30 de diciembre de 2013

Cristo se presenta a Dios

Lc 2,36-40

"Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del  Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él."


COMENTARIO

Aquellos ancianos, Simeón y Ana, estaban esperando, desde hacía mucho tiempo, la salvación de Israel. Eran, como todo el pueblo escogido por Dios, de los que creían que eso iba a suceder porque el Creador así lo había prometido.

Entre ellos, Ana era una mujer que había decidido, una vez haber enviudado, servir a Dios. Y allí esperaba que llegara el momento en el que Dios quisiese revelarle a su Hijo. Y llegó el momento. Su fe había podido más que el mundo. 

Y Jesús, una vez presentado en el Templo, según nos dice el texto de san Lucas, permaneció junto a sus padres, José y María. Y creció físicamente, en conocimiento de la Ley de Dios y, sobre todo, en gracia, en gracia de Dios. 


JESÚS, tu crecimiento junto a tus padres, era importante porque eres el Hijo de Dios. Ayúdanos a crecer, nosotros también, en sabiduría y en gracia de Dios. 

Eleuterio Fernández Guzmán

27 de diciembre de 2013

Fermento de Dios


Pablo Cabellos Llorente










El Papa Francisco es tremendamente realista. Reconoce que muchos católicos no leen u olvidan enseguida la documentación elaborada por el Santo Padre o por los obispos. Pero esa consideración del ambiente no le impide cantar las verdades del barquero en la Exhortación Apostólica "Evangelii Gaudium", que él mismo considera programática. Aunque voy a detenerme solamente en la Introducción, tomo el título de un punto mucho más adelantado del escrito porque, de un modo u otro, es deliberadamente reiterativo para recordar la misión apostólica de los cristianos.
         
Efectivamente, en el n. 114, escribe: "Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio".  Desde el inicio de la Exhortación viene insistiendo en ese tema desde diversos puntos de vista.
            
Al comienzo escribe que la alegría del Evangelio llena la vida de los que se encuentran con Jesús. Sólo así, con Cristo, la Iglesia, el entero Pueblo santo, puede cumplir con su misión de mostrar al mundo el rostro de Dios. Por eso, inmediatamente comenta los riesgos del cristiano para vivir la vida recibida en el bautismo y llevarla a todas partes. El primer riesgo es nuestra propia debilidad pero, lleno de esperanza y para colmarnos de ella a todos, dice entre otras muchas cosas: "No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!" No se cansa de hacernos ver de mil maneras la Misericordia de Dios. Para volver a dejar claro el origen de nuestra fuerza, escribe con palabras de Benedicto XVI: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva".
            
Sólo así podremos ser fermento de la humanidad, no para poseerla o dominarla, sino para servir a la causa de Dios, que nunca roba nada al hombre, sino que le da todo, vela siempre por la causa del hombre, aunque en ocasiones no lo entendamos así. E inmediatamente escribe que el bien debe comunicarse. Rememora aquellas palabras que Pablo de Tarso escribe sobre sí mismo: ¡ay de mi si no anunciara el Evangelio! Y recuerda a todos que cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal. Así es, porque la acción de Dios en el hombre no destruye nada de cuanto es humano, sino que lo potencia y refuerza. Ante esa labor, la consecuencia más inmediata es la alegría del evangelizador, añadiendo con sentido del humor que quien la realiza  no puede tener cara de funeral.
            Hemos de ver, cada día con luces nuevas, la extraordinaria novedad del Evangelio, la palpitante y deslumbradora figura de Cristo, que continua vivo y activo en  quien lo busca. Me vienen a la mente unas palabras de San Josemaría, que andaba siempre impulsando a todos los hombres a ofertar a ese Jesús vivo, por el que se sintió fascinado desde muy joven, como afirmó Juan Pablo II. Me refiero ahora a estas frases: "Cristo vive. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia". El Papa escribe: "Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece".
            
