27 de octubre de 2012

El bien que nos ganamos



Sábado XXIX del tiempo ordinario

Lc 13, 1-9

“En aquel tiempo, llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: ‘¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo’.

Les dijo esta parábola: ‘Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’’”.

COMENTARIO

En tiempos de Jesús existía la creencia según cuando una persona sufría alguna enfermedad o alguna desgracia era porque había hecho algo malo y porque, en general, su espíritu estaba sucio y maldito.

Jesús, sin embargo, sabía que eso no era así. Cuando alguna desgracia caía sobre una persona se debía a causas que no tenían que ver con un supuesto castigo de Dios pues, seguramente, la propia persona se había puesto en situación de sufrirla.
Jesús predica acerca de una realidad que es un muy importante: la conversión. En realidad, lo que condena a una persona es, sobre todo, el hecho mismo de no haberse convertido y aceptado a Dios en su corazón. Pero aceptación cierta y verdadera y no falsa. Convertirse, con todas sus consecuencias, es salvarse.


JESÚS, nos dices aquello que es verdaderamente esencial e importante para nuestra vida eterna. Lo malo lo descartas como maldito y lo bueno lo fomentas. Sin embargo, en demasiadas ocasiones nos abocamos a lo malo en detrimento de lo malo.




Eleuterio Fernández Guzmán


26 de octubre de 2012

Año de Fe: año de evangelización

 







El pasado día 11 del presente mes de octubre Benedicto XVI inauguró, con una ceremonia llevaba a cabo en la Plaza de San Pedro, el denominado “Año de la fe” que finalizará el  24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey.  

El Año de la Fe tiene una relación muy directa con la Nueva Evangelización porque no es poco cierto que transmitir la fe es evangelizar y, por lo tanto, llevar a quien lo necesita la imagen de un Dios misericordioso y bueno.

No debería entender que evangelizar es tarea exclusiva de aquellas personas que, dentro de la Iglesia católica, llevan a cabo una labor especial como es la de ministros consagrados. Muy al contrario es la verdad: a todos, a ellos y a los laicos nos corresponde hacer lo que bien podamos para que la transmisión de la fe sea una realidad.

Como es bien sabido que los ministros consagrados ya juegan un papel muy importante en la Nueva Evangelización, es al laicado a quien corresponde (aunque sólo sea, o aunque sea, por la gran mayoría de católicos que lo constituyen) llevar a cabo una misión muy especial como es la de llevar a Cristo a todo quien lo quiera conocer e, incluso, a quien no sabiendo de su existencia, también lo necesita.

A este respecto, bien podemos seguir lo que San Pedro, en su Primera Epístola (2, 1-10), dejó escrito cuando dijo:

“Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno. Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. Pues está en la Escritura: = He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella no será confundido. Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido,  en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra; para esto han sido destinados. Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz  vosotros que en un tiempo no  erais  pueblo  y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que antes  no se tuvo compasión,  pero ahora  son compadecidos.”

Nos reconocemos de un linaje especial porque Dios ha puesto en nuestros corazones la posibilidad de llevarlo a todo el mundo. Colaboramos, los laicos, con los ministros consagrados cuando corresponde hacerlo y siguiendo lo establecido por la santa Madre Iglesia pero nos corresponde, a cada uno de nosotros, ser sal y ser levadura en nuestra vida ordinaria y en nuestros quehaceres ordinarios. Sólo así podremos decir que evangelizamos y sólo así cumpliremos con tan especial, importante y decisiva misión.

Vivimos en un mundo descreído e, incluso, en medio de una apostasía que no hace ruido de abandonos sino que es peor porque silenciosamente va produciendo corazones no ya tibios sino directamente tibios al no considerar a Dios con verdad y con eficacia en la existencia de uno mismo. Pues ahí, en el momento en el que vivimos, es en el que nos toca ser y estar.

Por eso, la Constitución dogmática sobre la Iglesia que, con el título de Lumen gentium salió del Concilio Vaticano II dice, en su punto 25, que “Cristo, gran Profeta, que con el testimonio de su vida y la fuerza de su palabra, proclamó el Reino del Padre, está cumpliendo su oficio profético hasta la más plena manifestación de la gloria no sólo a través de la Jerarquía, que enseña en Su nombre y con Su poder, sino también a través de los laicos, a quienes, por consiguiente, constituye en testigos y los adorna con el sentido de la fe y con la gracia de la palabra, para que brille la fuerza del Evangelio en la vida cotidiana, familiar y social”.

No nos cabe otra. A los laicos nos corresponde tener un papel muy importante en la evangelización porque, en efecto, somos testigos (mártires en sentido extenso y, a veces, en sentido sacrificial) pero, sobre todo, porque somos hijos de Dios y al Padre nada más puede agradarle que su descendencia proclame en las terrazas la fe que tiene y no la esconda debajo de cualquier celemín.

