26 de enero de 2013

Cumplir, siempre, la voluntad de Dios


Sábado II del tiempo ordinario

Mc 3, 20-21

En aquel tiempo, Jesús volvió a casa y se aglomeró otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de Él, pues decían: ‘Está fuera de sí’”.

COMENTARIO

Muchos querían ver a Jesús porque sabía que no era un Maestro como otros que había en su tiempo. De Él habían dicho que enseñaba con una autoridad muy distinta a los demás y, por eso mismo, allí donde iba tenía siempre personas que querían algo de su persona.

El estado espiritual de Jesús es fácil entender que no sería de lo más normal. Una persona que es, además, Dios mismo hecho hombre, no podía expresarse como lo hacía otro ser humano normal. Muchos, seguramente, pensaban que lo que hacía era obra del demonio como en alguna ocasión le dijeron.

Su familia temía por la persona de Jesús. Fueron a buscarle porque es probable que con lo que decía y con lo que hacía era más que posible que muchos no lo quisieran mucho. Querían llevárselo de allí para, eso pensarían sus familiares, que no se comprometiese más. Pero Jesús tenía una misión que cumplir.

JESÚS, por mucho que dijeran de Ti no habías venido al mundo siendo enviado por Dios para acobardarte ante lo que pudieran hacerte. Y eso, muchas veces, es lo que nosotros hacemos: acobardarnos ante el mundo.




Eleuterio Fernández Guzmán


25 de enero de 2013

Educando desde la Verdad








La Conferencia Episcopal de Española dio a la luz, en su día, un documento titulado “La escuela católica. Oferta de la Iglesia en España para la educación en el siglo XXI” porque no es poco cierto que la Esposa de Cristo ha de defender que hay una forma de hacer las cosas que, en educación, han de ser muy distintas a las que tanto abundan hoy día.

Por eso, la escuela católica, inmersa en un mar de ataques desde los sectores laicistas de la sociedad, ha de mantener el rumbo de defensa de la fe, de, en suma, esa misión evangelizadora que tiene encomendada por ministerio eclesiástico y teológico.

Pero, en realidad, ¿la escuela católica, esa forma de educar desde la Verdad, de qué aspectos más importantes se compone?, ¿dónde debemos dirigirnos para comprender a la hora de ver qué es lo que le pasa? Pues bien, de la multitud de aspectos que podrían enumerarse, dos de ellos sobresalen: los padres/alumnos, por una parte y, por otra, el mismo sentido de la escuela católica y la organización de la misma.

En primer lugar, está claro que la sociedad en la que vivimos y nos movemos está en constante cambio, que las cosas no son ni como eran hace 40 años ni siquiera como hace 15 o 20. Por eso, ante la difusión del relativismo y de lo que eso supone de falta de compromiso personal de los miembros de la sociedad, la escuela católica ha de fomentar la transmisión  de unos valores que, siendo trascendentes, ayuden a sus alumnos, a sus padres y a todos aquellos que los rodean, a sobrevivir, con entusiasmo, al marasmo y al desastre ético y moral que confunden a los más, engañan a casi todos y simula ser comportamiento adecuado.

Pero, por si esto fuera poco, la sociedad actual es, como sabemos, esencialmente pluralista y con diversidad de pensamientos y credos,  cada cual con sus correspondientes manifestaciones. Esto, no siendo, en sí, negativo, se quiera o no, ha de causar conflictos que, tarde o temprano, han de aflorar y sembrar desconfianza entre personas y, seguro, odios casi tribales. Ante esto, estamos todos obligados a “discernir a la luz de la fe los signos de este tiempo y a afrontar con lucidez los fenómenos culturales nuevos” (punto 7 del documento citado sobre la escuela católica).

Sin embargo, en algunas, o muchas, ocasiones, como bien reconoce este documento de la CEE, “algunas familias que acuden a la escuela católica no comparten las grandes líneas y principios educativos propios del Ideario de la escuela católica” Esto, que es una llamada de atención bastante grave, a la situación que, quizá, tiene carácter general, requiere, de parte de la escuela católica, como así hace, unas acciones directas para que, a través de las Escuelas de Padres, se ayude a solventar esta difícil situación.

Padres y alumnos, escuela y organización... todos ellos elementos necesarios del buen funcionamiento de esta forma de transmitir conocimientos y valores. Por eso, el entonces Arzobispo de Valencia, don Agustín García Gasco (que subió a la Casa del Padre el 1 de mayo de 2011) que era, a su vez, Presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la CEE, dijo algo que era muy importante: “por medio de la escuela católica, la Iglesia local evangeliza, educa y colabora en la formación de un ambiente moralmente sano y firme en el pueblo”.