Con esa clara conciencia -sin méritos propios, pero con la fortaleza de Dios-, los cristianos debemos caminar por el mundo con una ciencia que nunca falla, con la sabiduría de  que nunca ofertamos algo vetusto, ni mercancía averiada, ni tampoco triste. No descuidamos la memoria de nuestra fe, nuestra historia como pueblo, pero es una memoria agradecida que nos lanza hacia adelante, que nos mantiene siempre actuales con la perenne juventud de Dios.

           
Desde estas coordenadas, nos convoca a todos  sin exclusión alguna. A partir de ahí, Francisco traza el plan de su Exhortación programática que, abarcando muchas cuestiones actualísimas, pienso que tienen su base en lo que va escrito. De ahí parte lo que denomina "Iglesia en salida", es decir una Iglesia en la que están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de su misión evangelizadora, una nueva «salida» misionera que emplaza a todos.  El Papa ha hecho resonar con fuerza las palabras de Jesús en la parábola: salid a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis.


P. Pablo Cabellos Llorente


Publicado en Las Provincias

Y Cristo resucitó




Jn 20,2-8

“El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto’. Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.”

COMENTARIO

María de Magdala había visto que el cuerpo de Jesús no estaba donde tenía que estar que era donde lo habían dejado. No es de extrañar que se sintiera confusa y acudiera donde estaban los discípulos más allegados de Jesús y dar aquella noticia.

De entre ellos dos fueron rápidos en la acción. Tanto Pedro como Juan corrieron raudos a ver lo que decía María Magdalena que había pasado. El estado de nervios de los dos apóstoles lo podemos imaginar y, sin embargo, no duraron en ir al sepulcro de Jesús.

Pedro, llamado Simón, es el mayor de los dos. Llegó más tarde que Juan, que era más joven, pero el discípulo amado de Jesús no quiso entrar dentro del sepulcro. Pedro sí lo hizo y comprobó que, en efecto, no esta el cuerpo de Jesús. Y luego entró Juan. Y dice el texto que creyó. Creyó en todo lo que había dicho el Maestro.


JESÚS,  tus discípulos acuden a tu sepulcro porque te quieren. Ayúdanos a no olvidar nunca que resucitaste y que lo hiciste para siempre.





Eleuterio Fernández Guzmán


24 de diciembre de 2013

Anunciando el Reino de Dios



Lc 1, 67-79


Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: 'Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo. y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.'

COMENTARIO

Cuando Zacarías se da cuenta de lo que ha sucedido con su hijo y, sobre todo, con él mismo, sabe que algo muy importante ha hecho Dios por aquella familia que todos daban por desahuciada en cuanto a la descendencia se refiere.

Zacarias sabe que Jesús, aquel niño que aún no había nacido, iba a ser muy importante porque era el cumplimiento de la promesa que Dios había hecho a su pueblo. Con Él llegaba la salvación que tanto se había esperado.

Pero también tenía palabras gozosas para su hijo Juan. Profeta la llama porque, en efecto, lo será cuando llegue el momento. Y sus profecías servirán, primero, para preceder al Hijo de Dios y, segundo, para anunciar que, en efecto, había llegado Quien tanto se había esperado.



JESÚS, tu tío Zacarías sabía mucho porque mucho se le había comunicado. Ayúdanos a tener siempre presente sus palabras



Eleuterio Fernández Guzmán


23 de diciembre de 2013

Nace Juan el Bautista



Lc 1,57-66

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: 'No; se ha de llamar Juan'. Le decían: 'No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre'. Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: 'Juan es su nombre'. Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: 'Pues, ¿qué será este niño?'. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

COMENTARIO

La voluntad de Dios ha de cumplirse porque el Padre sólo quiere lo mejor para cada uno de sus hijos. Así pasa en el caso de Zacarías quien dudó de lo que le dijo el Ángel y por eso quedó mudo. Y fue así justo hasta el momento en el que se circundidó al pequeño Juan.