De otra forma lo dice el fundador del Opus Dei, San Josemaría, cuando en “Conversaciones “ (9) nos dice que “la específica participación del laico en la misión de la Iglesia consiste precisamente en santificar ab intra –de manera inmediata y directa- las realidades seculares, el orden temporal, el mundo”.

El mundo… aquel que, tantas veces, nos atrae y nos aleja de Dios. Ahí está el papel del laico y, ahí, precisamente ahí, se encuentra el campo donde sembrar la voz del Creador. Y ahora, en este Año de la Fe, se nos llama para que cumplamos con esta grave y gozosa obligación.



Eleuterio Fernández Guzmán



Publicado en Análisis Digital

Saber lo que nos conviene




Viernes XXIX del tiempo Ordinario

Lc 12, 54-59

“En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: ‘Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo’”.

COMENTARIO

Aquellos que escuchaban a Jesús, muchos de ellos, llevaban una vida poco acorde con la voluntad de Dios y, aunque estaban en la seguridad de que hacían lo correcto, bien sabía el Hijo de Dios que no era así.

Jesús sabía, sin embargo, que debían conocer la Ley de Dios en su verdadero sentido porque, sin duda alguna, a lo largo de lo siglos, habían tenido muchos estudiosos que habían llegado a comprender el sentido de la misma.

Antes de comparecer ante el Tribunal de Dios (aunque no sepamos cuándo va a ser sabemos que, seguro, será) podemos remediar nuestra situación acudiendo al Sacramento de la Penitencia. De tal forma, es posible que acudamos ante el mismo con el corazón algo más limpio.


JESÚS, por mucho que se equivocaran aquellos que contigo vivían al respecto de la Ley de Dios, sabías que les ibas a enseñar y que podían corregir su mala situación espiritual. Nosotros, sin embargo, puede dar la impresión de que no te conocemos… por la forma de actuar que llevamos a cabo.




Eleuterio Fernández Guzmán


25 de octubre de 2012

Obligadamente contra el laicismo








Una de las vocaciones, malas, del laicismo imperante en España (a pesar de todo, imperante), es la voluntad de, a ser posible, hacer desaparecer a Dios, a su influencia en los corazones de las personas para que, por ejemplo, los valores que se derivan de lo que dijo Cristo y que son el eje a través del cual se transmite la voluntad del Creador, vengan a menos o, simplemente, desparezcan.

Por eso, es fácil deducir que lo que pretende el “pensamiento único” (1), ayudado hasta la extenuación de medios por el relativismo imperante y el lacerante nihilismo, es la sustitución de Dios por un comportar ajeno a toda voluntad inmersa en el mundo que la rodea; de lo que se trata es, sencillamente, de la instauración de un poder omnímodo basado en la anulación de la virtud rectamente entendida, en los valores cristianos anulados, en la dejación inmisericorde de la misericordia y el amor al prójimo; de la fijación de un sistema de pensamiento que anuda su raíz en el egoísmo; en la tergiversación de toda ayuda altruista; en la destrucción del concepto de “vida” asentado en una concepción natural y humana sin intervención de técnica mecánica alguna.

La contraposición entre ciencia y Dios no deja de ser el ejemplo más claro de manipulación de la realidad misma. No cabe someterse a la concepción que la primera tenga sobre el segundo ya que son dimensiones de pensamiento distintas. Como dice Javier Igea (2) las realidades de la fe no son verificables científicamente. Cuando desde el “laboratorialismo(3) sólo cabe la comprensión de una realidad basada en la práctica y en la demostración unívoca de aquella, de lo que se deriva, irremisiblemente, que todo lo que queda fuera de sus manos no deja ser más que ensoñación y visión negativa de la realidad del hombre en la tierra, queda claro que se veda toda visión trascendente del ser humano, que todo lo que no “es” no puede ser, sin darse cuenta que todo lo que puede ser ya fue en la mente de Dios.

Lo que se pretende, con toda la proliferación de “sectas” sociales y pseudo religiosas (con la difusión de esoterismos, de cartomancias, de astrologías adaptadas a los más bajos instintos humanos, de echadores de cartas astrales al oído del buen pagador, etc.) es verificar, en la praxis, la vertebración social socavando los cimientos de una sociedad milenaria con su devenir de justicia basado en un derecho natural esencialmente atento al causar humano y de un devenir acorde con unos principios que se sostengan sobre el bienestar de la comunidad, la construcción de un camino vacío de espíritu porque se quiere llenar de materia, yermo de felicidad donde arraigue la desazón y el desencuentro, donde la entrega sea sinónimo de abuso, el abrazo prólogo de la asfixia.

