25 de agosto de 2012

Ser el último, ser humilde… de verdad



Sábado XX del tiempo ordinario

Mt 23,1-12

“En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente y a los discípulos: ‘En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame “Rabbí”.

‘Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar ‘Rabbí’, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie ‘Padre’ vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar “Guías”, porque uno solo es vuestro Guía: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado’”.


COMENTARIO

Una cosa es una cosa y otra… es otra. Con esto quiere decir Cristo que tenemos que ir con ojo cuando aquellos que nos pastorean puedan dar la impresión que de su vida no concuerda con lo que dicen que debemos seguir. Transmiten la Palabra de Dios que es la Verdad.

Dios ve en lo secreto de nuestro corazón y no vale la pena ir alardeando por el mundo de aquello que hacemos porque es más que probable que lo hagamos para que se nos tenga en cuenta socialmente pero, en realidad, poco tenga que ver con la verdadera voluntad de Dios.

Ser el último y ser humillado. Tales formas de comportarse son las que Dios quiere que llevemos a cabo. Es bien cierto que no siempre estamos dispuestos a ser los últimos cuando podríamos ser los primeros y a humillarnos, a ser barro, cuando queremos ser piedra de corazón de piedra.


JESÚS, los que te seguían entonces y los que te seguimos ahora mismo no acabamos de entender el significado de tus palabras… Lo que nos pasa es que no queremos entenderlas.




Eleuterio Fernández Guzmán


24 de agosto de 2012

Mártires de hoy











También hoy día hay mártires.

No nos referimos, con esto, a que se haya provocado una nueva persecución a muerte física (todavía) sino que lo que es insoslayable, por ser de imposible olvido, es que desde instancias oficiales y, lo que es peor, desde la ideología de lo políticamente correcto, se ha abierto la veda (hace ya algún tiempo) para que el ataque, el zaherimiento, el ir contra lo católico, se convierta en una especie de divertimento nacional y, con ello, tratar de arrinconar, si es que eso es posible, la Fe en el ámbito secreto de lo íntimo o en el comunitario acercarse a Dios de la Sacristía. Esto sin olvidar que, en muchos lugares del mundo hay cristianos dando su vida por ser, precisamente, cristianos. 

Por eso decimos que, en verdad, también hoy, hay testigos, y que, como mártires que son, merecen la atención que no se les presta desde quien no quiere prestarles ninguna ya que si Tertuliano decía que “La sangre de los mártires es semilla de cristianos” también con un proceder correcto en el ámbito de la defensa de la Fe se puede verter sangre aunque no esa, ésta, física, sino puramente espiritual, de entrega a la Palabra de Dios. Y este especial líquido, que se incorpora al bien social por haber respondido a las asechanzas del Maligno en versión presente, ha de ser, por necesidad intrínseca, una nueva luz (siendo la de siempre) que, en la oscuridad de la tiniebla, en el desierto de hoy, conduzca al pueblo de Dios al destino de su Reino. 

Entonces, ¿cómo podemos ser, cómo somos, mártires de nuestro tiempo?

Seguramente existen muchas formas pero, por presentar algunas de ellas, quizá las que siguen puedan servir para discernir lo que somos y, sobre todo, lo que deberíamos ser y, hasta es posible que abran algún que otro ojo cerrado por la pasión por el siglo. 

Se es mártir del presente cuando, con la paciencia propia de quien cree en que lo que cree es cierto, se soporta el ataque que cayendo gota a gota, hecho a hecho, norma a norma, va minando el sentido mismo de la Fe porque así entienden, sus detractores, que conseguirán menguar la resistencia que presentamos a la manifestación de odio. 

Por eso, se es mártir del presente cuando, con intención verdaderamente tergiversadora de la verdad, se pretende imponer una memoria tendente a causar estragos en la sociedad, a romper (eso pretenden) el hilo de la historia que tan difícilmente habíamos tejido el pueblo español: creyentes, agnósticos y ateos. Pero se es mártir cuando se ha de ver, impasibilidad obligada, como ese recordar está lastrado por una ideología, dominado por un odio que no recoge, en sus recuerdos, la sangre derramada por los verdaderos mártires de los cuales ahora, casi ya, vamos a traer a la vida comunitaria del pueblo de Dios. Por eso, bien dijo en su día el emérito cardenal Amigo que “Es un retroceso histórico y cívico, con un riesgo evidente de tensiones, discriminaciones y alteraciones de una tranquila convivencia”, un posible vivero de mártires, añadimos nosotros.