Todo lo que le pasó a Zacarías era conocido por todo el pueblo y, digamos, por todas las personas que tenían relación con el templo donde prestaba servicio. Pero aquel hombre, que había dudado, cumplió a rajatabla lo que le dijo el Ángel. Y le puso por nombre Juan.

Las personas que conocían a Isabel y a Zacarías comprendían que lo que había sucedido no era nada normal sino, al contrario, bastante sobrenatural. Aquel niño sólo podía estar destinado a cosas grandes porque todo, sobre su concepción y vida, era maravilloso y era, sin duda, cosa de Dios.



JESÚS, tu tío Zacarías dudó en un momento crucial para su vida y para la vida de la humanidad. Ayúdanos a no caer en la misma tentación.



Eleuterio Fernández Guzmán


22 de diciembre de 2013

El fiel José




Mt 1,18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: 'José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados'. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: 'Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: ‘Dios con nosotros’'. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.”

COMENTARIO

Es un gran misterio divino lo que le sucedió a la joven que, piadosa y fielmente, de dirigía a Dios para pedir que enviara al salvador del mundo. Por eso cuando María quedó embarazada sin haber conocido varón a piadoso José le acometieron dudas. No es extraño eso.

El Ángel del Señor, que ya había hablado con María acerca de su voluntad sobre de la de Dios (que ella no iba a negar nunca en su vida) a lo que respondió con su “fiat”, comunica a José qué era lo que iba a suceder. No le dice lo que puede sino lo que, en efecto, va a suceder.

José, que es fiel a Dios a cumple su voluntad, queda convencido con lo que le dice el Ángel. No duda, como hiciera Zacarías cuando se le comunicó que Isabel iba a tener un hijo aún siendo mayor. Y tomó a María porque ya se había desposado con ella.


JESÚS, tu Padre aceptó lo que le dijo el Ángel. Otra cosa no podía ser pues era la voluntad de Dios. Ayúdanos a ser o, al menos acercarnos, tan fieles como lo fue José.




Eleuterio Fernández Guzmán

21 de diciembre de 2013

Bendita entre las mujeres





Lc 1, 39-45

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’”.


COMENTARIO

Cuando el Ángel Gabriel deja a María ella sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Una vez conoce que la Encarnación se ha producido en ella sabe que su prima Isabel, allí en Aim Karem, la necesita porque va a tener un hijo y es mujer de edad avanzada. Y acude donde está.

A Isabel le debió soplar al corazón el Espíritu Santo que su prima María venía y que lo hacía acompañada, en su vientre, nada más y nada menos que por el Hijo de Dios. Muy pocas personas sabían que eso era así y una de ellas, Isabel, bien lo demuestra cuando ve llegar a María.

Cuando Isabel le dice a María que es bendita entre todas las mujeres está diciendo, de otra manera, lo mismo que dijo el Ángel a la joven judía: que estaba llena de gracia. Sabe, por eso mismo, que ha creído lo que le ha dicho dios y que, por tanto, todo se ha de cumplir según la voluntad del Creador.





JESÚS, tu Madre y tu tía Isabel saben el secreto mejor guardado de todos los tiempos: Tú vas a nacer para salvar al mundo. Ayúdanos a saber dar gracias como te mereces.





Eleuterio Fernández Guzmán


20 de diciembre de 2013

La fe de la Inmaculada



Lc 1,26-38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. 

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin’.

María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’. El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios’. Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y el ángel dejándola se fue.

COMENTARIO

El mensaje del Ángel

Gabriel tiene que llevar un mensaje importante a la joven a la que Dios había escogido para ser su Madre. Sabe que, seguramente, se extrañará de todo aquello que le está diciendo pero cumple con una misión que era crucial para la historia de la humanidad. 