Dio, pues, a entender que este tipo de formación no es algo, digamos, aislado en la sociedad sino, al contrario, inmerso totalmente en el devenir social y sin la cual no podrían entenderse unas comunidades verdaderamente vivas. La escuela católica es, por eso, un instrumento que, utilizado de forma correcta, puede conformar personas preparadas para hacer, de su vivencia social, un cierto bálsamo que suavice las muchas tensiones producidas, por ejemplo, por envidias y odios. Los valores que son recibidos (y es de esperar que aprehendidos) no son dichos en vano sino, al contrario, asentados en fundamentos milenarios de fe y de evangelización.

Por eso, la escuela católica, apoyada en “la naturaleza y la dignidad del hombre” trata que “el pleno desarrollo de la persona humana” se lleve a cabo y que la formación lo sea “integral” y no aislada en parcelas sino, al contrario y mejor, basada en unos valores que la recorran transversalmente y no son olvidados, como en el caso de la escuela pública, en el cajón, casi dejado cerrado, de la asignatura de religión católica, materia que, además, y como es más que sabido, se trata de arrinconar lo más posible.

La escuela católica supone, es, un faro que marca donde se encuentra el puerto de la Verdad, tal como si entre las múltiples posibilidades de comportamiento que, actualmente, se difunden, ésta, esa formación específica, nos ofreciera instrumentos para mejor comprender el mundo y para plantear, a ese mundo, razones de fe que, por su validez intrínseca, lo modelen y adecuen a la voluntad de Dios. Desde ella se ilumina la vida de aquellas personas que han tenido, tienen, el gozo  de pasar horas dentro de sus aulas. Por eso, esta forma de colaborar con la sociedad, en la que se incardina, merece respeto y no preterición, fomento y no arrinconamiento; ayuda y no olvido.

Y, sin embargo, ¿esto siempre es así? o, mejor ¿siempre la escuela católica es católica?

Que cada cual, quien lo tenga que hacer, responda a esto.


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Creer para salvarse



Mc 16,15-18

“En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: ‘Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien’”.


COMENTARIO

Jesús envía a los apóstoles para que prediquen y den la Buena Noticia según la cual el Reino de Dios había llegado con la venida de Jesucristo. Aquella misión estaba puesta para que la Palabra de Dios imperase en el mundo.

Jesús otorga dones a los que envía. Así, por ejemplo, podrán dominar a los demonios que dominan, a su vez, a muchas personas o, también, podrán comunicarse en lenguas que hasta entonces no conocían e, incluso, el veneno del Mal no les hará daño. Y todo eso en Su Santo Nombre.

Pero hay algo que es crucial y que también les dice Jesús. Hay una condición que cumplir para salvarse: creer. Quien crea que Jesucristo es el Hijo de Dios y se bautice se salvará; no quien no lo haga. Y esto es terminante y claro.



JESÚS, de todo lo que, entonces, les dijiste a tus enviados decirles que quien crea y se bautice se salvará y que quien no lo haga no se salvará, fue, sin duda lo más importante. Sin embargo, en demasiadas ocasiones parece que no queramos darnos cuenta de lo que eso significa.




Eleuterio Fernández Guzmán


24 de enero de 2013

Seguir a Cristo y confiar en su amor



Jueves II del tiempo ordinario

Mc 3,7-12

“En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: ‘Tú eres el Hijo de Dios’. Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran."


COMENTARIO

Cuando Jesús llevaba un tiempo predicando y llevando a cabo hechos que muy bien podemos llamar extraordinarios, era de esperar que muchas personas fueran tras Él y detrás de Él. Muchos querrían ver hacer algo inusual pero otros, seguramente muchos, confiaban en Jesús y tenían fe en él.

A lo mejor otra persona, al querer alejarse con sus discípulos para enseñarles, se habría alejado eficazmente. Pero Jesús comprendía que había muchas personas que, de verdad, tenían fe en Él y no podía dejarlos solos. Muchos se acercaban con enfermos para que los curase y, en efecto, obtenían tal gracia del Hijo de Dios.

Los espíritus malos, incluso, lo reconocían. Sabían que era el Hijo de Dios y que, por eso mismo, podía someterlos cuando quisiera. Le tenían miedo porque reconocían en Él a quien podía dominarlos. Por eso Jesús les ordenaba que no dijesen nada de su persona.



JESÚS,  muchos de los que te seguían te amaban y confiaban en Ti. Sin embargo, nosotros, en demasiadas ocasiones, no parece que hagamos lo mismo.




Eleuterio Fernández Guzmán


23 de enero de 2013

La misericordia


 
Miércoles II del tiempo ordinario

Mc 3, 1-6

“En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: ‘Levántate ahí en medio’. Y les dice: ‘¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?’. Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: ‘Extiende la mano’. Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle".

COMENTARIO

Cuando se lleva la ley hasta tal punto que es lo mismo que no tener en cuenta la misericordia, no se está haciendo bueno uso de la ley y se está primando el comportamiento excesivamente egoísta. Eso fue lo que la pasó aquel día a Jesús.

