8 de diciembre de 2012

Inmaculada, María


 





 
Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e
Inmaculada Concepción pura y sin mancha.
¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,
la caridad, una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y una santa muerte.
Amén

En muy breve espacio de tiempo celebraremos la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Y, aunque, por la Tradición sabemos que desde los primeros tiempos los fieles cristianos tenían por cierto que Dios preservó a María del pecado original y la hizo, por eso mismo, Inmaculada, fue el Papa Pío IX el que, el 8 de diciembre de 1854, por medio de su Bula Ineffabilis Deus dijera que

“declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…”

Y, para confirmar lo dicho por aquel Santo Padre que en a mitad del siglo XIX fijó por escrito lo que tenido por bueno por los fieles católicos, un sucesor suyo, Pío XII, en este caso el día de la celebración de la Natividad de María (8 de septiembre) dio a luz pública la encíclica “Fulgens corona” en la que dijo que “Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre”.

Todo, pues, está bastante claro. No podía ser de otra manera y María sólo podía nacer libre del pecado original.

En realidad, si alguien es capaz de, serenamente, pensar acerca de la necesidad de que quien iba a ser la madre del Salvador, no tuviera el baldón del pecado original en y sobre su alma, se dará cuenta de que:

1º.-Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada y que, por lo tanto, no tuviera la mancha del pecado original.

2º.-El poder de Dios podía hacer que, en efecto, su Madre naciera sin mancha.

3º.-El Creador hizo que María naciera Inmaculada.

Estos argumentos, defendidos por Duns Scotto, nos ponen sobre la pista de que el hecho de que María sea Inmaculada era lo único que podía ser para que la historia de la salvación siguiese por el camino recto que Dios había trazado.

1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.

2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha.

3. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.

Dice, al respecto de la Inmaculada Concepción de María, el Beato Juan Pablo II (5 de diciembre de 2003) que con la misma “comenzó la gran obra de la Redención, que tuvo lugar con la sangre preciosa de Cristo. En Él toda persona está llamada a realizarse en plenitud hasta la perfección de la santidad”. Y Benedicto XVI (8 de diciembre de 2006), que “María no sólo no cometió pecado alguno, sino que fue preservada incluso de la herencia común del género humano que es la culpa original, por la misión a la que Dios la destinó desde siempre: ser la Madre del Redentor”.

María, Madre de Dios e Inmaculada, Madre nuestra, intercede por tus hijos ante Dios Nuestro Señor y procúranos el bien para nuestro corazón y nuestra alma.



Eleuterio Fernández Guzmán



Publicado en Análisis Digital

Inmaculada María


La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Lc 1, 26-38


“En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin’. María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’. El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios’. Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y el ángel dejándola se fue".

COMENTARIO

Desde toda la eternidad, aquella joven había sido preparada por Dios para ser Su Madre. Por eso cuando el ángel Gabriel le dice lo que va a pasar ella, María asiente y pronuncia su fiat o, lo que es lo mismo, su voluntad de cumplir la del Creador.

Jesús, Dios mismo hecho hombre, debía nacer de una mujer pura y limpia. Pero su pureza y limpieza no se tenía que limitar a una vida llevada en tal sentido, que también, sino al mismo momento de su concepción. Dios no podía nacer de mujer perjudicada por el pecado original. Y estableció su concepción sin mancha alguna.

El ángel del Señor cumplió con la misión que le había sido dada y anunció a María el futuro que le esperaba a ella y al hijo que iba a ser concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Confió y creyó.


JESÚS, tu Madre María, también Madre nuestra, supo responder sí a lo que decía tu Ángel. Nosotros, sin embargo, solemos decir no en demasiadas ocasiones.




Eleuterio Fernández Guzmán


7 de diciembre de 2012

El buey y la mula



Pablo Cabellos Llorente









¡Caray! ¡La que se ha armado con el buey y la mula! Una noticia tan vieja como el Evangelio ha dado para más que la prima de riesgo. ¿Por qué? En parte, según me parece, por estimar novedoso algo que no lo es: lo único escrito en los Evangelios sobre el Nacimiento de Jesús parecido al tema que nos ocupa es que el Niño fue recostado en un pesebre, lo que ha dado lugar a la tradición respecto a esos animales, puesto que era habitual que ese tipo de grutas en torno a Belén se usaran siempre como establo.

