían el tiempo en tratar de desacreditarlo ante los suyos. Por eso le preguntaban, en cuanto podían, sobre realidades que ellos entendían podían hacer que  pasara un mal  momento. Sin embargo, parece que no sabían que Jesús era Dios.

La pregunta acerca de la autoridad que tenía Jesús para hacer lo que hacía no era una pregunta cualquiera. Si decía que era Dios mismo hecho hombre, no tardarían en calificarlo de blasfemo y condenarlo a muerte.  Por eso esperaban su respuesta.

No sabían, ellos, qué responder a la pregunta sobre la autoridad de Juan el Bautista a quien también perseguían. Lo tenían por gran profeta pero, a pesar de eso, buscaban su muerte como ahora la de Jesús. No responden porque saben, en el fondo, que eran tan culpables de su muerte como Herodes o Herodías.

JESÚS,  los que te persiguen buscan que caigas en sus trampas. Sin embargo, como Dios que eres nada de lo que digan te sorprende porque todo lo sabes. Ayúdanos, hermano Cristo, a comprenderte.





Eleuterio Fernández Guzmán


31 de mayo de 2013

Magnificat




La Visitación de la Virgen

Lc 1,39-56

“En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’.

Y dijo María: ‘Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.



COMENTARIO

Cuando el Ángel Gabriel se presentó ante María le dijo que su prima Isabel estaba embarazada. Era algo extraño para quien no tuviese fe en Dios porque era una mujer de una edad en la que, por lo normal, no se espera que quede en tal estado. Pero para Dios nada hay imposible. Y esto tampoco.

María no lo dudó ni un instante. Tenía que acudir a echar una mano a Isabel porque comprendía que sería difícil llevar aquella situación. Ni corta ni perezosa se preparó, es de suponer que le dijo a José que iba a visitar a su prima, y se encaminó hacia la montaña donde vivían Isabel y Zacarías. Y, en cuanto llegó, no sólo se alegró Isabel sino el niño que llevaba en su seno que sería, con el tiempo, Juan el Bautista. Y es que Dios no hace nada de forma torcida.

María no puede, por menos, que darse cuenta de quién era ella misma y de que había sido elegida especialmente por Dios para llevar en su seno al Enviado del Creador para salvar a la humanidad. Y en aquel Magnificat manifestó la grandeza del Todopoderoso y, sobre todo, lo que ella sería para siempre, siempre, siempre.


JESÚS,  tu Madre no dudó, ni por un instante, ayudar a tu tía Isabel. Nosotros, en demasiadas ocasiones, manifestamos muchas dudas acerca de la ayuda al prójimo





Eleuterio Fernández Guzmán


30 de mayo de 2013

Querer ver




Jueves VIII del tiempo ordinario

Mc 10,46-52

“En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!’. Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’.

Jesús se detuvo y dijo: ‘Llamadle’. Llaman al ciego, diciéndole: ‘¡Ánimo, levántate! Te llama’. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo:’«¿Qué quieres que te haga?’. El ciego le dijo: ‘Rabbuní, ¡que vea!’. Jesús le dijo: ’Vete, tu fe te ha salvado’. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino”.

COMENTARIO

Muchas de las personas que se dirigían a Jesús lo hacían porque tenían graves problemas físicos. Y esto era así no sólo por el problema físico que pudieran tener sino por lo que significaba a nivel social tenerlo.

Cuando aquel ciego grita para que el Mesías le escuche lo hace porque sabe que  de aquel hombre sólo puede obtener lo bueno y mejor para su vida. Y por eso insiste en llamarlo. No puede hacer otra cosa que creer y cree.

Jesús sabe que aquel hombre cree en Él de verdad. Tiene confianza en lo que puede hacer el Maestro. Eso le salva de aquella terrible enfermedad de la ceguera. Era ceguera, por cierto, física, que no le impidió ver en Jesús a quien lo iba a salvar. Su fe le salvó. 


JESÚS,  cuando alguien se dirige a Ti con fe y lo hace con fe auténtica y verdadera, siempre obtiene lo que pide. Eso, sin embargo, debería hacer que meditáramos acerca de por qué no obtenemos siempre lo que pedimos.





Eleuterio Fernández Guzmán


29 de mayo de 2013

Caridad, amor, entrega al prójimo



Miércoles VIII del tiempo ordinario

Mc 10,32-45

“En aquel tiempo, los discípulos iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: ‘Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará’.

Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: ‘Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos’. Él les dijo: ‘¿Qué queréis que os conceda?’. Ellos le respondieron: ‘Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda’. Jesús les dijo: ‘No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?’. Ellos le dijeron: ‘Sí, podemos’. Jesús les dijo: ‘La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.

Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: ‘Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”’.



COMENTARIO

Jesús va revelando, a los que le son más cercanos porque los escogió para ser sus apóstoles, lo que en un tiempo iba a suceder. No todo serían rosas sino que tendrían que soportar muchas espinas empezando por la que se les clavaría en su corazón cuando muriese de la forma en la que iba a morir.

Los discípulos, que aún no lo habían comprendido todo si es que habían comprendido algo, actúan como seres humanos y quieren, algunos de ellos, que el Maestro los tenga en un lugar especial, privilegiado. Pero ellos se equivocan pues al Reino de  Dios no se llega como ellos creen que se llega.

Jesús resalta el servicio, la entrega a los demás, como única forma de alcanzar la vida eterna. Darse a quienes los pudieran necesitar sin mirar tiempo ni otros egoísmos humanos es lo que les/nos recomienda. Así había hecho Él con ellos y con todo el mundo que había conocido.


JESÚS, entre las muchas cosas que les dices a tus apóstoles la referida al servicio, a la caridad, al amor, es la más importante. Por eso es tan triste que, en demasiadas ocasiones, no la tengamos en cuenta.





Eleuterio Fernández Guzmán

28 de mayo de 2013

Ser los últimos





Martes VIII del tiempo ordinario

Mc 10,28-31

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: ‘Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido’. Jesús dijo: ‘Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros’”.

COMENTARIO

Es lógico, humanamente hablando, que aquellos que, en efecto, lo habían dejado todo por seguir a Jesús así se lo dijeran pues no era lo mismo seguirlo de forma esporádica cuando pasara por algún determinado lugar que hacerlo siempre.

Jesús sabe, sin embargo, que todo lo que se hace por Él no queda sin recompensa de parte de Dios. Es más, se recibe el máximo que se puede recibir que es, ni más ni menos, que la vida eterna. Tal es el premio que se alcanza por seguir al Hijo de Dios.

Jesús hace ver una cosa que era muy importante fuera tenida en cuenta por aquellos mismos discípulos: hay que ser el último en el mundo, aquí mismo, para ser el primero, o de los primeros, en el definitivo Reino de Dios. Por eso Cristo se hizo el último, para ser, luego, el primero y, además, servir de ejemplo.

  

JESÚS, muchos son, ahora, los primeros en la Casa del Padre por haber sido de los últimos, entregándose a los demás en cuerpo y alma, aquí en la tierra. Es triste, por eso mismo, darnos cuenta de que no siempre somos de los últimos





Eleuterio Fernández Guzmán

27 de mayo de 2013

Seguir a Cristo




Lunes VIII del tiempo ordinario


Mc 10,17-27

“Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: ‘«Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?’. Jesús le dijo: ‘¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre’. Él, entonces, le dijo: ‘Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud’. Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: ‘Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme’. Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: ‘¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios’. Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: ‘Y ¿quién se podrá salvar?’. Jesús, mirándolos fijamente, dice: ‘Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios’”.




COMENTARIO

Muchos de los que querían seguir a Jesús tenían que saber, lógicamente, a qué ateriese con el Maestro. Por eso aquel joven rico le pregunta qué debía hacer. Y lo que escucha no le acaba de gustar porque tiene que dejar lo que más quiere: el dinero. No ha comprendido, exactamente, lo que quiere decir ser su discípulo.

Por eso, para entrar en el Reino de Dios se hace necesario cambiar el corazón y tener uno que tenga en cuenta lo que, de verdad, vale la pena. Lo importante es lo que es la voluntad de Dios y no otra cosa lo que debía guiar la vida de aquel joven rico y la de cada uno con nosotros.

Jesús dice algo que es muy importante y que tiene que ver la vida de cada uno de los hijos de Dios: es el Creador el que salva y nosotros sólo podemos aceptar o no la salvación. Eso es lo que le pasaba al joven rico: no se dejó salvar porque no quiso.

JESÚS,  nos recomiendas, siempre, cumplir con la voluntad de Dios que no siempre tiene que ver con la nuestra. Nosotros, muchas veces, no hacemos mucho caso de esta gran verdad.





Eleuterio Fernández Guzmán