La fe de María

La joven no sabe qué le está pasando. Sin embargo, es mujer piadosa y cree, sobre todas las cosas, en Dios Todopoderoso. Por mucho que no entienda lo que le pasa sabe que debe cumplir con la voluntad de su Creador.

El Fiat

María podía haber respondido de otra forma. Sin embargo, responde "sí" a lo que le dice el Ángel enviado por Dios. Con aquel "hágase" y refiriéndose a ella misma, llamarse esclava del Señor, consigue que todo lo que Dios había dispuesto para su criatura preferida se cumpla.



JESÚS, tu Madre supo responder lo que debía responder. Era un momento importante y tuvo fe, mucha fe. Ayúdanos a imitar a María, también madre nuestra.







Eleuterio Fernández Guzmán

19 de diciembre de 2013

La voluntad de Dios siempre se cumple



Lc 1,5-25


Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. 

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto’. 

Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad’. El ángel le respondió: ‘Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo’. 

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: ‘Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres’”.



COMENTARIO


Las dudas de Zacarías

Cuando el Ángel enviado por Dios comunica a Zacarías lo que va a pasar aquel hombre, importante entre los de su pueblo, no las tiene todas consigo. Duda ante la voluntad del Creador y eso le hace acreedor de un castigo: se queda mudo.


Las promesas de Dios

Lo que dice Dios se cumple porque es fiel a lo que dice. Por eso cuando llegó el momento que tenía que llegar y según había dicho el Ángel nace un niño. Le han de poner de nombre Juan. Ahora Zacarías se da cuenta, en efecto, de que no debe dudar nunca más de Dios.


El poder de Dios

Una vez más queda demostrado, demuestra el Creador, que para Él nada hay imposible. El oprobio en el que el pueblo elegido por Dios había puesto a Zacarías (por no tener hijos) queda reducido a nada: la voluntad de Dios se ha impuesto, como debe ser siempre.




JESÚS, tus tíos Zacarías e Isabel esperaron aquel hijo tan esperado por ellos. También sería esperado por el propio pueblo elegido por Dios porque era tu Precursor y quien te iba a anunciar. Ayúdanos a no dudar nunca de la voluntad de tu Padre.





Eleuterio Fernández Guzmán


18 de diciembre de 2013

La fe de José



Mt 1,18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados’. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: ‘Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: ‘Dios con nosotros’’. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer”.

COMENTARIO

San Mateo hace hincapié en algo muy importante: Jesús debía de tener un padre-hombre para que fuese reconocido como tal y evitar, así, los posibles problemas que podía tener María al decir que estaba embarazada. Es seguro que había sido lapidada.

Conocedor, como era, el Ángel, de lo que iba a pasar, le dice a José lo que ha de suceder, el nombre del niño que va a nacer, Jesús, apostillando, para demostrar lo que le decía, con las palabras del profeta Isaías (Isaías 7, 14) lo que acabó de convencer a José: Virgen, María, profeta, Emmnanuel-Dios con nosotros-… Todo era cierto, verdad.

La fe que tiene aquel hombre que, escuchando al enviado de Dios para consolar su corazón atribulado, no se le ocurre más que hacer lo que le dice quien era mensajero de Dios. A José otra cosa no se le pasa por la mente ni, por supuesto, por el corazón pues también debió consagrarse a Dios desde pequeño al igual que lo debió hacer la joven María, su esposa


JESÚS, tu padre adoptivo, José, el carpintero de Nazaret, tuvo una fe inquebrantable en Dios e hizo lo que dijo tu Ángel. Ayúdanos a ser fieles como el esposo de María, Madre de Dios y madre nuestra.



Eleuterio Fernández Guzmán





17 de diciembre de 2013

De quién viene Jesucristo


  

Mt 1,1-17

Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engrendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. 
David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia. 

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.”


COMENTARIO

Podría pensarse que la relación de antepasados de Jesús tiene poca importancia. Sin embargo, es bien cierto que la intención del evangelista que fuera recaudador de impuestos es mostrarnos que el Hijo de Dios, Jesús, es Hombre. Es más, que es verdadero Hombre.

