9 de junio de 2012

Cuerpo de Cristo

 






El Evangelio de San Juan, escrito por aquel que fuera el discípulo, seguramente, más querido por Jesucristo, recoge, en un momento determinado del mismo (6, 56-57) lo que es esencial para nuestra fe. Dice, poniendo en boca de Cristo, que “Mi carne es verdadera comida, y mi Sangre verdadera bebida; el que come mi Carne, y bebe mi Sangre, en Mí mora, y Yo en él.” Y nos muestra el significado exacto de lo que podemos entender como Cuerpo de Cristo y, sobre todo, lo que significa para los que creemos en Jesucristo, Hijo de Dios y hermano nuestro. 

La fiesta del Corpus Christi se empezó a celebrar allá por el año 1246 en la ciudad de Lieja (Bélgica). Pero su extensión se produjo cuando el Papa Urbano IV  publicó la bula “Transiturus” a través de la cual se estableció la celebración de tal festividad. Con la misma recordamos y celebramos la proclamación de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.

Al respecto del Corpus, dijo Benedicto XVI en la Homilía de la Santa Misa de la celebración del tal día en 2011 que

“’Todo parte, se podría decir, del corazón de Cristo, que en la Última Cena, en la víspera de su pasión, dio gracias y alabó a Dios y, obrando así, con el poder de su amor, transformó el sentido de la muerte hacia la cual se dirigía. El hecho de que el Sacramento del altar haya asumido el nombre de ‘Eucaristía’ —‘acción de gracias’— expresa precisamente esto: que la conversión de la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo es fruto de la entrega que Cristo hizo de sí mismo, donación de un Amor más fuerte que la muerte, Amor divino que lo hizo resucitar de entre los muertos. Esta es la razón por la que la Eucaristía es alimento de vida eterna, Pan de vida. Del corazón de Cristo, de su ‘oración eucarística’ en la víspera de la pasión, brota el dinamismo que transforma la realidad en sus dimensiones cósmica, humana e histórica. Todo viene de Dios, de la omnipotencia de su Amor uno y trino, encarnada en Jesús. En este Amor está inmerso el corazón de Cristo; por esta razón él sabe dar gracias y alabar a Dios incluso ante la traición y la violencia, y de esta forma cambia las cosas, las personas y el mundo.”

Por lo tanto, el Cuerpo y la Sangre de Cristo constituyen en fuente de la vida eterna en la que beber el Agua Viva que nos lleva a ella.

Y, más adelante, en aplicación de lo que significa el Cuerpo de Cristo en nuestra vida de creyentes, dice el Santo Padre que

“Caminamos por los senderos del mundo sin espejismos, sin utopías ideológicas, llevando dentro de nosotros el Cuerpo del Señor, como la Virgen María en el misterio de la Visitación. Con la humildad de sabernos simples granos de trigo, tenemos la firma certeza de que el amor de Dios, encarnado en Cristo, es más fuerte que el mal, que la violencia y que la muerte. Sabemos que Dios prepara para todos los hombres cielos nuevos y una tierra nueva, donde reinan la paz y la justicia; y en la fe entrevemos el mundo nuevo, que es nuestra patria verdadera. También esta tarde, mientras se pone el sol sobre nuestra querida ciudad de Roma, nosotros nos ponemos en camino: con nosotros está Jesús Eucaristía, el Resucitado, que dijo: ‘Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos’ (Mt 28, 21). ¡Gracias, Señor Jesús! Gracias por tu fidelidad, que sostiene nuestra esperanza. Quédate con nosotros, porque ya es de noche. ‘Buen pastor, pan verdadero, oh Jesús, piedad de nosotros: aliméntanos, defiéndenos, llévanos a los bienes eternos en la tierra de los vivos’. Amén.”

En realidad, la Iglesia católica constituye el Cuerpo de Cristo. Pero tal cuerpo no es uno que no sea inerte sino que está vivificado por el Amor de Dios y por el de su fundador, Jesucristo. Es, somos, pues, un cuerpo vivo que nace de la voluntad de Dios de permanecer siempre con nosotros en Jesucristo, engendrado por el Creador desde la eternidad para ser hermano y para ser Él mismo hecho hombre.

Participar, pues, de ser miembro de la Iglesia católica y de constituir el Cuerpo de Cristo se ha de hacer de una forma que no sea indigna ni que pretiera lo más importante que tal pertenencia supone. Hacer lo contrario es dar pistas al Mal para que ahonde en la cizaña que, a veces, entra en la Iglesia católica como aquel humo del que habló Pablo VI.


