29 de septiembre de 2012

Dios todo lo sabe y conoce





Jn 1, 47-51

“En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: ‘Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño’. Le dice Natanael: ‘¿De qué me conoces?’. Le respondió Jesús: ‘Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi’. Le respondió Natanael: ‘Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’. Jesús le contestó: ‘¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores’. Y le añadió: ‘En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre’”.

COMENTARIO

Es cierto que Jesús, que todo lo conocía, sabía quien era Natanael. Pero también es cierto que el propio Natanael se sorprendió de que Jesús le dijera que lo había visto. Pensaba como hombre y así actuaba.

Sin embargo, Natanael comprende, de inmediato, que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías tan esperado por el pueblo de Israel. Además lo reconoce como Rey porque sabe que quien hace lo que hizo el Cristo no puede ser un ser humano del común.

Jesús les profetiza lo que verán cuando llegue el momento. No será poco importante sino que será la culminación del proceso de salvación que pudo llevarse a cabo a partir de lo que sería su muerte y resurrección.




JESÚS, aquellos que te escuchaban lo que decías se sorprendían de aquello. Sin embargo nosotros, que conocemos lo que hiciste y sabemos que eres el Hijo de Dios, no acatamos muchas veces lo que dices y haces.




Eleuterio Fernández Guzmán


28 de septiembre de 2012

Saber quién es Cristo






Viernes XXV del tiempo ordinario


Lc 9,18-22

“Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo?’. Ellos respondieron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado’. Les dijo: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. Pedro le contestó: ‘El Cristo de Dios’. Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: ‘El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día’".

COMENTARIO

Jesús quería saber qué pensaban acerca de su persona y de lo que suponía para aquellos que lo conocían. En general, había bastante despiste porque no tenían muy claro quién era.

Pedro, sin embargo, tenía una idea muy cercana a la realidad de las cosas. Le dice que el Maestro es el Cristo de Dios o, lo que es lo mismo, Quien tenía que venir para salvar al mundo. Por eso lo siguen.

Jesús, sin embargo, tiene noticias que no van a ser demasiado agradables: la verdad. En primer lugar, no tienen que decir a nadie que ha venido el Mesías. Pero lo peor de todo es que les dice cómo va a morir y cómo va a resucitar. Es lógico que, en aquel momento, no entendiesen nada.


JESÚS, seguirte ha de suponer conocerte. Por eso preguntas que quién creen que eres. Nosotros sabemos que eres el Hijo de Dios y, por eso mismo, es difícil entender que en demasiadas ocasiones hagamos como si no lo supiéramos.




Eleuterio Fernández Guzmán


27 de septiembre de 2012

Libro: Sobre el Opus Dei y San Josemaría


El que esto escribe ha podido comprobar que, a lo largo del tiempo, el tema o todo lo relacionado con la Obra fundada por San Josemaría, es causa de polémica entre aquellos que creen que se trata de un movimiento al que gustan de llamar ultraconservador.

Sin embargo, el que esto escribe tiene la sensación, más que mostrada por aquellos que persiguen a la Obra de alguna forma o de otra, que se trata, simplemente, de asechanzas del Maligno para que se tuerza lo que hace muchos años el Espíritu Santo inspiró en el corazón de un sacerdote que andaba formándose en la capital de España.

En este corto libro se recogen una serie de artículos publicados y referidos al Opus Dei y, claro está, a su fundador San Josemaría.

El autor:

Eleuterio Fernández Guzmán es seglar, catequista y licenciado en Derecho. Nació en Granada en 1963 y vive, actualmente, en Torrent (Valencia-España) Está casado y tiene dos hijos.


Datos técnicos:

Editorial:Lulu (http://www.lulu.com/spotlight/eleuterio63 )
Colección:
Materia:Religión y espiritualidad
Destinatarios:Creyentes católicos
Formato:15,24 x 22,86
Páginas:50
ISBN:5800087191104
Precio con Iva:5 € en formato libro – 1€ en formato pdf


Publicado en Acción Digital

Buscar a Cristo



Jueves XXV del tiempo ordinario

Lc 9, 7-9

“En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: ‘A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?’. Y buscaba verle".