Así, se es mártir del presente cuando, en ejercicio de unos derechos que entendemos naturales, y, por eso mismo, apoyados por una Ley que tiene carácter supremo y, por eso, superior a la humana, nos oponemos a que se pueda manipular al ser humano atentando contra la vida del no nacido. También si es, simplemente, usando del material genético como si no fuera una persona a la que se intentan aplicar técnicas que, dicen, mejoraran la vida de otras personas y, por eso, se nos considere retrógrados y contrarios a los avances científicos. Pero en nombre de la ciencia no es posible denigrar al ser humano tratándolo como una cosa por muy diminuto que sea su tamaño y hayan pasado pocos días desde la concepción. 

Se es mártir del presente cuando, en apoyo a unos valores que entendemos fundamentales para la vida humana y que se asientan en una fe milenaria (más de 2.000 años la contemplan si abarcamos, cosa obligada, en nuestra visión, la época dilatada que comprende el Antiguo Testamento o, mejor, Antigua Alianza) no se cree posible soportar sobre las espaldas de nuestros hijos o los hijos de otros padres y, al fin y al cabo, sobre la sociedad toda, la imposición política y administrativa de una asignatura como es Educación para la Ciudadanía que, a pesar de los pesares, no acaba de ser eliminada del calendario escolar por quien dijo que haría lo que en justicia le corresponde. Y la forma de ser testigo es, sin duda alguna, la oposición a la misma con la consiguiente discriminación hacia los educandos como si fueran apestados de un mundo políticamente correcto donde ha de primar lo moderno sobre lo eterno, el tener sobre el ser. 

También se es mártir del presente cuando se comprueba que se quiere, se pretende, se está llevando a cabo, una eliminación paulatina de la enseñanza de la Religión Católica en los centros que, por obligación legal, constitucional y concordataria, debía de estar no sólo protegida sino incrementada en cuanto tiempo empleado en su impartición, desarrollo y conocimiento. 

Se es mártir del presente seguramente de muchas formas, como hemos dicho supra. Sin embargo, cada una de las formas aquí someramente expuestas no es más que la demostración de ese martirologio (víctimas de la causa del Creador) diario, al que nos acogemos, con gusto, aquellos que nos consideramos hijos de Dios; gustosos de dar, de esa forma particular, la vida por Cristo y, claro, también, por el hermano o prójimo. 

Quizá ahora no se muera por ser mártir (aunque algunas personas sí que tienen esa especial gracia divina) del presente, al menos en nuestra sociedad occidental. Sin embargo es, si bien lo pensamos, bastante peor, porque se nos deja preteridos, dejados, nunca mejor dicho, en la mano de Dios pero nunca de la mano de Dios olvidados porque el Padre, para eso, sí es fiel y misericordioso, verdadero mártir en semejanza de Hijo. 


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Acción Digital

Lo que aún tenemos que ver





Jn 1,45-51


En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: ‘Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret’. Le respondió Natanael: ‘¿De Nazaret puede haber cosa buena?’. Le dice Felipe: ‘Ven y lo verás’. Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: ‘Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño’. Le dice Natanael: ‘¿De qué me conoces?’. Le respondió Jesús: ‘Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi’. Le respondió Natanael: ‘Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’. Jesús le contestó: ‘¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores’. Y le añadió: ‘En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre’".


COMENTARIO

Si ahora pasa algo parecido a lo que entonces pasaba al respecto de no creer que Jesús es el Mesías y que fue enviado por Dios para salvar al mundo, es de imaginar que en su tiempo pasara lo mismo cuando no peor.

Dudan de Jesús porque sólo ven lo humano y, por eso mismo, Natanael cree que viniendo de Nazaret, como nada se dice de ella importante en la Sagrada Escritura hasta entonces conocida, no era posible que un hombre venido de allí pudiera ser alguien a tener en cuenta.

Jesús, como siempre pasa, sorprende al dudoso Natanael. Lo vio sin que él lo viera y eso ya le parece extraordinario al nuevo discípulo que hace el Cristo. Sin embargo, como muy dice el Hijo del Hombre, tendremos que ver cosas mucho más maravillosas y que están por venir.


JESÚS,  los que dudan de Ti lo hacen porque no te conocen. Sin embargo, aun es peor que, conociéndote no hagamos caso a lo que dices y a lo que haces.




Eleuterio Fernández Guzmán


23 de agosto de 2012

Escogidos por Dios



Jueves XX del tiempo ordinario

Mt 22,1-14

“En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.

Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogido'".

COMENTARIO

Dios nos creó para que domináramos el mundo y para que lo transmitiéramos a nuestros descendientes. Nos creó y nos puso en el mundo con libertad para hacer lo que creyésemos oportunos. Incluso nos dio libertad para aceptarlo o no aceptarlo.