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Análisis Digital

Dios sabe lo que hay en nuestro corazón





Sábado IX del tiempo ordinario

Mc 12, 38-44

“En aquel tiempo, dijo Jesús a las gentes en su predicación: ‘Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa’.

Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: ‘Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir’”.


COMENTARIO

Jesús sabía a conciencia cierta que muchos de los que decían transmitir la Palabra de Dios no lo hacían sino, en todo caso, la tergiversaban para llevarla a su propio granero y hacer de los hombres lo que querían.

Había que tener cuidado de las personas que no eran como tenían que ser y alejarse de sus actitudes. Además, Dios tiene reservado para tales personas un juicio en el que hará justicia y la misma, como es de suponer, no será nada agradable para ellas.

Por otra parte, dar de lo que sobra es fácil. Lo difícil es hacer lo mismo con aquello que nos es imprescindible. Eso hizo aquella viuda que,  a diferencia de los ricos que entregaban poco en proporción a lo que tenían, ella lo dio todo.



JESÚS, muchos estaban equivocados al respecto de la voluntad de Dios. Debían creer que bastaba con simular que se tenía fe incluso en el asunto de la limosna. No sabían, al parecer, y nosotros muchas veces tampoco, que el Creador siempre sabe qué hay en nuestro corazón.




Eleuterio Fernández Guzmán


8 de junio de 2012

Corpus, Eucaristía, de Cristo








El cristiano, aquí católico, sabe que Cristo es fundamental y esencial para su vida de fe. Es más, sin el Hijo de  Dios su creencia no tendría sentido y, simplemente, no sería tal. Por eso, ante un día tan señalado como es el del Corpus Christi los que nos consideramos hijos de Dios y hermanos de Cristo sólo podemos agradecer al Creador que enviara a su Hijo para, dando su vida por nosotros, nos salvara.

Con el Corpus Christi, como festividad, celebramos muchas realidades espirituales que no podemos olvidar.

Dice San Josemaría, en “Es Cristo que pasa” (150), al respecto del tal día que en él “meditamos juntos la profundidad del amor del Señor, que le ha llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales, y parece como si oyésemos físicamente aquellas enseñanzas suyas a la muchedumbre: salió un sembrador a sembrar y, al esparcir los granos, algunos cayeron cerca del camino, y vinieron las aves del cielo y se los comieron; otros cayeron en pedregales, donde había poca tierra, y luego brotaron, por estar muy en la superficie, mas nacido el sol se quemaron y se secaron, porque no tenían raíces; otros cayeron entre espinas, las cuales crecieron y los sofocaron; otros granos cayeron en buena tierra, y dieron fruto, algunos el ciento por uno, otros el sesenta, otros el treinta.”

Por lo tanto, en el Corpus hacemos, en esencia, referencia a la Santa Misa, a la Eucaristía o acción de gracias con la que rememoramos el sacrificio de Cristo por todos nosotros y por toda la humanidad a la espera de su segunda venida.

Y, al respecto de lo que supone la Eucaristía que es como un esconderse de Dios en las especies del pan y del vino para darse por completo en Cristo y para procurar nuestra salvación con tan divino alimento y bebida, Cuerpo y Sangre de Cristo, Santo Tomás de Aquino, en su sabiduría y piedad compuso la siguiente oración que por más que sea conocida es bien cierto que vale la pena siempre recordarla como maravilloso tributo a Cristo. Dice el “Adoro te devote”
“Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vio Tomas pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, bondadoso Pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.”!

¡Cuánto dice de maravilloso esta oración que tanto nos sirve! Al someterse a Dios nuestro corazón nos hacemos dependientes de su divina Providencia y alejamos de nosotros toda suerte de asechanzas que el Mal teje en supercherías que nada tienen de cristiano ni de voluntad de Dios. Y, además, nos sabemos hijos que inmerecidamente han recibido de su Creador el mejor regalo que podían esperar: donación de Cristo para siempre, siempre, siempre.

El Corpus Christi nos retrotrae al momento culminante de la Pasión de Nuestro Señor. Y transforma, ahora mismo, nuestros corazones en esclavos al Amor de Dios y a Cristo mismo. Y, sobre lo que supone la Eucaristía y, por lo tanto y al fin y al cabo el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Benedicto XVI, en la homilía de tal día de 2007 nos dijo que ‘Como el maná para el pueblo de Israel, así para toda generación cristiana la Eucaristía es el alimento indispensable que la sostiene mientras atraviesa el desierto de este mundo, aridecido por sistemas ideológicos y económicos que no promueven la vida, sino que más bien la mortifican; un mundo donde domina la lógica del poder y del tener, más que la del servicio y del amor; un mundo donde no raramente triunfa la cultura de la violencia y de la muerte. Pero Jesús sale a nuestro encuentro y nos infunde seguridad: él mismo es ‘el pan de vida’ (Jn 6, 35.48). Nos lo ha repetido en las palabras del Aleluya: ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien come de este pan, vivirá para siempre’ (cf. Jn 6, 51)”.