Atender a toda la metralla de laicismos que buscan la aniquilación, por las buenas de su difusión y por las malas de su aplicación, de una concepción de la vida arraiga en la comprensión del mensaje de Dios en Cristo y dejarse engañar por el materialismo al uso que aconseja desligarse de vinculaciones supraterrenales y atarse a preocupaciones detentadoras y acaparadoras de bienes sin tino y cuento es sustituir a Dios por la nada. Es, también, asegurarse un porvenir en el que la misión de cada cual sea la defensa numantina de su existencia sin tener en cuenta las necesidades del otro, en el que el amanecer de cada día sea el final de un futuro lleno de dicha sustentado en la misteriosa voluntad de Dios hacia nosotros, en el que, se quiera o no, como Padre nuestro, debemos confiar la existencia que, por eso, nos dio.

Otra concepción del mundo y de nuestro ser no deja de ser engaño, voluntaria ceguera. Ésta nos aliena y deja nuestra vida en manos, con toda seguridad, menos amorosas y en mentes, con toda certeza, mucho menos clarividentes y sometidas a la ya citada dictadura del relativismo, ese gran monstruo que cobija, lamentablemente, a tantas buenas personas que se dejan dominar por la comodidad de lo subjetivo y del deseo propio e irrefrenable del tener.
Requiescant in pace a los valores cristianos y a su práctica si esto se sigue difundiendo y no hacemos nada para invertir esa tendencia tan actual y terrible.


NOTAS
(1) La teoría del pensamiento único no es una ensoñación ni una quimérica justificación de todo lo que se ha dicho en estas cortas páginas. Este pensamiento, tan difundido por el relativismo y por todos los movimientos que aniquilan la posibilidad de desarrollo de la persona tienen, cosa que no debe de ser casual, un fin bien definido: poner fin a lo que se ha denominado “era cristiana” y dar paso a lo que se llama “era de acuario”. Así, al acabar con la aquella se pretende que el hombre, liberado de ese “opio del pueblo”  que es la religión, cristiana se entiende, se encontrará  a sí mismo y se desarrollará como persona de una forma más “libre”. Entendemos que se trata de una libertad no precisamente libre sino de un sometimiento a la voluntad del más fuerte; una vuelta a una vieja teoría ya muy caduca que tuvo resultados nefastos, nunca mejor dicho lo de contrario al fas o justo religioso, que no queremos recordar, en el siglo pasado.
Sin embargo, si seguimos el ejemplo de la segunda (o era de acuario) y la aplicación que su ideología tiene en los ámbitos más extensos en los que se difunde –prácticamente todos- podremos observar, si no estamos cegados por la realidad que se pretende imponer, por ese gran monstruo que supone, que los resultados son más bien negativos: experimentación con el ser humano a través de técnicas científicas que aniquilan a la propia persona en aras de un provecho también humano (reproducción in vitro, utilización de técnicas de uso de células madre en busca de “bienes” terapéuticos, etc.); sometimiento de la persona al castigo de la adoración del dinero por el poder que supone su acumulación; escasa asistencia al desvalido  por no considerarle válido para la sociedad opulenta en la que se inserta, alineación del pensamiento por sometimiento de éste al que se considera válido y del que no se puede discrepar; utilización de los medios a su alcance para acallar las opiniones contrarias a su difusión, etc. Por lo tanto, está en las manos de cada una de las personas que puedan conocer la existencia real de este pensamiento único, de lo que busca y encuentra, el batirse en duelo espiritual con él, de no arredrarse ante sus embates y de no disimular como si la cosa no fuera con ellos ya que, de otra forma, no será posible combatir nada porque ese enemigo despiadado que tanto ataca a nuestros corazones con sus ponzoñas habrá vencido esta cruenta batalla que, calladamente, está librando con los medios más potentes: sus propias posibilidades y la ignorancia gigantesca de sus destinatarios sobre los fines perseguidos.
(2) En su artículo titulado “El engañoso materialismo”, publicado en el número 386 del semanario católico Alfa y Omega, este sacerdote y astrofísico, que ha sido miembro del Observatorio Vaticano y profesor de Cosmología filosófica, da su opinión sobre lo que llama la “ilusión del materialismo”.
(3) Término con el que nos referimos a todo desarrollo del ser humano asentado en una praxis puramente mecánica y en el que el espíritu no tiene la mayor importancia; en el que la concepción de lo humano es, claramente, perjudicial para su necesario fluir hacia el mundo.


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Fuego de Dios




Jueves XXIX del tiempo Ordinario


Lc 12, 49-53

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra’”.