Dios nos llama a estar con Él, a tenerlo como importante en nuestra vida y a ser hijos que están orgullosos de su Padre. Y Dios insiste en llamarnos porque siempre nos quiere a su lado y porque nos ama sobre todas las cosas. Pero, a veces, no hacemos caso a su llamada porque egoísmos humanos nos atraen demasiado hacia la tierra.

Si hemos aceptado estar con Dios y tenerlo como importante en nuestra vida no podemos hacer, ahora y entonces, como si en realidad no creyésemos lo que decimos. Actuamos, así, de una forma contraria a la franqueza y a la fidelidad. A Dios eso no puede gustarle ni agradarle.



JESÚS, muy sabes que Tú escogiste a sus apóstoles igual que hace Dios con cada uno de nosotros. Si somos escogidos y elegidos se hace difícil entender cómo, en demasiadas ocasiones, no seguimos a pie juntillas la voluntad de Tu Padre.




Eleuterio Fernández Guzmán


22 de agosto de 2012

El aborto es un mal -Un crimen despenalizado




Pablo Cabellos Llorente








Los lectores recordará aquellas películas de buenos y malos, en las que rápidamente se sabía quiénes eran unos y otros, lo que permitía al espectador posicionarse enseguida. Además, siempre ganaban los buenos. No es que el aborto sea una película de buenos y malos, porque no se puede juzgar a las personas sin conocerlas y -por el motivo que sea- sin asumir algún deber que lleve al ejercicio de esa tarea. No juzgo a nadie, ni deseo la cárcel para nadie, pero el aborto, en sí mismo, es malo. Incluso hemos perdido el guión de esta película.

Cuando se tramitaba la primera ley del aborto, prácticamente todos coincidían en la afirmación de que el aborto es un drama, pero que había que dar un cauce a determinados supuestos. El aborto continuó siendo un crimen despenalizado pero realmente libre, sobre todo por el supuesto de enfermedad sicológica de la madre, causa de casi todos los abortos. Hubo médicos o clínicas que ni siquiera solicitaban el mínimo de documentación, asunto denunciado,   no sé con qué  conclusión.

Luego vino la segunda ley, más ideológica que práctica, porque es posible que no haya aumentado el número de abortos, pero éste ha pasado de ser un crimen despenalizado, a constituir un derecho de la mujer. A esto se unió la facultad de ejercitar tal derecho a las menores de edad sin consentimiento de sus padres. Una ley machista -el hombre queda eximido de toda carga- e innecesaria, además de incumplir de la promesa electoral de que no iría en esa legislatura.

 Dije que también hemos perdido el guión, porque el nuestro es un aborto sin razones, sólo algunas sentimentales. Y ahora con opiniones sobre si es precisa una ecografía -todas las pruebas médicas deben ser conocidas por el paciente o familia-, o si es válido un Magistrado del Constitucional para  dictaminar si la supresión de los fetos con la ley actual se ajusta o no a nuestra Constitución. Pero no entramos al tema.

El guión perdido es muy sencillo: ¿puede ser un derecho matar al ser más inocente en el que debía ser su lugar más seguro? ¿Alguien se ha molestado en hacer y publicar una encuesta sobre el estado de las madres que abortaron? Problemas psicológicos -depresiones, traumas, sentido de culpabilidad, etc.-, sentirse engañadas, haber considerado el aborto como un sistema anticonceptivo más, etc. La progresía parece amar siempre la ciencia experimental frente a la razón -o hay necesidad de oponerlas-, pero aquí no hay razones y la genética cada vez muestra más claramente la existencia de un ser vivo desde el momento de la fecundación, un ser que sólo puede ser humano, no una planta o un cangrejo. Éste es el guión.


P. Pablo Cabellos Llorente

Estar a lo que nos conviene




Miércoles XX del tiempo ordinario

Mt 20,1-16

“En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos’”.

COMENTARIO

No es nada extraño ni está fuera de lugar para un pensar puramente humano que queramos ser recompensados por según el trabajo que creamos hemos hecho. Así creemos que se cumple la justicia y nos quedamos tan contentos. Pero para Dios no puede ser lo mismo la cosa ni el asunto de nuestra vida.

Dios recompensa según quiere y quiere según cree que, en verdad, ha sido nuestro comportamiento. Al igual que los trabajadores de la parábola no suele pasar pocas veces que nos creamos en más derechos que los demás sin tener en cuenta ni nuestra forma de ser ni nuestro pensamiento secreto que es, allí, donde Dios lo ve todo.

No podemos tener envidia del prójimo si Dios decide darle esto o lo otro. Cada uno de nosotros tenemos un quehacer que llevar a cabo y una misión que cumplir en nuestra vida. Descubrir el uno y la otra es esencial para nuestra vida eterna. No podemos estar, mientras tanto, más pendientes del goce ajeno para rabiar por él.