Así se comprende mejor que la Eucaristía es el punto exacto sobre el que se centra nuestra salvación eterna. No es un acto social en el que asistimos como meros oyentes sino, muy al contrario, el primer paso que damos para el resto de nuestra vida en la tierra para alcanzar el definitivo Reino de Dios. Por eso es crucial no despreciar ningún momento de la Santa Misa y por eso, exactamente por eso, el Creador envió a Su Hijo.

¡Alabado sea Dios que tanto nos ama!
¡Alabado sea Jesucristo y su Cuerpo y su Sangre!
¡Alabada sea la voluntad del Creador que todo lo sabe!
¡Alabada sea la Santa Misa!

Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Jesús, Hijo de David





Viernes IX del tiempo ordinario

Mc 12,35-37

“En aquel tiempo, Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: ‘¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?’. La muchedumbre le oía con agrado.”

COMENTARIO

No es poco cierto que el Antiguo Testamento forma parte de las Sagradas Escrituras que el pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra nos dejó. Por eso es importante lo que allí se dice.

Tampoco es poco cierto que muchos de los que escuchaban a Jesús no entendían, a la perfección, lo que les estaba diciendo y, así como Nicodemo no entendía cómo se podía nacer de nuevo, tampoco entienden cómo Jesús puede ser hijo de David.

Sin embargo, aquellos que le escuchaban lo hacían con gozo y sabían que Jesús enseñaba de una forma muy distinta a como lo hacían los maestros, digamos, oficiales, del judaísmo. Él enseñaba con la Palabra de Dios y la inspiración del Espíritu Santo, siempre con el Hijo de Dios.


JESÚS, eres Hijo de Dios y, por eso mismo, eres descendiente del Rey David. Comprender eso es estar de acuerdo con la voluntad de Dios y con la historia de la Salvación.




Eleuterio Fernández Guzmán


7 de junio de 2012

La ley de Dios





Jueves IX del tiempo ordinario

Mc 12, 28-34

“En aquel tiempo, se llego uno de los escribas y le preguntó: ‘¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?’. Jesús le contestó: ‘El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos’.

Le dijo el escriba: ‘Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios’.

Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: ‘No estás lejos del Reino de Dios’. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas".

COMENTARIO

Es bien cierto que si hay una características en el pueblo judío es su ánimo de conocer la fe que tiene y de llevarla a sus vidas y a sus comportamientos diarios. Por eso, los que seguían a Jesús querían saber.

La pregunta acerca de qué era lo que debían creer no era, seguramente, para ponerlo en una mala circunstancias porque sabido era que Jesús era un Rabino y un Maestro de primer orden. Era, es más que probable, para confirmar lo que creían.

Jesús sabe que quien cree que la Ley de Dios se resume en amar al Creador sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, tiene la salvación al alcance de su corazón. Ahora sólo le falta llevarlo a su vida.


JESÚS, los que nos tenemos como discípulos tuyos sabemos qué es lo importante en nuestras creencias. Sin embargo, no es poco cierto que solemos olvidarlo demasiadas veces.




Eleuterio Fernández Guzmán


6 de junio de 2012

La vida eterna es así





Miércoles IX del tiempo ordinario

Mc 12, 18-27

“En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos Saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: ‘Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer’.

Jesús les contestó: ‘¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error’".

COMENTARIO

Muchos de los que vivieron en tiempos de Jesús y lo conocieron personalmente tenían una visión de la realidad que estaba muy pegada al suelo y no miraban, casi nunca, hacia arriba, teniendo su relación con Dios algo apagada.

Los que le pregunta por la mujer que tantas veces se casa no les parece raro que así sea sino que no saben, a ciencia cierta, con quién estará en la vida eterna. En realidad no han comprendido nada de la voluntad de Dios.

Dudaban de la resurrección y, por eso mismo, querían aplicar esquemas terrenos al cielo. Eso, como es lógico pensar, no puede ser como aquellas personas lo planteaban. En el definitivo Reino de Dios nuestra realidad está sobrenaturalizada y nada es como es aquí.