Curar o hacer otra cosa en sábado no estaba bien vista. Dios descansó al séptimo día y tal realidad había que respetarla. Sin embargo, el Creador tiene el corazón misericordioso y eso le permitió a Jesús curar al enfermo con la mano paralizada. Lo hizo porque sabía que debía hacerlo.

Los que perseguían a Jesús porque no les gustaba nada de nada lo que hacía pero, sobre todo, lo que decía, no perdieron esta ocasión para estar seguros de que querían confabularse para terminar con aquella amenaza a su forma de vida.

JESÚS,  la misericordia es mejor que otra cosa. Por eso curas a quien te necesita si, seguramente, te lo pide con confianza. Nosotros, sin embargo, pareciera que no tenemos mucha confianza en Ti.



Eleuterio Fernández Guzmán


22 de enero de 2013

Lo que de verdad importa


Martes II del tiempo ordinario

Mc 2, 23-28

“Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: ‘Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?’. Él les dice: ‘¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?’. Y les dijo: ‘El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado’".

COMENTARIO

Era muy común en época de Jesús tener la Ley de Dios que había elaborado el hombre como lo único que se podía cumplir. Sin embargo, como Jesús muchas veces les dice, no siempre acaban de entender lo que, en verdad, quiere Dios de cada uno de nosotros.

Frente a lo que parece lógico hacer porque así lo dice la Ley hay algo que está por encima de la misma: la misericordia. Eso les pasa a los discípulos de Jesús y, por eso mismo, el bien buscado es más importante, incluso, que la ley que hay que cumplir.

En realidad Jesús les dice lo que es importante: ha sido hecha la ley para el hombre pero no el hombre para la ley. Eso no quiere decir que no se deba cumplir la ley sino que, en determinadas circunstancias hay que sopesar mucho lo que se hace y las razones por las que se haga.

JESÚS, muchos estaban equivocados y tenían la ley por encima de las verdaderas necesidades del ser humano. Nosotros podemos caer, demasiadas veces, en lo mismo.






Eleuterio Fernández Guzmán


21 de enero de 2013

Verdadero vino nuevo





Lunes II del tiempo ordinario

Mc 2,18-22

“Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen a Jesús: ‘¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?’. Jesús les dijo: ‘¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día.



Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos’”.

COMENTARIO

Ayunar era, por así decirlo, señal de respeto hacia Dios, pues, en unos casos, suponía una actitud de humildad delante de Dios. Sin embargo, alguien que no pertenece al discipulado de Juan ni al de los fariseos (pues el texto sitúa, al preguntante, fuera de estos grupos al no identificarlo con ninguno de ellos) inquiere sobre el porqué de la falta de ayuno de los discípulos de Jesús.

Preocupaba, por el aparente comportamiento contrario a la Ley, a ese sentido de sometimiento y humildad ante Dios, el hecho de que Jesús y los suyos, no dejaran de comer como señal de sacrificio voluntario.

Jesús sabía que debía dejar atrás el hombre viejo que eran para venir a ser seres humanos llenos del amor de Dios y de la Palabra del Creador. Sólo así podrían ser hijos dignos de ser llamados así.

JESÚS,  los que te seguían no podían imaginar que para hacerlo tenían que dejar de ser como habían sido hasta entonces. Nosotros también somos, en muchas ocasiones, como ellos.



Eleuterio Fernández Guzmán


20 de enero de 2013

Se presenta Cristo






Domingo II (C) del tiempo ordinario

Jn 2,1-12

“En aquel tiempo, se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: ‘No tienen vino’. Jesús le responde: ‘¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora’. Dice su madre a los sirvientes: ‘Haced lo que Él os diga’.

Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: ‘Llenad las tinajas de agua’. Y las llenaron hasta arriba. ‘Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala. Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: ‘Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora’.

Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días".


COMENTARIO

Jesús había acudido a la boda con sus discípulos y su Madre María. Y la Madre, preocupada por lo que pasaba sabía que su hijo podía hacer mucho por aquellos novios que tan mal se encontraban. Pero Jesús, al parecer, no cree que se el momento de dar comienzo a su verdadera vida extraordinaria.

María es perseverante en pedir al Hijo. Y Jesús, ante la petición de su Madre y ante la confianza que muestra en Él obra el milagro de convertir el agua en vino, profecía de su propia muerte y resurrección cuando, desde tal momento, el agua de la Santa Misa deviene, mediando transubstanciación, sangre del Hijo de Dios.

Esta ocasión es otra en que Dios revela lo más importante a los considerados, seguramente, menos: los sirvientes sí saben lo que ha pasado y desde ese mismo momento debieron creer fervientemente en aquel hombre que había llegado a la boda como invitado y había salido como Dios.


JESÚS,  tu Madre de pide que hagas algo bueno por los demás. No por ti y ni siquiera por ella. Supo pedirte de tal forma que Tú aceptaste lo que te pidió. Podríamos preguntarnos cómo pedimos nosotros sobre nuestras necesidades.



Eleuterio Fernández Guzmán