Otra razón es que, para bien o para mal, las noticias religiosas interesan, lo que posiblemente viene causado por la necesidad que tiene el hombre de creer en algo o en alguien. Y eso vende, aunque sea afirmando que en el Belén de la plaza de San Pedro no estarán este año el buey y la mula o que sí residen en determinada catedral, pero más escondidos. En torno a todo esto se sitúa  la prisa por la noticia, la falta de confirmación, no ir a las fuentes: el Evangelio o el libro del Papa.

Pero nos hemos quedado en la anécdota sin ir al meollo de la cuestión: Cristo nace en un establo, en un ambiente poco acogedor, indigno, dice Benedicto XVI. Y  el pesebre hace pensar en aquellos animales, puesto que allí comen. Pero no desprecia el Papa esta tradición, sino que le saca partido para la vida cristiana, afirmando que la meditación guiada por la fe ha colmado la laguna sobre la presencia o ausencia de estos animales. Cita a Isaías que escribió: "El buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende". Vienen al pelo estas palabras para la situación de perplejidad creada por los medios de comunicación.

Parece dar a entender -junto al hecho del pesebre, está la narración de los pastores adorando- que sólo los sencillos entienden el querer de Dios. Estos animales están representando en la iconografía cristiana que Dios se manifiesta en un establo, por lo que "ninguna representación del nacimiento renuncia al buey y el asno", escribe el Pontífice. Ya se ve que el Papa tampoco los despide.

Quizá valga la pena recordar otras dos frases de los Evangelios. San Juan escribe que "vino a los suyos y los suyos no le recibieron". ¿Estaremos entre éstos? ¿O tal vez no nos encontramos entre los sencillos, merecedores de estas palabras de Jesús?: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños".


P. Pablo Cabellos Llorente



Publicado en Levante-EMV

El ecumenismo, hoy









Más que conocida, por triste, es la separación que, entre los discípulos de Cristo, existe. Desde siglos muy lejanos, cuando se produjo la que hoy denominamos ortodoxa o, más recientemente, cuando el protestantismo difundió sus ideas por Europa, aquel “Para que sean uno” que el Maestro pronunció en la Última Cena, cada vez se ha hecho más difícil de llevar a cabo.

Fue en 1908 cuando el fundador de la “Society of the Atonement (comunidad de hermanos y hermanas del Atonement), el padre Paul Wattson (anglicano) tuvo la buena idea de llevar a cabo un octavario de oración que tuviera como objetivo la unidad de los cristianos. Hace, por tanto, más de un siglo desde entonces.

Sin embargo, desde que se celebró el Concilio Vaticano II la Iglesia católica, lo ecuménico, el ecumenismo ha venido a ser una realidad que, poco a poco, se va abriendo paso entre la incomprensión de unos, siendo el Decreto sobre el Ecumenismo (Unitatis Redintegratio) el ejemplo más palmario de lo aquí expuesto.

Y esto muy bien se puede apreciar en el primer punto del Proemio del Decreto:

“Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los fines principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio Vaticano II, puesto que única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo. Los discípulos del Señor, como si Cristo mismo estuviera dividido. División que abiertamente repugna a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión del Evangelio por todo el mundo”.

Por lo dicho arriba no es de extrañar que la distancia establecida entre los discípulos de Cristo sólo puede ser contraria a la voluntad del hijo de Dios y que, por lo tanto, quien se considere hermano de Jesucristo y, además, tenga la posibilidad de hacer algo más que no sea el simple poner sobre la mesa la situación en la que está la cristiandad, pues haga todo lo que pueda.
Y tal ha sido la labor de Benedicto XVI desde que se sentara, por primera vez, en la silla de Pedro.

Por eso, en el primer mensaje dado el 20 de abril de 2005 en la Capilla Sextina tendió las manos para que el ecumenismo fuera algo más que una buena meta a conseguir. Así, dijo que “Son precisos gestos concretos que penetren en los espíritus y remuevan las conciencias, llevando a cada uno hacia esa conversión interior que es el presupuesto de todo progreso en el camino del ecumenismo”.

Y así es el ecumenismo hoy.

Para que pueda hacerse efectivo, entonces refería a tres, digamos, instrumentos de superar la división:

-Necesario diálogo teológico. Y así lo está llevando a cabo el Santo Padre.