JESÚS, los que querían reírse de ti a como diera lugar no comprendían nada de la vida eterna ni de cómo ha de ser. Sin embargo, Tú, que eres Dios hecho hombre, sabes a la perfección que nada será como ahora es.




Eleuterio Fernández Guzmán


5 de junio de 2012

Ayuntamientos dedicados al dogma


Pablo Cabellos Llorente








Mil veces se ha acusado a la Iglesia Católica de dogmática, y en verdad lo es, porque tiene dogmas de fe, que no puede imponer por la fuerza, sino con la persuasión, la oferta y, más importante todavía, pidiendo a Dios una fe plena para los creyentes. Pero ahora la novedad está en que son los ayuntamientos los que condenan por temas morales no creados al gusto de la mayoría gobernante. ¡Vamos apañados! El país desangrándose y los ayuntamientos dedicados al dogma.

Es obvio que me refiero al traído y llevado tema de la homilía del Viernes Santo del obispo de Alcalá de Henares, por cierto, un valenciano de ley. He leído y releído la frase condenada y tal vez haya unas palabras de expresión no bien construida, pero nada más. La Iglesia siempre ha predicado la virtud de la castidad para solteros y casados, para heterosexuales y homosexuales. Por una razón bien simple: entiende que es de ley natural y, vista con ojos cristianos, conduce al amor. La castidad no es un conjunto de negaciones, es una afirmación gozosa imprescindible para amarnos rectamente a nosotros mismos y a los demás.

Cada uno es muy libre de vivir como quiera, pero la Iglesia es igualmente libre de recordar el derecho natural y su doctrina. Se me puede decir que también los entes públicos -los ayuntamientos- lo son. Y es cierto, pero me parece que no los elegimos para eso. La Iglesia -jerarquía y fieles- sí tienen esa misión. Declarar a un obispo persona non grata -o algo parecido- o pedir su traslado a otra diócesis por afirmar que la práctica de la homosexualidad es pecado es, cómo mínimo, hacer “ese asunto” fuera del tiesto. La Iglesia ama y respeta a todo tipo de personas y lo tiene harto demostrado, pero tiene que llamar pan al pan, y al vino, vino. Y los ayuntamientos a pagar deudas.

Comprendo que en nuestro mundo no se entienda la virtud de la castidad, porque hay leyes y costumbres que la degradan, tal vez bajo capa de libertad, una libertad que no respetan en absoluto para opinar de modo contrario. Y hay que decir bien claro que cuando se afirma que la homosexualidad no puede contar con la bendición de la Iglesia, se arma la parda. En el referido caso, se ha llamado imbécil al obispo, se ha dicho que su actuación es anticonstitucional, que debería ir a la cárcel, se ha pedido su separación de la diócesis, se ha dicho que no se le invitará a ningún acto… ¿Se parece todo esto algo a la democracia? ¿Respeta la libertad de expresión el que insulta por lo expresado? ¿Hay alguien con tanto poder como para sacar las cosas de quicio de este modo?

En España se puede opinar de todo menos de este tema. Basta ver los epítetos dirigidos al citado obispo para advertir que contra la Iglesia vale todo, como vale todo para acusarse unos políticos a otros de lo que les viene en gana, para hacer leyes con graves dudas de su constitucionalidad, para tomar decisiones opuestas al programa electoral del partido ganador, para decir en una ley la barbaridad de que matar es un derecho -léase aborto- y para lo que se quiera; pero alguien muestra su rechazo de las prácticas homosexuales y ya tenemos el pitote organizado. Esa afirmación no conlleva nada contra las personas, del mismo modo que nadie quiere que las mujeres vayan a la cárcel porque no se acepte que sea un derecho matar al no nacido.

Dije antes que, tal como está el patio, comprendo que muchos no entiendan la castidad, pero no pueden impedirnos a otros pensar esto: “Nos ha dado el Creador la inteligencia, que es como un chispazo del entendimiento divino, que nos permite -con la libre voluntad, otro don de Dios- conocer y amar, y ha puesto en nuestro cuerpo la posibilidad de engendrar, que es como una participación de su poder creador. Dios ha querido servirse del amor conyugal, para traer nuevas criaturas al mundo y aumentar el cuerpo de su Iglesia. El sexo no es una realidad vergonzosa, sino una dádiva divina que se ordena limpiamente a la vida, al amor, a la fecundidad. Ese es el contexto el trasfondo, en el que se sitúa la doctrina cristiana sobre la sexualidad” (Es Cristo que pasa, n. 24).

