18 de agosto de 2012

Ser como niños



Sábado XIX del tiempo ordinario

Mt 19, 13-15

“En aquel tiempo, le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: ‘Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos’. Y, después de imponerles las manos, se fue de allí".

COMENTARIO

En el tiempo en el que Dios se hizo hombre  y habitó entre nosotros tanto las mujeres como los niños no eran tenidos en consideración porque se les consideraba un tipo de personas que no contaban para casi nada. Jesús también viene a cambiar eso.

Los discípulos alejan a los niños del Maestro porque creían que le molestaban. Sin embargo, el Hijo de Dios sabía que los niños tenían, tienen, la llave para entrar en el definitivo Reino de Dios como se tiene que entrar.

El niño sabe que depende del todo de sus padres y, por eso mismo, confía en ellos y se sabe seguro cuando está con ellos. Algo así quiere Dios de nosotros: que confiemos ciegamente en Quien nos creó  y que nos abandonemos a su voluntad. Por eso hay que ser como niños para que el Reino de los Cielos sea nuestro.



JESÚS, sabes que los niños tienen el corazón no corrompido por el deseo de tener y que son porque quieren ser francos. Eso buscas en nosotros y eso mismo es lo que te negamos la mayoría de las veces.




Eleuterio Fernández Guzmán


17 de agosto de 2012

Anunciar








Si de verdad nos consideramos hijos de Dios y, además, seglares, nada hay tan importante para nosotros como el anunciar la Palabra de Dios, la Buena Noticia.

San Pablo lo dice muy bien en su Epístola a los Romanos: “¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la Buena Noticia!” (10,14-15)

¿Qué podemos encontrar, como bueno y gozoso, en esta expresión del apóstol de Tarso?

A nuestro modesto entender, tres aspectos muy importantes sobresalen en la misma.

Gozo de la labor de anunciador

Transmitir la Palabra de Dios ha de ser, para quien se considera su hijo, algo hermoso, algo que le ha de llenar el corazón de alegría y de esperanza en que sea recibido como corresponde a lo que sale del corazón del Padre e inspira a su semejanza a fijarlo por escrito.

Transmitir la doctrina católica es, más que nada, obligación. Pero no se trata de algo que cause enojo o tristeza sino apertura del corazón al otro y, por eso, al hermano en la fe.

Llevar, pues, la Palabra de Dios allí donde es necesaria no deja de ser hermoso para quien lo hace y gozoso para quien la recibe.

No extraña, por lo tanto, que san Pablo así lo considere y que, además, apunte hacia algo muy importante: llevar la Palabra, el hecho de hacerlo, es en lo que radica la esencia de la transmisión de la Buena Noticia.

Pies que anuncian

Reconoce la Iglesia el papel que los laicos tenemos en el camino que nos lleva al definitivo reino de Dios. Tal papel es de vital importancia y consiste en, efectivamente, trasladar la Palabra de Dios a los ámbitos en los que cada cual nos movemos.

Requiere tal hacer la manifestación de una voluntad transmisora de la doctrina de Cristo. Por tanto, no es nada impuesto sino que supone llevar a cabo lo que nos corresponde como hijos de Dios en el mundo en el que peregrinamos.

La Buena Noticia

Aquello que el cristiano ha de hacer, en cuanto transmisión y misión, es, efectivamente, dar la noticia mejor que nunca se ha podido dar: Cristo ha resucitado y, por lo tanto, ¡Cristo vive! siempre entre nosotros hasta el fin de los tiempos cuando regrese en su Parusía.

Bien lo dejó escrito el apóstol Pedro: “Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1Pe 3,13)

La respuesta que tenemos que dar está implícita en la Palabra de Dios y es aquella que consiste en reconocer a Dios como nuestro Padre ya Cristo como nuestro hermano (además de Dios, claro)

Y la esperanza también nos corresponde transmitirla en un mundo que, muchas veces, carece de ella.

Buena Noticia, Cristo, Dios, Palabra.

Y tal misión es nuestra: seglares en un mundo descreído. 


Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Acción Digital

La presencia de Cristo da buenos frutos








Dice el catecismo “Jesús es el Señor” (capítulo 1, página 11) “Con nuestros ojos no vemos a Jesús pero, donde está Él, las personas cambian, se hacen mejores, se ayudan, se perdonan, comparten sus cosas están alegres; es decir, se aman.

Así, Jesucristo está presente de tal manera en nuestra vida que, aún sin verlo, produce en nosotros, sus discípulos, un efecto benéfico para nuestro espíritu y, así, para nuestra vida.

Ser mejores

No hay duda que, considerando la vida de Jesucristo, su actuación y la doctrina que vino a traer o, mejor, a recordar a sus olvidadizos contemporáneos, el conocimiento de ella y, además, la creencia en su validez para nuestra vida, ha de causar en nosotros un cambio del corazón: de uno de piedra (en cuanto pueda serlo, más o menos, todos lo tenemos) a uno de carne (propio de uno que lo es misericordioso)
Por eso, ser mejores, como fruto de la presencia de Cristo en nuestra vida, ha de ser el camino ordinario de comportamiento que tenemos que llevar a cabo. Es, por eso mismo, una obligación grave para nosotros: ser mejores no se puede negociar con nuestro corazón porque se ha ser mejor que cuando no se conocía al Hijo de Dios.

Ayudarse

Si hay algo que identifica o, al menos, que debería identificar a los discípulos de Cristo, es el ansia de ser manos para quien las necesite y, así, ponerse a disposición de quien está en peores condiciones (materiales o espirituales) que nosotros.

No hay, por tanto, que olvidar que, como cristianos, un fruto necesario de la presencia de Cristo en nuestra vida ha de ser el ansia de ser corazón a tiempo, siempre a punto para el bien.

Perdonarse

Aprender a perdonarse es una asignatura muy difícil de aprobar. No sólo para un cristiano, claro, pero, sobre todo, para un cristiano.

Sin embargo para los discípulos de Cristo es, seguramente, lo que más puede identificarnos. Aquel “Mirad como se aman” bien puede transformarse en “Mirad como se perdonan” porque perdonarse es resultado del amor y el amor consecuencia del conocimiento de Dios.

Compartir

Estar junto a quien lo necesita, dar de lo que “no” nos sobra sino, mejor, de lo que necesitamos (¿Qué mérito tenemos, si hacemos lo contrario?) muestra que se ha recibido la influencia de Jesucristo y que el ejemplo de su paso por el mundo, de su primer paso no ha quedado en nada sino que ha fructificado en nosotros.
Compartir no es sólo dar sino que, además, supone saber que se da porque se ama al prójimo, porque es tu hermano, porque, así, haces la voluntad de Dios, Creador tuyo y suyo.

Estar alegres

Si hay algo que un cristiano no puede hacer es tener un sentido negativo de la vida y creer que todo es malo, ver, digamos, siempre la botella medio llena.

Como sabemos, Dios es nuestro Señor. Entonces, “¿A quién temeré?”

La respuesta es clara: a nadie, porque si Dios es nuestro Padre y lo tenemos como Creador... todo podemos afrontarlo y, entonces, la alegría ha de presidir no sólo nuestra casa sino, sobre todo, nuestro corazón.

Estar alegres...obligación, también grave, para nosotros, los hijos de Dios que no podemos obviar ni dejarla olvidada como si no nos interesara saber que, en realidad, siempre estamos bajos las manos amorosas del Padre.

Amarse

Y, como colofón de lo aquí, apenas, dicho, amarse ha de ser el resultado de la confluencia de todos los frutos que recibimos por el simple hecho de ser discípulos de Cristo; discípulos y hermanos.

Amar... amarse no es, sólo, algo voluntarioso sino que es, sobre todo, una actitud que, firmemente tomada en serio, nos capacita para llamarnos, ciertamente, hijos de Dios.

Por eso, todos estos son, por eso mismo, frutos de la presencia de Cristo en nuestra vida y, por extensión, en la vida del mundo.