COMENTARIO

Muchos de los que perseguían a Jesús es lógico que fueran a Herodes para decirle que había una persona, muy seguida, que estaba haciendo mucho daño a su fe. Ellos quería que le hiciera daño y por eso acudían a quien, claro, podía hacérselo.

Herodes debía saber que Jesús no era un mortal común y corriente. Si enseñaba y muchos le seguían, era de esperar que tuviera algo importante que decirle y, a lo mejor, podía aprender algo de aquel Maestro que tantos admiraban.

Nosotros también buscamos a Cristo. Lo hacemos porque sabemos que es el Hijo de Dios y que necesitamos su voz y su corazón. Cristo nunca rehúsa el encuentro con su hermano de fe que lo busca porque sabe, Él también lo sabe, que es tan importante que lo encontremos que no cesa en llamarnos y esperarnos.




JESÚS, Herodes te buscaba y, aunque pudiera parecer que lo hacía para conocerte y aprender de ti, era para perseguirte porque, seguramente, pensaba que peligraba su poder. Algo parecido nos pasa a nosotros cuando lo buscamos  pero es con intención exclusiva de satisfacer algún egoísmo particular.



Eleuterio Fernández Guzmán

26 de septiembre de 2012

Populorum Progressio, 45 años después







“Verse libres de la miseria /…/, ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más. Tal es la aspiración de los hombres de hoy, mientras que un gran número de ellos se ven condenados a vivir en condiciones que hacen ilusorio este legítimo deseo”. Con estas palabras, la Carta Encíclica Populorum Progressio, de Pablo VI, de la que en el mes de marzo pasado se cumplieron 45 años, comienza su Primera Parte, titulada “Por un desarrollo integral del hombre”, título  y contenido que clarifica, bastante, el sentido de este documento de la Iglesia.

Es claro que la Iglesia se ha preocupado, se preocupa y se preocupará, de las cuestiones sociales pues no es un organismo que, como se pretende muchas veces, esté  (o deba estar) fuera de la sociedad, sino, al contrario, un conjunto de fieles inmerso, de todas las formas posibles, en la comunidad universal, donde habitan.

Por eso, tanto León XIII, con su Rerum Novarum, como Pio XI, con su Quadragesimo Anno y Juan XXIII con Mater et Magistra y Pacem in Terris se han adentrado en cuestiones las que no podían estar ausentes y han iluminado, con la luz del Evangelio, esas cosas nuevas que la Iglesia, como Madre y Maestra, considera esencial para que la verdadera paz, en la tierra, sea posible y se haga real.

Como ejemplo de la posibilidad que la Iglesia tiene de estar en la sociedad, el Beato Juan Pablo II, en 1992, (13 de febrero) erigió la Fundación Autónoma Populorum Progressio con el ánimo de que fuera expresión del amor de la Esposa de Cristo a todos los necesitados de la tierra. Antecedente, por así decirlo, fue el Fondo Populorum Progressio, creado por Pablo VI para que el mismo se utilizara para llevar a cabo programas de reforma agraria. Este Fondo fue asumido por la Fundación creada por el Papa polaco que, dando forma completa y estructura, constituyó, con uno y otra, una sola cosa.

Desde su creación, han sido más de 2.200 proyectos los que se han llevado a cabo, habiéndose invertido, hasta hace pocos años, más de 18.700.000 US$ lo que nos permite decir  que, en la mayoría de los casos, se ha tratado, y se trata, de macroproyectos, muy centrados, pues, en dar solución a problemas muy concretos y a situaciones no genéricas sino, al contrario, perfectamente determinadas.

Si decimos qué naciones se han visto favorecidas tendríamos que nombrar a muchas. Sin embargo, esto sólo podría parecer que nos refugiamos en cifras lo que junto a la cita de proyectos y dinero, parecería que lo que importa no son las personas sino lo que se relaciona con ellas. Y eso no es así sino, al contrario, el deseo expreso de la Iglesia que el destino de su obra es el hombre, hijo de Dios y hermano de los miembros de aquella.