COMENTARIO

Lo que vino Cristo a llevar a cabo no era, precisamente, nada fácil. En un mundo en el que a la Ley de Dios se la habían dado muchas vueltas para adaptarla a las conveniencias humanas, tenía que transmitir justamente lo contrario.

Dice Jesús que ha venido al mundo a traer fuego. Es un fuego que purifica el alma y la limpia, con su acción, de todo aquello que es contrario a la voluntad de Dios. Es un fuego santo y su santidad la determina haber sido traído por el Creador hecho hombre.

El Hijo de Dios tampoco ha venido a traer paz en el sentido de conformismo sino todo lo contrario: lucha para que venza la voluntad de Dios en un mundo que, como el de ahora mismo, es relativista y aparta al Creador de su misma realidad. La paz de Dios sólo llega cuando se cumple su voluntad.



JESÚS, cuando viniste al mundo, en el que estás acompañándonos hasta el fin de los tiempos, sabías que tu labor no iba a ser nada fácil. Nosotros, sin embargo, aún sabiendo eso, no actuamos muchas veces como debemos.




Eleuterio Fernández Guzmán


24 de octubre de 2012

Prepararse para la llamada de Dios



Miércoles XXIX del tiempo Ordinario

Lc 12, 39-48

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre’.

Dijo Pedro: ‘Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?’. Respondió el Señor: ‘¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.

‘Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más’".

COMENTARIO

Estar prevenidos para cuando Dios nos llame no es, esto es cierto, nada fácil porque solemos tener la tendencia de acostumbrarnos al mundo y a sus mundanidades.

Si, esperando la llamada de Dios, nos dedicamos a no hacer nada de lo que debemos, el resultado de tal forma de actuar no puede ser nada bueno para nosotros. Así, seremos consideramos no de forma positiva en el tribunal de Dios porque estamos más que avisados de lo que puede suceder en tal caso.

Si, al contrario, actuamos como debemos y mantenemos un estado espiritual sano y limpio, seremos considerados de forma positiva en el tribunal de Dios porque también así está escrito y el Creador no miente nunca.



JESÚS, a nosotros nos toca escoger entre una y otra forma de comportarnos ante la que será segura llamada de Dios. Bien o mal… así actuamos y, por desgracia, demasiado mal en demasiadas ocasiones.




Eleuterio Fernández Guzmán


23 de octubre de 2012

Estar preparados




Martes XXIX del tiempo Ordinario

Lc 12, 35-38

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!’".

COMENTARIO

Estar preparados para cuando Dios nos llame ha de ser importante para nosotros porque supone saber que, en cualquier momento podemos ser requeridos para comparecer ante su tribunal. No estar preparado es, al contrario, muy perjudicial para nosotros mismos.

Ante esta tesitura podemos adoptar dos decisiones. La primera es no permanecer atentos a nuestro espíritu y vivir como si nunca tuviéramos que comparecer ante Dios. Es una forma ciega de comportarse que, además, tendrá muy negativas consecuencias para nosotros.

Por otro lado, podemos estar atentos a la oración y tratar, al menos tratar, de estar preparados a ser llamados en cualquier momento. No perder, pues, de vista los Mandamientos de Dios ni lo que los mismos significan y, en fin, actuar según su voluntad.



JESÚS, es cierto que puede darnos la impresión de que Dios no se acordará de que tiene que llamarnos. Así, al menos, actuamos más veces de las que deberíamos actuar.




Eleuterio Fernández Guzmán

22 de octubre de 2012

Lo que, de verdad, importa






Lunes XXIX del tiempo Ordinario

Lc 12,13-21

“En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo’. Él le respondió: ‘¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?’. Y les dijo: ‘Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes’.

Les dijo una parábola: ‘Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios’”.


COMENTARIO


Los seres humanos tenemos la costumbre de poner nuestro interés en realidades que, en el fondo, no nos interesan. Así, por ejemplo, damos mucha importancia a los bienes materiales por sobre los espirituales que son, al fin y al cabo, los que nos facilitan la vida eterna.

Dice Jesús que, en realidad, aquello que es, que debería ser, de nuestro interés, está muy lejos de lo que solemos tener por bueno y benéfico para nosotros. Lo material desaparece pero lo espiritual siempre permanece.

Dice Cristo algo que es muy importante y que no deberíamos olvidar nunca: tenemos que estar preparados para cuando seamos llamados por Dios a comparecer ante su Tribunal. Por eso deberíamos cambiar muchos de nuestros intereses.


JESÚS,  aquellos que te seguimos no podemos olvidar que hay cosas que no son importantes para nosotros. Sin embargo, es triste que olvidemos con demasiada facilidad que el espíritu es más importante que la materia.



Eleuterio Fernández Guzmán