Por eso, nos conviene estar a lo que dice San Pablo en  la Primera Epístola a los  Tesalonicenses (5:16-22):


“Estad siempre alegres.
Orad constantemente.
En todo dad gracias,
pues esto es lo que Dios,
en Cristo Jesús, quiere de vosotros.
No extingáis el Espíritu;
no despreciéis las profecías;
examinadlo todo y quedaos con lo bueno.
Absteneos de todo genero de mal”.

Así, atendiendo a cuando Cristo dijo a Su Padre que le daba gracias  porque había “revelado estas cosas, no a los sabios y entendidos, sino a los sencillos”, podremos considerarnos de aquellos que, aún sin ser sabios, pueden cobijarse en el corazón de Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina



La Ley de Dios en su puro estado



Viernes XIX del tiempo ordinario

Mt 19, 3-12

“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: ‘¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?’. Él respondió: ‘¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre».

Dícenle: ‘Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?’. Díceles: ‘Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio’.

Dícenle sus discípulos: ‘Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse’. Pero Él les dijo: ‘No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda’".



COMENTARIO

El ser humano suele entender la Ley de Dios como mejor le conviene. Por eso hay tantas equivocaciones y por eso mismo necesitamos la corrección fraterna o, simplemente, el perdón de Dios.

Jesús pone ejemplos de tal forma tan especiales que urge cambiar la posición espiritual que tenemos sobre determinadas situaciones. Así, por ejemplo, el tema de la separación de los casados es un tema muy importante para la doctrina de Cristo.

Dice Jesús que “en el principio” no podía haber separación ni divorcio. Lo dice con verdadero conocimiento de causa y de aquí que urja a mantener la fidelidad hasta extremos que muchos de los que le oían parecían imposibles de cumplir. Por eso mismo sabe Jesús que no todo el mundo es capaz de llevar a cabo determinado tipo de comportamientos fieles.



JESÚS, a los que te escuchaban entonces y a los que te leen y escuchan ahora mismo les dice que la realidad de las cosas es muy distinta a como la imaginaban y a como la imaginamos. El caso es que como no nos gusta lo que supone… simplemente no atendemos a tus requerimientos.




Eleuterio Fernández Guzmán


16 de agosto de 2012

Haced como queremos que nos hagan




Jueves XIX del tiempo ordinario

Mt 18,21—19,1

“En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: ‘Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?’. Dícele Jesús: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

‘Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?». Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano’.

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán".

COMENTARIO

Es bien cierto que según sean las circunstancias por las que pasamos el resultado de nuestras relaciones con el prójimo varían según sean nuestros intereses. Así, de hacer lo que realmente queremos no estaríamos muy lejos de un gran castigo divino.

En muchas ocasiones queremos que nos traten bien cuando nosotros no hacemos lo propio con nuestro prójimo. Así, pedimos lo que nunca seríamos capaces de dar y no estamos dispuestos a darnos como queremos que los demás se den con nosotros.

El amor de Dios es grande y, por eso mismo, sabe que no somos muy fieles con lo que decimos creer y nos perdona. Nos perdona una y otra y otra vez y espera de nosotros que hagamos lo mismo con aquellos que, por una razón u otra, necesitan de nosotros. Y eso lo espera porque es Padre que tiene amor por sus criaturas.


JESÚS,  nosotros no estamos, muchas veces, a la altura de lo que se pide de nosotros. Sin embargo, Tú siempre nos acompañas y, muchas veces, nos llevas en tus manos cuando nos sentimos abatidos y tristes. ¡Qué pena tan grande que esto lo olvidemos!



Eleuterio Fernández Guzmán


15 de agosto de 2012

María, divina ayuda celeste




La Asunción de la Virgen María a los cielos en cuerpo y alma

Lc 1,39-56

“En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’.

Y dijo María: Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa".

COMENTARIO

María, aquella joven que había dicho sí al Ángel enviado por Dios para reclamarle su intervención en la historia de la salvación, en cuanto escucha de voz de Gabriel que su prima Isabel está embarazada, corre a ayudarla. Está pronta a la entrega a quien la puede necesitar.