Jesús, pues, es hombre porque así lo quiso Dios. Y lo es con todas sus consecuencias: cosas buenas y malas que le pasan a lo largo de su vida mortal, situaciones por las que pasa todo ser humano que también le afectan. Así llora y ríe, sufre la pérdida de amigos como cualquier hijo de Dios.

Pero lo más importante es que este texto de san Mateo nos presenta al niño que pronto va a nacer y que tanto queremos que vuelva, otra vez, tras su partida a la Casa del Padre. Así, Jesús, quien tiene antecedentes muy humanos, es Dios hecho hombre. Y así nos lo recuerda aquel que lo dejó todo para, años después, seguirlo.



JESÚS, tienes antepasados como todos tenemos. Los tuyos, claro y por voluntad de Dios, son de linaje escogido por el Creador. Los hubo pecadores graves pero siempre atendiendo, en lo posible para ellos, a la voluntad de tu Padre. Ayúdanos a contemplar tu nueva venida con amor y esperanza.





Eleuterio Fernández Guzmán


16 de diciembre de 2013

La autoridad de Cristo viene de Dios






Lunes III de Adviento

Mt 21,23-27

En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: '¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?'. Jesús les respondió: 'También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?'. Ellos discurrían entre sí: 'Si decimos: ‘Del cielo’ , nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta'. Respondieron, pues, a Jesús: 'No sabemos'. Y Él les replicó asimismo: 'Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto'.


COMENTARIO

En una ocasión dijo Jesús que el mundo era más astuto que los hijos del cielo. Lo dijo porque sabía que aquellos que lo perseguían se las sabían todas. O, al menos, eso era lo que ellos creían. Sin embargo, a Jesús no era fácil engañarle.

Le pregunta por la autoridad que tiene aquel Maestro para hacer lo que hace y decir lo que dice. Pero Jesús, que en verdad sí lo sabe todo, tiene en su corazón la respuesta perfecta: ¿qué creían ellos de Juan el Bautista? Y ellos por miedo, no responden.

Jesús, ante una forma de actuar tan cicatera y tan tramposa sabe que a tales personas no puede revelar nada que sea importante o que pueda ser crucial. En realidad ellos no quiere saber nada bueno de su parte sino, en todo caso, hacer lo posible para que calle de una vez por todas.


JESÚS, los que te persiguen buscan la forma de cogerte en algún renuncio. En verdad, como más dirías más tarde, no saben lo que hacen. Ayúdanos a no ser como ellos.



Eleuterio Fernández Guzmán

15 de diciembre de 2013

Cristo era Quien tenía que venir





Domingo III (A) de Adviento


Mt 11,2-11


En aquel tiempo, Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: ‘¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?’. Jesús les respondió: ‘Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!’.

Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: ‘¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Éste es de quien está escrito: ‘He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino’. En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él’”.

COMENTARIO

Quien había de venir

Los que pertenecían al pueblo elegido por Dios sabían que, según voluntad del Creador, tenía que venir al mundo un Mesías que serían el Salvador de tal pueblo. Por eso los discípulos del Bautista van a preguntarle a Jesús si era Él mismo.


Pruebas más que suficientes

A Jesús le basta con acudir a las Sagradas Escrituras hasta entonces conocidas para demostrar a Juan que, en efecto, Él era: los ciegos veían y los cojos, por ejemplo, andaban que era la forma de mostrar, quien eso pudiera hacer que había llegado el Enviado de Dios.



La primacía de Juan

Aunque a muchos aquel hombre que vestía con piel de camello y se alimentaba con lo poco que podía encontrar en el desierto era persona poco importante, Jesús sabía que había sido puesto allí por Dios para ser su Precursor, quien anunciara que había llegado el Cordero de Dios.