-Profundización en los motivos “históricos de decisiones tomadas en el pasado”. Y así se analiza en el seno de la Iglesia católica.

-Purificación de la memoria. Y así hizo, por ejemplo, Juan Pablo II Magno.
Además, el Decreto citado arriba recoge lo que, también, son instrumentos válidos para el conveniente desarrollo del ecumenismo. Y lo hace diciendo:

“Esta conversión del corazón y santidad de vida, juntamente con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, han de considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico”.
Por lo tanto, también se requiere conversión del corazón y santidad de vida porque sólo basándose en un cambio en el Templo del Espíritu Santo y adoptando una decidida vida de acuerdo a la voluntad de Dios será posible la tan ansiada unidad de los cristianos.

Por eso está actuando como lo está haciendo el Santo Padre: llevando las intenciones del Concilio Vaticano II, en este aspecto, hasta hacer posible recoger frutos de tal intento.

Es, por decirlo así, el ecumenismo de hoy día.



Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

La fe lo puede todo




Viernes I de Adviento

Mt 9,27-31

“Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: ‘¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!’. Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’. Entonces les tocó los ojos diciendo: ‘Hágase en vosotros según vuestra fe’. Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: ‘¡Mirad que nadie lo sepa!’. Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca".

COMENTARIO

Como quedó dicho en las Sagradas Escrituras contenidas en el Antiguo Testamento cuando viniera el Mesías, entre otras cosas pasaría que, los ciegos recobrarían la vista. Y eso pasa, no por casualidad, cuando viene el Hijo de Dios.

Los que quieren algo de Jesús, el Maestro que enseñaba con autoridad, lo piden, eso al menos es lo que se espera de ellos, con fe. Creen que van a ser curados porque, de otra forma, no es lógico que esperen nada.

Jesús cura a los ciegos como hace, otras veces, con otras personas. Lo hace porque sabe que lo necesitan pero, sobre todo, porque se sabe Mesías y cumple con la voluntad de Su Padre.


JESÚS,  cuando se dirigían a Ti para pedirte algún tipo de curación o favor especial, eran muy bien escuchados. Sin embargo, la fe era importante que la tuvieran los que te pedían. Nosotros, en demasiadas ocasiones, estamos bastante faltos de fe.



Eleuterio Fernández Guzmán


6 de diciembre de 2012

La fe, sobre roca construida



Jueves I de Adviento


Mt 7,21.24-27

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina’”.

COMENTARIO

Es muy común y humano creer y tener por seguro que basta con orar para entrar en el definitivo Reino de Dios con todas las de la ley. Sin embargo, Jesús sabe que la cosa no es tan fácil como a nosotros nos puede parecer.

Seguir a Jesucristo, como sabemos, no es cuestión de hacer como que se le sigue y que, en efecto, hay que cumplir su doctrina que es la doctrina de Dios y que,  por eso mismo, ha de ser tenida más que en cuenta por sus hijos.

Ciertamente Jesús sabe que, humanamente hablando, no somos más que barro y que, por eso mismo, solemos equivocarnos en las decisiones que tomamos. Por eso nos recomienda que construyamos sobre roca que es Él mismo. Sólo así podremos alcanzar el destino que todos deseamos.


JESÚS, sabes que somos como somos y nos dice que tenemos que construir nuestra existencia sobre un fe firme y que la misma no puede ser, digamos, disimulada. Nosotros, sin embargo, solemos disimular la misma más de la cuenta.




Eleuterio Fernández Guzmán


5 de diciembre de 2012

La fe obra milagros




Miércoles I de Adviento

Mt 15,29-37

“En aquel tiempo, pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y Él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: ‘Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino’. Le dicen los discípulos: ‘¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?’. Díceles Jesús: ‘¿Cuántos panes tenéis?’. Ellos dijeron: ‘Siete, y unos pocos pececillos’. El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas”.

COMENTARIO

Jesús tenía que cumplir una misión que, poco a poco, iba cumpliendo. Como dijera, un día, a los enviados de Juan el Bautista, los ciegos veían y los cojos andaban. Así certificaba que la profecía del Antiguo Testamento se había cumplido: había venido el Mesías.

A pesar de tan grandes cosas que hacía por sus contemporáneos, Jesús sentía, también, compasión por ellos. Le seguían sin nada porque confiaban en aquel Maestro que enseñaba con autoridad. Y les quiere echar una, otra, mano. Pero no tienen nada. Sólo, que no es poco, la fe.