Desde que se aprobó la Populorum Progressio muchas cosas han cambiado en el mundo. Si bien en aquel entonces se la pudo hacer pasar por revolucionaria por determinados sectores de la Iglesia esto  era, ya se puede imaginar, totalmente alejado de la realidad. Lo único que hizo fue reconocer la existencia de males sociales y la respuesta a ellos a veces sólo se podía hacer desde reacciones necesarias ante el desastre desigual que imperaba. Sin embargo, a pesar de que, en general, hoy día (2012) no existe ese enfrentamiento que, en aquellos años en la que apareció esta Carta Encíclica, se daba entre capitalismo y marxismo, sí que se puede decir que siguen existiendo diferencias sociales que, en muchos casos, muestran lo sangrante que puede llegar a ser la práctica del capitalismo de forma extrema. Digamos que la Globalización malentendida acarrea problemas aunque no se deja de reconocer que es muy benéfico, en general, para la humanidad.

Sabido es que, actualmente, la macroeconomía ha adquirido una importancia tal que, en muchas ocasiones, se sobrevalora ésta en relación con el hombre concreto. Por eso, lo que es concretamente superior (por tener contenido global) se acaba imponiendo sobre lo que es, al fin y al cabo, sujeto de eso mayor, que es el ser humano, con su problemática intrínseca de ser célula que forma el cuerpo social. Por esto la Carta Encíclica de la que hablamos no ha perdido actualidad pues la misma realidad (aunque de diversa forma a lo que había cuando se publicó) sigue siendo, esencialmente y en el fondo, igual.

Dice la Carta Encíclica que “el desarrollo es el nuevo hombre de la paz”. Sin embargo, actualmente aquel está repartido, digamos, de forma desigual; unas naciones tienen un desarrollo económico extraordinario y otras, al contrario, se debaten entre la vida y la muerte debido a lo escaso de su desarrollarse. Y este germen de comportamientos que, a veces, dista mucho de uno que ser humano, dista mucho de la paz, de la verdadera y no sólo del silencio de las armas. Hay algunas clases de paz y la mejor de todas es la que establece una relación amorosa entre las personas. Aquel antiguo “mirad como se aman” de los primeros cristianos ha de ser difundido hoy día; aquel sentido, caritativo, que conformó las primeras comunidades cristianas, debería ser eje a través del cual se condujera la humanidad.

Algunos años después, nada menos que 45, lo dejado dicho por Pablo VI tiene total vigencia.  Dijo entonces (y vale para ahora) que “entre las civilizaciones, como entre las personas, un diálogo sincero es, en efecto, creador de fraternidad” (PP 73)

El amor entre hermanos, pues todos somos hijos de Dios, es germen y semilla del desarrollo. Por eso es ahora, cuando puede parecer que 1967 queda muy lejos para la historia de la humanidad, cuando comprendemos, como pasa con Jesús y su Evangelio, que todo es tan viejo como el Evangelio y como el Evangelio nuevo.

Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Anunciar el Reino de Dios





Miércoles XXV del tiempo ordinario

Lc 9, 1-6

“En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: ‘No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos’. Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes".

COMENTARIO

Jesús, que era Dios hecho hombre, tenía el poder para hacer lo que quisiere hacer con él. También para cederlo a quien tuviera por conveniente. Nada más lógico, claro, que hiciese lo propio con sus apóstoles a los que enviaba a transmitir la Buena Noticia.

Los consejos que da Cristo no eran, no son, fáciles de seguir. Todo se resume en confiar totalmente en Dios y en lo que quiere para nuestra vida. Sólo así se entiende que Jesús dijese que no tenían que llevar nada más que a ellos mismos y a la Palabra de Dios. Lo demás les sería dado por añadidura porque el trabajador de la mies del Señor bien merece su paga.

Los Apóstoles tenían que cumplir una misión y la cumplieron como quería Jesús que la cumpliesen. Anunciaban que el Reino de Dios ya había llegado y que Jesús era el Mesías. Curaban, además, como lo hacía Cristo por el poder que les cedió.


JESÚS, cumplir con la voluntad de Dios no siempre es fácil. Sin embargo, hacerlo es comportarse como un buen hijo. Por eso, muchas veces, no lo somos nosotros.




