19 de abril de 2013

Carne y sangre de Cristo






Jn 15,1-8

“En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’. Jesús les dijo: ‘En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre’. Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm”.

COMENTARIO

Ciertamente eran de duro corazón muchos de los que escuchaban a Jesús porque no creían más que en lo que veían. Por eso era difícil que entendiesen aquello de comer su carne o, incluso beber su sangre.

Jesús lo dice con toda claridad: su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida. Y con ello les quería decir que a través de
Él se llegaba a la vida eterna. Además, permanecer en Cristo ha de suponer, por eso mismo, comer su carne y beber su sangre en la Santa Eucaristía.

Jesús les dice algo que es muy importante: Él es el profeta de la nueva alianza. Aquella que Dios formalizó con los padres del pueblo judío ha periclitado y ahora, a través del Hijo de Dios, el Creador nos salva. Sólo así y de tal forma.



JESÚS, por muy difícil que se entender lo que supone comer tu carne y beber su sangre, debemos entender que es ganarse la vida eterna con la aceptación de Ti.




Eleuterio Fernández Guzmán


18 de abril de 2013

Comer del pan de eternidad




Jueves III de Pascua

Jn 6, 44-51

“En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: ‘Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo’”.


COMENTARIO

Jesús les dice a los que, entonces, le escuchaban y a nosotros mismos, que es Dios quien escoge a quien quiere escoger para que vayan a él. A esto el Hijo sólo puede responder resucitándolo en el último día, cuando venga en su Parusía.

Insiste Jesús en la relación existente entre creer en Él y tener vida eterna. Es necesario, por lo tanto, no tener a Jesús como a un hombre más que vivió en su tiempo sino, exactamente, como Dios mismo. Sólo así, creyendo, nos salvaremos.

El alimento espiritual que nunca cesa de alimentarnos es Cristo mismo. Por eso Jesús profetiza sobre su propia muerte y sobre la importancia que tendrá, tiene y seguirá teniendo, alimentarse de su Cuerpo.


JESÚS, eres el pan vivo bajado del cielo. Creer en Ti supone la salvación eterna. Pues, incluso así, en demasiadas ocasiones se nos olvida lo importante que es creer en el Hijo de Dios.




Eleuterio Fernández Guzmán


17 de abril de 2013

La vida eterna a través de Cristo




Miércoles III de Pascua

Jn 6, 35-40

“En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: ‘Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día’”.

COMENTARIO

Lo que dice Jesús en este texto de San Juan es demasiado importante como para dejarlo atrás o tenerlo por no puesto. Nos dice, por ejemplo, que Él es la verdadera comida y la verdadera bebida y que comerlo y beberlo supone no tener, nunca, hambre o sed.

Jesús, sin embargo, actúa y lleva a cabo la misión encomendada por Dios cumpliendo, no por casualidad, la voluntad del Creador. Así muestra fidelidad hacia quien lo ha engendrado y enviado al mundo a salvar a la humanidad.

Nos pide, sin embargo, algo el Hijo de Dios: debemos creer en Él porque la creencia en Jesús supone la creencia en Dios mismo. Entonces, la vida eterna, vivir para siempre en el definitivo Reino de Dios, está a nuestro alcance. Y resucitar, no olvidemos, cuando Jesús regrese, en su Parusía.

JESÚS, es tan importante creer en Ti que no cesas de recomendarlo, sin obligar, a quien te quiera escuchar. El problema es que, en demasiadas ocasiones, no queremos escucharte.



Eleuterio Fernández Guzmán

16 de abril de 2013

Verdadero pan y verdadero vino




Jn 6, 30-35


"Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: = Pan del cielo les dio a comer.» =        Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo:      No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed."
        

COMENTARIO

Parece que a Jesús sólo le creían por las señalas que podía hacer. De otra forma, aquel pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra parece que no le entendía. Y le piden signos, claro.

Confunden el pan que comieron en el desierto, el maná, por el verdadero pan, que nunca se acaba y que no es otro que el pan de la Palabra de Dios. Tal pan da vida al mundo y no es perecedero. Y tal pan no es otro que Jesús mismo.

Jesús, al ser pan de Dios, alimento divino, nos permite vivir para siempre, no tener hambre. Además, quien crean en el Hijo de Dios tampoco tendrá sed porque Cristo se entregará, entonces aún no había constituido la Santa Misa, con el vino transformado en su Sangre.





JESÚS, eres verdadera comida y verdadera bebida. Sólo Tú eres la verdadera comida y la verdadera bebida. Lástima que, en demasiadas ocasiones se nos olvida.




Eleuterio Fernández Guzmán


15 de abril de 2013

Creer, siempre, en Cristo




Lunes III de Pascua

Jn 6,22-29

“Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.

Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado»”

COMENTARIO

A Jesús le siguen porque saben que, con Él, las cosas van mucho mejor. Esperan, seguramente, que haya hechos extraordinarios en cuanto a curaciones y demás pero también esperan su palabra santa.

Jesús recomienda que se obre por aquello que dura para siempre y que guardemos para la vida eterna y no para este mundo donde la polilla todo lo corroe. Nos recomienda estar, pues, preparados para cuando seamos llamados a comparecer ante Dios Nuestro Señor.

Pero lo que más conviene que tengamos en cuenta es lo último que dice el Hijo de Dios y que no es otra cosa que hay que creer en Él porque lo ha enviado Dios. Si así lo hacemos, la ganancia espiritual será más que grande.


JESÚS, nos dices que debemos creer en Ti porque eres el enviado de Dios. Y nosotros, en demasiadas ocasiones, no lo hacemos.

Eleuterio Fernández Guzmán        

14 de abril de 2013

Confirmados en la fe



Domingo III (C) de Pascua

Jn 21,1-19

"En aquel tiempo, se apareció Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.



Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor». Al oír Simón Pedro que era el Señor se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.



Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.



Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».


COMENTARIO

Aquellos hombres que habían seguido tan de cerca de Jesús vuelven pronto a los trabajos que antes tenían. Se van a pescar como si no les hubiera sucedido nada o nada, en sus vidas, fuera ya distinto. Es más, incluso sabiendo que es el Señor, le preguntan quién es.

Jesús, sin embargo, los invita a comer porque quiere compartir con ellos todo lo que tiene intención de que conozcan. Aún no están preparados y, por eso, quiere estar con ellos durante unos cuantos días más.

Pedro, quien le había negado tres veces, debía tener un pesar grande en su corazón. Por eso Jesús le limpia tal carga preguntándole si lo ama o si lo quiera. Pedro sabe que sí pero se entristece pues pudiera dar la impresión de que el Señor no lo tiene tan claro. Era, sólo, un prueba.



JESÚS, cuando te aparece a tus apóstoles lo haces para confirmarles en la fe que les habías transmitido. Nosotros, sin embargo, no parece que necesitemos tantas confirmaciones aunque...




Eleuterio Fernández Guzmán