Jesús oró a Dios, dio gracias al Padre y luego, sólo luego, multiplica aquella escasa comida y da de comer a los que le siguen. Aún es bastante hasta para que sobre. La fe del Hijo de Dios todo lo pudo y todo lo puede.


JESÚS, tu comportamiento con aquellos que te siguen es ejemplo del buen trato al prójimo que Dios nos prescribe como comportamiento adecuado a su voluntad. Sin embargo, en demasiadas ocasiones hacemos como si no supiéremos esto.




Eleuterio Fernández Guzmán


4 de diciembre de 2012

Lo que conocen los pequeños en la fe



Martes I de Adviento

Lc 10,21-24

“En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’. Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: ‘¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’”.

COMENTARIO

Jesús se dirigía a Dios como quien se dirige a un Padre bueno. Pero, como sabemos, la relación del Hijo de Dios con el Creador es algo más que la relación que existe entre un padre  y un hijo.

Conocer que Jesús es Dios hecho hombre no es algo que esté fuera de lugar sino, al contrario, algo que es muy importante. Jesús revela Quién es Dios y eso es de crucial importancia par sus hijos. Manifestar acuerdo con tan gran verdad es, sin duda alguna, necesario.

Aquellos que vieron a Jesús, físicamente, había alcanzado algo que muchas generaciones de judíos habían querido alcanzar. Sin embargo, nosotros que no lo vemos podemos hacer exactamente igual que aquellos que lo vieron: creer en Él.



JESÚS, aquellos que te vieron y te escucharon hicieron, algunos de ellos, lo posible para seguirte. Sin embargo, nosotros, que sabemos Quién eres no lo hacemos siempre.




Eleuterio Fernández Guzmán


3 de diciembre de 2012

Confiar siempre en Cristo





Lunes I de Adviento

Mt 8,5-11

En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaún, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: ‘Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos’. Dícele Jesús: ‘Yo iré a curarle’. Replicó el centurión: ‘Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace’.

Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: ‘Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos’".

COMENTARIO

Cuando nos dirigimos a Dios lo podemos hacer de muchas formas. Por ejemplo, con más o con menos fe. Eso es lo que hace aquel militar romano que de dirige al Maestro: lo hace con fe.

Jesús escucha siempre a todos pero lo hacía de forma especial con aquellas personas que manifiestan una fe a prueba de toda prueba. Aquel romano, que al parecer se suponía que no tenía razones para creer en Aquel con el que estaba hablando, sí tenía mucha fe y Jesús lo sabía.

Seguramente causaría mucho escándalo entre los que le oían el escuchar que un romano, un pagano, podía tener más fe miembros del pueblo judío. Jesús, sin embargo, sabía que la fe, el creer y poner la confianza en Dios, estaba inscrito en el corazón de todo hombre.



JESÚS,  aquellos que confían en Ti acaban reconociendo que, en verdad, les escuchas. Nosotros, sin embargo, muchas veces, pudiera dar la impresión de que no confiamos mucho en el Hijo de Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán


2 de diciembre de 2012

Escuchar a Cristo




Domingo I (C) de Adviento

Lc 21,25-28.34-36

“En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: ‘Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

‘Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre’”.

COMENTARIO

Jesús advierte del porvenir que espera al ser humano. No lo hace para causar malestar sino, como es de esperar, para que no hagamos como que no sabemos nada y miremos para otro lado al respecto de nuestra vida espiritual.

Jesús sabe que aquello que va contra nuestro beneficio del alma perjudica nuestra existencia eterna. Por eso dice tantas veces eso de que no debemos amontonar en este mundo sino para el que viene. Abandonar, pues, aquellos que nos causa daño a nuestro porvenir espiritual es lo que nos conviene.

Estar en vela es lo que nos recomienda Jesús. Lo hace porque, al ser Dios sabe que su voluntad es que estemos alerta ante lo que nos pasa. Preparar nuestro corazón para el encuentro con el tribunal de Dios es, esto es cierto y seguro, lo que más nos conviene.

JESÚS,  gracias a tus advertencias muchas almas se habrán salvado del fuego eterno a lo largo de la historia. Nosotros, por desgracia, no solemos hacer mucho caso a ellas.



Eleuterio Fernández Guzmán