Eleuterio Fernández Guzmán


25 de septiembre de 2012

Ser verdadero hermano de Cristo



  
Martes XXIV del tiempo ordinario

Lc 8, 19-21

“En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: ‘Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte’. Pero Él les respondió: ‘Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen’.


COMENTARIO

Sin duda alguna muchas personas habían, incluso en el ambiente familiar de Jesús, que no estaban de acuerdo con lo que decía porque era muy radical entendido esto con relación a lo que se consideraba “normal” y adecuado para la fe judía.

Cuando van a buscar a Jesús su madre y los llamados “hermanos” (parientes del Hijo de Dios) lo hacen para llevárselo ante el acoso de la gente que le sigue y que quiere, seguramente, ser curada de muchas enfermedades físicas y síquicas. También podían haber ido a escucharlo y nada más.

Jesús, sin embargo, sabe que madre y hermanos no lo son, simplemente, aquellos que la naturaleza le ha dado sino que son aquellos que, en efecto, tienen en cuenta a Dios en sus vidas y llevan a la práctica la voluntad del Creador. Tales son su madre y sus hermanos.




JESÚS,  seguirte no es fácil porque puede parecer que desprecias a las personas de tu propia sangre. Sin embargo bien sabes, pues eres Dios hecho hombre, que la voluntad del Creador es lo más importante. Por eso en muchas ocasiones no queremos ser hermanos tuyos… por egoísmo.




Eleuterio Fernández Guzmán


24 de septiembre de 2012

No ocultar la fe


 
Lunes XXV del tiempo ordinario

Lc 8,16-18

“En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: ‘Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará’”.


COMENTARIO

Cuando se tiene una cosa a la que de damos importancia no solemos esconderla para que nadie la vea sino que, al contrario, procuramos darla a conocer. Lo mismo ha de pasar con la fe que, aún teniéndola y siendo conscientes de la importancia que tiene para nuestra vida, no la mostramos todo lo que debiéramos.

La fe es luz y si lo es para quien la tiene podemos imaginar qué puede llegar a ser para aquellos que no la tienen o que no tienen intención de acercarse a ella. En estas circunstancias no darla a conocer es una muy negativa forma de comportarse.

Quien cree que tiene fe pero, en realidad, no es más que apariencia, se le ha de quitar porque es falsa y a Dios no puede agradar tal forma de comportarse. Por el contrario, a quien tenga fe y sea verdadera y cierta se la dará más para que viva eternamente.

JESÚS,  quien tiene fe no ha de hacer como si no la tuviera sino, muy al contrario, mostrarla al mundo para que sea la esperanza del prójimo. Sin embargo, en demasiadas ocasiones la escondemos por el qué dirán o por comportamiento políticamente correcto.



Eleuterio Fernández Guzmán


23 de septiembre de 2012

Aceptar al despreciado


 


Domingo XXV (B) del tiempo ordinario

Mc 9,30-37


“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos pasaban por Galilea, pero Él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: ‘El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará’. Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: ‘¿De qué discutíais por el camino?’. Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: ‘Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos’. Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: ‘El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado’”.



COMENTARIO

Jesús avisa de la realidad que, aunque no guste a los que puedan oírla, es la que es. Va a tener un final en el mundo que no va a ser demasiado bueno porque aquellos que le escuchan no están de acuerdo con que le vaya a pasar lo que dice que le va a pasar.

Una sorpresa aguarda a los que siguen a Jesús: para ser el primero ha de ser el último. Y se refiere a ser el primero en el reino de los cielos y el último, servidor, en este mundo. Y eso era un cambio radical de perspectiva espiritual y material.

Además, por si eso no fuera, ya suficiente, Jesús les hace ver que han de tener en cuenta a los más desfavorecidos de la sociedad como, por ejemplo, era el caso de los niños porque no eran muy tenidos en cuenta. Hasta tal punto es la cosa que aceptar a los desfavorecidos es aceptar al mismo Cristo y, así, a Dios.


JESÚS,  sabes que es muy importante que tus discípulos tengan amor y tengan misericordia. Tener en cuenta a los socialmente despreciados supone actuar así. Nosotros, por desgracia, en no pocas ocasiones obviamos esta gran verdad.



Eleuterio Fernández Guzmán