JESÚS, muchos de nosotros nos creemos mejores por ser hijos de Dios cuando, en realidad, no lo demostramos muchos. Sólo esperamos que el Creador, en su Misericordia, sepa perdonarnos.




Eleuterio Fernández Guzmán


21 de agosto de 2012

Seguir y creer en Cristo





Martes XX del tiempo ordinario


Mt 19,23-30

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos’. Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: Entonces, ¿quién se podrá salvar?’. Jesús, mirándolos fijamente, dijo: Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible.

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: ‘Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?’. Jesús les dijo: ‘Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros’".

COMENTARIO

Muchos de los que escuchaban a Jesús tenían de la situación de su época una creencia que era muy común: el rico era, además, querido por Dios y por eso mismo tendrían la salvación asegurada. Pero Jesús no era del mismo parecer.

El caso de los ricos es sintomático de un creer equivocado. No es que Jesús no estuviera de acuerdo con el hecho de que hubiera ricos pues eso era absurdo. Estaban contra el mal uso del dinero que se podía hacer con él y con, por ejemplo, no socorrer al necesitado. A tales ricos les sería difícil entrar en el Reino de los Cielos.

Aquel que sigue a Jesús y deja atrás su vida pasada y el corazón de piedra que pudiera haber tenido... tal persona tiene asegurada la vida eterna. Consiste, pues, en creer y en seguir al Hijo de Dios. De otra forma no se entra en el definitivo Reino de Dios.



JESÚS, aquellos que te siguen saben que, en efecto, deben seguirte y eso supone cambiar muchas cosas. Sin embargo, en más ocasiones de las que nos convendría, no hacemos lo que decimos que creemos.




Eleuterio Fernández Guzmán


20 de agosto de 2012

La Ley de Dios es así


 

Lunes XX del tiempo ordinario

Mt 19,16-22

“En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: ‘Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?’. Él le dijo: ‘¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos’. ‘¿Cuáles?’ —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Dícele el joven: ‘Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?’. Jesús le dijo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme’. Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.”


COMENTARIO

En no pocas ocasiones solemos presumir, a lo mejor sólo para nosotros mismos, de aquello que hacemos en materia de caridad o de otros aspectos en materia espiritual. Sin embargo, esto de nada nos vale porque Dios ve en lo secreto de nuestro corazón.

Querer cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios es algo que se espera de todos los que se consideran hijos suyos. Es de pensar que todos queremos hacer lo propio pero también es bien cierto que en no pocas ocasiones fallamos y no damos el do de pecho en tales temas.

Ser caritativo. Jesús le dice al joven rico que, además de cumplir (además) con la Ley de Dios (la que está en las tablas de Moisés) tiene que dar lo máximo en tal aspecto: amar a los demás hasta el nivel supremo que es, precisamente, dar todo lo que se tiene para los más necesitados. Y, claro, el joven rico, se fue muy triste porque no estaba dispuesto a ser tan bueno.


JESÚS,  a pesar lo que decimos, no siempre estamos dispuestos a cumplir con la verdadera voluntad de Dios que se corresponde con ser caritativos, mostrar amor, siempre. Y eso, a veces, nos cuesta tanto...



Eleuterio Fernández Guzmán


19 de agosto de 2012

Cristo es el pan de eternidad





Domingo XX (B) del tiempo ordinario

Jn 6,51-58

“En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: ‘Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo’. Discutían entre sí los judíos y decían: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’. Jesús les dijo: ‘En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre’”.


COMENTARIO

El pan, a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido y es un alimento esencial. Así, acompaña a todas las comidas y, aunque haya algo de rechazo por motivos carnales y mundanos, bien podemos decir que sin la existencia del pan la vida del ser humano habría sido muy distinta. Pues exactamente igual sucede con el que lo es espiritual.

Jesús lo dice con toda claridad: es el pan bajado del cielo y, por lo tanto, alimento divino del que debemos tomar cuantas más veces mejor. Tras la transubstanciación, se transforma en Su carne que es garantía de vida eterna y de paz también eterna.

Un tanto igual podemos decir de su sangre, la cual es bebida también para la eternidad. Entonces, comienzo la carne de Cristo y bebiendo su sangre, nos garantizamos, por aceptar tal verdad espiritual, la vida que, tras la que ahora tenemos y que nos lleva en peregrinación, nos acogerá en la eternidad del Padre.


JESÚS,  eres Tú vida eterna y, por eso mismo, te necesitamos como alimento y como bebida espiritual y, antes, material. Tu espíritu está en nosotros porque aceptamos que eres el Hijo de Dios. Es una pena que, de tanto en tanto, miremos para otro lado y no te tengamos tan en cuenta para nuestra ordinaria vida y existencia.



Eleuterio Fernández Guzmán