Sé que hay muchos que, con el argumento de que estamos en el siglo XXI, dicen que la Iglesia anda retrasada en su doctrina sobre la sexualidad, aunque no sea mucho argumento el del siglo en que vivimos, mientras el hombre sigue siendo hombre y la mujer continúa siendo mujer. Por eso, a algunos les parecerá viejo lo que Cervantes pone en boca de su “Gitanilla": “Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es mi entereza y virginidad, y no la tengo de vender a precio de promesas ni dádivas, porque, en fin, será vendida, será de muy poca estima". Pero es sabiduría: ni el propio cuerpo ni el ajeno son un objeto.

Publicado originalmente en Las Provincias y traído a InfoCatólica con permiso expreso del autor.

P. Pablo Cabellos Llorente

Estar con Dios





Mc 12, 13-17

“En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: ‘Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?’.

Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ‘¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea’. Se lo trajeron y les dice: ‘¿De quién es esta imagen y la inscripción?’. Ellos le dijeron: ‘Del César». Jesús les dijo: ‘Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios’. Y se maravillaban de Él."


COMENTARIO

Muchos de los que perseguían a Jesús sabían que por las buenas no podrían hacer nada contra Él porque el pueblo lo tenía por un profeta y por un Maestro que enseñaba con autoridad y no, precisamente, como sus perseguidores.

Querer que Jesús se pusiera a favor del César tan sólo porque ostentaba el poder era pensar de una forma demasiado mundanizante y demasiado mundanizadora. En aquel terreno era difícil que cayese Jesús en la trampa que le tendían.

Sentó, en aquel mismo momento, la doctrina de separación entre la religión y el Estado dando a entender, con toda claridad, que lo que importa es, sobe todo, dar gloria a Dios sin descuidar, por eso, las tareas que tenemos encomendadas como personas que vivimos en el mundo.




JESÚS, los que te perseguían creían que te ibas a posicionar contra Dios y, así, a favor del Estado. No sabían, sin embargo, o preferían ignorar que no sólo eras el Hijo de Dios sino Dios mismo hecho hombre. Sabías, por eso, que había que hacer lo que era voluntad de Creador y eso enseñaste. Lástima que, en demasiadas ocasiones, olvidemos aquello.




Eleuterio Fernández Guzmán


4 de junio de 2012

Producir frutos




Mc 12,1-12

“En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó.

‘Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.

‘¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: ‘La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?’’.

Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron".

COMENTARIO

Es cierto que Dios nos entrega unos dones y unos talentos para que los hagamos rendir. Por eso quiere que demos fruto y, por decirlo pronto, quiere que los frutos los demos cada uno de nosotros.

También es cierto que tenemos la costumbre de olvidar que somos hijos de Dios y que, por lo tanto, lo necesitamos tanto que sin Él, como bien dijo Cristo, nada podemos hacer.

Pero no es poco cierto que tenemos la mala costumbre, convertida en vicio, de matar, en un sentido más real de lo que puede parecer, a Dios siempre que podemos o nos conviene. Por mucho que nos diga lo que nos conviene no solemos pensar que lo hace por nuestro bien.


JESÚS,  en la viña del Señor podemos producir frutos o no producirlos. Suele ser voluntad de cada cual que así sea. Sin embargo, aún sabiendo que debemos producirlos, no pocas veces escondemos los talentos bajo el celemín y matamos a Dios de tal forma.



Eleuterio Fernández Guzmán


3 de junio de 2012

Jesús está con nosotros siempre





La SantísimaTrinidad


Mt 28, 16-20

“En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: ‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’.

COMENTARIO

No es poco cierto que a Jesús lo seguían personas que creían en Él porque reconocían en su persona a quien ha venido de parte de  Dios para ayudarlos y, al fin y al cabo, para salvarlos. Sin embargo, también es cierto que otras tenían dudas.

Jesús envía a sus discípulos creyentes a evangelizar y a transmitir la Palabra de Dios al mundo desconocido e, incluso, desconocido para ellos. Era una llamada a la evangelización de carácter universal porque no podía ser de otra forma: Dios quiere la salvación para todos.

Jesús no niega que tendrá que irse. Es algo sabido que, tras su resurrección, tendrá que ir al Padre y que, allí, nos preparará las estancias que luego, cuando Dios quiera que eso sea, ocuparemos en la vida eterna. Sin embargo, no nos ha abandonado, porque sigue con nosotros hasta siempre, siempre, siempre


JESÚS,  a pesar de que te ibas al definitivo Reino de Dios nunca nos has abandonado desde aquellos primeros momentos de la creación de la Iglesia católica. Sin embargo, no es poco cierto que, en muchas ocasiones, olvidamos tan importante realidad espiritual.



Eleuterio Fernández Guzmán