JESÚS, los que quieren saber de ti, Mesías, preguntan si eres el Enviado de Dios. Ayúdanos a no alejarte de nuestro corazón.



Eleuterio Fernández Guzmán


14 de diciembre de 2013

Juan vino y Cristo vino y permanece


  

Sábado II de Adviento




“Sus discípulos le preguntaron: ‘¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?’ Respondió él: ‘Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.’ Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.
       

COMENTARIO

Jesús sabe que aquellos que son doctores de la ley conocen muy bien lo que tenía que pasar cuando viniera el Mesías. Por eso preguntan los discípulos, le preguntan al Maestro, qué es lo que quieren decir los escribas cuando dicen que Elías tenía que venir primero.

En realidad, Elías, no en forma de carne sino en espíritu, había venido en la persona de Juan el Bautista. Eso no quisieron comprenderlo quienes debían haberlo comprendido y, por eso mismo, lo mataron.

Jesús, que sabe lo que ha de pasarle, pone sobre aviso a los que le escuchan porque es importante que así sea. Sabe que tiene que padecer un gran dolor antes de morir y, por eso mismo, no cesa de recomendar aquello que es importante.

JESÚS, conoces lo que ha de pasar y, por eso, avisas para que estemos preparados. Tu muerte será nuestra salvación pero, a veces, no hacemos mucho caso a lo que nos dices. Ayúdanos a tenerte siempre presente.




Eleuterio Fernández Guzmán


13 de diciembre de 2013

Creer en los profetas de Dios


Viernes II de Adviento



Mt 11, 16-19


“¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’.’Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene.’ Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras’”.

COMENTARIO

Jesús conocía el comportarse de su pueblo. A lo largo de los siglos habían recibido la inspiración de los profetas que Dios había suscitado entre ellos pero no los habían escuchado porque no decían lo que querían escuchar.

Sobre Juan, su introductor en el mundo y su Precursor, habían dicho y hecho lo mismo que otras tantas veces. Lo acusaban de todo lo acusable porque no les gustaba que les dijera que tenían que enderezar sus vidas. Y de aquello de tener que regalar una túnica si se tenían dos…

Pero sobre Jesús dicen, según Él mismo sabe y cuenta, peor aún: que se sienta con pecadores. De corazón duro aquel pueblo que no entendía, gran parte de él, que no necesitan médico los que están sanos sino, en todo caso, los enfermos. Y a ellos iba Jesús, médico del alma y, muchas veces, del cuerpo.


JESÚS, los que te persiguen no saben qué hacer para llevar a cabo su terrible misión. Ayúdanos a no ser, de una forma o de otra, como ellos.





Eleuterio Fernández Guzmán


12 de diciembre de 2013

Lo que estaba escrito se cumplió



Jueves II de Adviento 

Mt 11, 11-15



“’En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga.’”


COMENTARIO

Jesús tenía por su primo Juan, que le bautizó, un amor muy especial. No era, además, una persona cualquiera por quien sintiera cercanía por ser familiar suyo sino porque ocupaba un papel muy importante en el plan de Dios.

Juan vino al mundo porque estaba puesto por Dios para ser quien introdujera a su Hijo. Pero él, incluso aquella persona tan válida espiritualmente hablando era poco, pequeño, en el definitivo Reino de Dios. Diciendo eso ya nos avisa el Hijo del hombre de cuál ha de ser nuestro comportamiento.

El Reino de dios está dominado por el Príncipe de este mundo, llamado también Satanás, que controla los corazones de no pocos fieles, se supone, a Dios. Pero Juan vino porque los caminos hacia Dios tenían que ser enderezados. Y muchos no le escucharon.



JESÚS, lo que nos dices acerca de Juan, quien te bautizó en el Jordán, nos debería hacer pensar lo importante que es la fidelidad a Dios. Ayúdanos no caer en las trampas del mundo.





Eleuterio Fernández Guzmán