Isabel se alegró mucho cuando vio a María porque sabía, de alguna forma lo sabía, que ella también estaba esperando un hijo y que aquel que tenía que venir era alguien muy especial. Y así se lo comunica a María.

María, encendida de gozo en Dios y llena del Espíritu Santo, proclama, con su santa voz, una oración que ha pasado a la historia como la que mejor refleja el Amor del Padre y la intervención bondadosa en la historia de la humanidad: el Magnificat. Y queda, así, ella misma retratada para siempre.



JESÚS, tu Madre y tu tía Isabel sabían que venías al mundo para algo más que vivir entre tus semejantes. Ellas siempre llevaron en su corazón tal verdad y nosotros, que muy bien sabemos lo que hiciste, solemos olvidarlo con demasiada facilidad.




Eleuterio Fernández Guzmán


14 de agosto de 2012

Cambiar el corazón para ser como niños





Martes XIX del tiempo ordinario

Mt 18,1-5.10.12-14

“En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: ‘¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?. ’Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: ‘Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños’".

COMENTARIO


Es normal y de esperar que las personas del tiempo de Jesús no tuvieran a los niños por personas importantes y a las que tener en cuenta. Eso viene a cambiarlo el Hijo de Dios porque sabe que no es justo. Ser pequeño, en muchos sentidos, será a partir de ahora muy importante.

El niño, además de lo que puede hacer como tal por cuestión de su edad, sabe que depende del todo de sus padres y confía en que ellos le provean de lo necesario. No duda que va a ser así y de tal forma crece en la seguridad de saber en quién puede confiar.
Jesús busca a quien se ha perdido porque quien no necesita ser curado no necesita médico y Cristo es el mejor médico del corazón que ha existido, existe y existirá. No quiere, tampoco, que ninguno de los que su Padre le entregó se pierdan y por eso mismo trata de difundir su santa y divina doctrina.


JESÚS, quieres que todos tus hermanos vivan la vida eterna y por eso te desvives en enseñarles. Sin embargo, al igual que entonces te pasaba con la falta de confianza de muchos de los tuyos, nos pasa ahora a nosotros mismos.




Eleuterio Fernández Guzmán


13 de agosto de 2012

¿Miedo a la libertad?




Pablo Cabellos Llorente









Cualquiera que siga lo que vengo escribiendo en la prensa valenciana, sabe que tengo sumo aprecio por la libertad, porque es el don más grande que Dios ha otorgado al ser humano y porque, desde la perspectiva cristiana, no hay salvación sin libre albedrío. Debo reconocer que cuando alguien capitidisminuye la libertad de que gozan los miembros del Opus Dei en tantísimos asuntos opinables, me cansa. Pero los seudointelectuales no tienen ni aceptan razones. Escribió Séneca: «El vulgo defensor de su propio mal, se levanta contra la razón»
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«Ni yo, ni ninguno de los miembros del Opus Dei "afirmó san Josemaría en una entrevista periodística" pretendemos que todo el mundo nos comprenda o que comparta nuestros ideales espirituales [...] Pero es evidente que tenemos el derecho elemental de ser respetados». He traído estas frases pensando en las palabras recientemente pronunciadas por Tomás Gómez, líder de los socialistas madrileños, que asombran al más inexpresivo. Aunque no sé si su palabrería ha damnificado a alguien más que a sí mismo al proferir: «Cuando el Opus Dei marca ideológicamente a un gobierno ocurren cosas como ésta. El Opus es prácticamente una secta, es una seudosecta. En este país habría que hacer una reflexión, creo que habría que hacerla en el Congreso de los Diputados y elevar a rango de ley que personas que pertenezcan a seudosectas, como el Opus Dei, no puedan ocupar responsabilidades públicas». ¡Toma del frasco! Todo para discrepar del presidente de las Corts Valencianes al pedir que las mujeres que quieran abortar, antes de hacerlo, vean obligatoriamente una ecografía del feto y se les planteen «diferentes opciones y alternativas eficaces» para llevar adelante ese embarazo. 

Me referiré al derecho a ser respetados porque, aun comprendiendo que Gómez no entienda el Opus Dei, eso de impedir por ley que las personas pertenecientes a esta Prelatura de la Iglesia católica o a cualquiera que no sea un delincuente puedan ocupar cargos públicos, ya no es un tema de comprensión, sino de lectura de varios derechos fundamentales. No es necesario apelar al evangélico amor a los enemigos. Además, si ve marcaje al gobierno en las declaraciones de una persona libre a la Obra la representan solo el prelado y sus vicarios yerra y se dispara su propia bala, quizá buscada como medio coactivo. Así piensan algunos: tiroteando al Opus Dei, sus miembros callarán. Se equivocan. Aparte, está la pseudo-secta: ¿sabe Gómez que eso es falsa secta? Lo sectario y perjudicial para su credibilidad democrática es su declaración. Quizá le venga bien leer la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, de 1 de marzo de 1940, que dice algo muy parecido a lo afirmado por él.



P. Pablo Cabellos Llorente


Cumplir con la voluntad de Dios





Lunes XIX del tiempo ordinario

Mt 17, 22-27

“En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: ‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará’. Y se entristecieron mucho.

Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: ‘¿No paga vuestro Maestro el didracma?’. Dice Él: ‘Sí’. Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle: ‘¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?’. Al contestar Él: ‘De los extraños’, Jesús le dijo: ‘Por tanto, libres están los hijos. Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca y encontrarás un estárter. Tómalo y dáselo por mí y por ti’".


COMENTARIO

Jesús estaba muy cerca de aquellos que le seguían pero aún lo estaba más de aquellos que le acompañaban y que escogió como sus apóstoles. Con ellos mantiene conversaciones en las que pretende enseñarles más de cerca sobre la voluntad de Dios.

Mucho de lo que les dice no es del agrado de ellos porque es de suponer que no ha de gustar escuchar que a tu Maestro lo van a matar y que van a ser sus matarifes aquellos a los que todos tienen por buenos en su sociedad judía. Y tampoco ha de extrañar que se entristecieran al escuchar aquello.

Había dicho Jesús en más de una ocasión que no había venido a abolir la ley sino a darle total cumplimiento. Por eso le dice a Pedro que vaya a pagar el impuesto que tenían que pagar. Su revolución era de otro tipo y relacionada con el hecho mismo de cumplir la ley a sabiendas que cumpliéndola, de forma correcta, se cumplía la voluntad de Dios.


JESÚS,  era difícil hacer entender a tus contemporáneos que cumplir las leyes, por muy torcidas que pudiesen ser consideradas, era muy importante. Algo parecido podría pasar hoy mismo si el mismo Maestro nos quisiese dar a saber que no es mejor quien incumplir la ley sino quien la hace respetar.



Eleuterio Fernández Guzmán

12 de agosto de 2012

COL 12.08.12

Jn 6, 41-51

“En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Él, porque había dicho: ‘Yo soy el pan que ha bajado del cielo’. Y decían: ‘¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?’. Jesús les respondió: ‘No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: ‘Serán todos enseñados por Dios’. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.

‘En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo’”.

COMENTARIO

Es normal que muchos de los que escuchaban a Jesús no entendiesen lo que les decía. Si les hablaba de venir del Padre... no es de extrañar que pensaran que no sabía lo que decía. Sólo algunos estaban a la altura de lo que Cristo esperaba.

Aunque entonces y ahora muchos creyesen que eran ellos los que escogían a Dios no era eso lo cierto sino que era Dios el que escoge a los que quiere que le sigan. Y seguir a Jesucristo es garantía de seguir a Dios.

Jesús anticipa, aquí mismo, la Santa Misa cuando dice que comer de su carne para vivir eternamente. Sólo de tal manera y, luego, llevando su doctrina a nuestra vida, podemos decir, con franqueza, que somos discípulos suyos y, así, hijos de Dios.



¡Alabado sea Jesucristo!

Eleuterio Fernández Guzmán