26 de noviembre de 2011

No entregarse al mundo






Sábado XXXIV del tiempo ordinario







Lc 21,34-36





“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre’”.







COMENTARIO





La creatura de Dios, el ser humano hecho a su imagen y semejanza, fue puesto en el mundo para que lo dominara y para que lo entregara, generación tras generación, a la siguiente. Vive en el mundo aunque, en verdad, esté destinado a la vida eterna.





Someterse a las mundanidades que se nos ofrecen por cualquier parte que miremos es propio de un ser que es de barro y tiene los pies de barro y, con facilidad, se deshace para incorporarse al mundo donde vive y mora. Pero Jesús sabe que tal forma de actuar no es la más apropiada para un hijo de Dios.





Orar. Jesús nos dice que debemos orar y velar para que tener fuerza espiritual y poder huir de todo aquello que el Maligno, con su maléfica influencia en nosotros, nos trata de imponer contra Dios. Estar ante Dios para presentarse en nuestro juicio particular requiere de tal comportamiento aquí, en esta vida terrena y pasajera.









JESÚS, sabes que cada cual vamos a ser juzgados y que, según hayamos hecho a lo largo de nuestra vida mortal, nos será impuesta una determinada pena: condenación eterna o vida eterna aunque sea pasando por el Purgatorio. Por eso avisas de cómo tenemos que actuar.











Eleuterio Fernández Guzmán







25 de noviembre de 2011

Prepararse





 

Lc 21, 29-33



“Les añadió una parábola: ‘Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca.



Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán’”.





COMENTARIO





Así como, en determinados casos, sabemos lo que va a pasar porque la costumbre y la repetición nos informa acerca de ello, Jesús profetiza lo que tiene que suceder cuando, habiendo dicho lo que pasaría antes, venga el Reino de Dios. Y lo hace para que no lo olvidemos y actuemos en consecuencia.





Dios, al crear el mundo, no lo hizo imperecedero. Cuando sea su voluntad perecerá como todo lo que vive y, cumpliendo la misma, es posible que una nueva vida, en nuevas formas, aparezca sobre la tierra. Eso no nos corresponde saberlo a nosotros sino a Dios que es Quien creó y Quien mantiene la creación.





Cristo, cuando predicó el Evangelio y la llegada del Reino de Dios no lo hizo de forma que pudiera tenerse como poco importante lo que decía. Muy al contrario es la verdad: lo dicho por el Hijo de Dios está dicho para toda la eternidad y se han de cumplir cada una de sus palabras como, de hecho, ya sucedió con la destrucción de Jerusalén según Él mismo había profetizado que sucedería.





JESÚS, dices lo que va a pasar porque por ser Dios hecho hombre todo lo conoces. Y lo dices para que estemos preparados siempre. Al no saber cuándo sucederá el fin del mundo pero tampoco el de cada uno de nosotros, no podemos esperar a que se nos diga. Ahora es el momento de prepararse.



24 de noviembre de 2011

Parusía



Jueves XXXIV del tiempo ordinario





Lc 21,20-28





“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.





‘¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación’.




COMENTARIO





Jesús tiene que volver y, como prometió, así será. Lo más terrible que el ser humano pueda pensar aún será superado por la realidad que, en la Parusía, se producirá. Y, en efecto, se así será porque es profecía de Quien todo lo sabe.





Para tal momento podemos estar o no estar preparados. No resulta indiferente la actitud que tomemos porque según la misma seremos liberados o no seremos liberados. Aquellos que se hayan convertido de verdad lo entrarán en la vida eterna y los que no entrarán en la condenación eterna. Esto también lo dice Cristo.





Lo que ha de venir vendrá por voluntad de Dios. Deberíamos, por lo tanto, tener en cuenta que depende de cada uno de nosotros nuestro futuro eterno y que, por ser voluntad de Dios, somos libres para adoptar una resolución u otra.





JESÚS, no te cansaste de advertir acerca del fin que nos espera a los hijos de Dios. Cada uno de nosotros es libre, dentro de lo que cabe, de escoger entre el cielo o el infierno. Y eso, que es para siempre, siempre, siempre, debería hacernos replantear muchos de nuestros comportamientos mundanos.







Eleuterio Fernández Guzmán





23 de noviembre de 2011

Soportar nuestra propia cruz


 



Miércoles XXXIV del tiempo ordinario





Lc 21,12-19





“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas’”.







COMENTARIO





Las promesas que hace Dios siempre las cumple. Por lo mismo, siendo Cristo Dios hecho hombre también es cierto que lo que dice se cumple. Por eso a lo largo de la historia del cristianismo han sido muchos discípulos suyos los que han tenido que soportar persecución, precisamente, por serlo.





También es cierto que Cristo dijo que el Espíritu Santo nos acompañaría siempre, para guiarnos. Jesús, por eso mismo, nos dice que en los momentos difíciles escuchemos a su Espíritu porque nadie mejor que Él sabe lo que tenemos que decir y plantear en tales momentos.





Perseverar en la fe es garantía de salvación eterna. Y lo es porque el mismo Cristo lo dice y, por eso mismo, tenemos que estar en la seguridad de que así es y será con cada uno de nosotros, aquellos que, comprendiendo el sentido de su mensaje, asentimos al mismo bajo toda mala situación.







JESÚS, eres conocedor de que muchos de tus discípulos han sido perseguidos por serlo. Nunca los has abandonado porque Dios siempre cumple lo que promete. Por eso mismo, los que ahora nos decimos ser tus hermanos en la fe no podemos huir de la evangelización por algunos problemas a los que nos debamos enfrentar. Siempre estás con nosotros y tu Espíritu, también.











Eleuterio Fernández Guzmán







22 de noviembre de 2011

El que viene en Adviento





El próximo domingo, 27 de noviembre, da comienzo uno de los tiempos llamados fuertes más importantes del calendario cristiano. Con el Adviento esperamos a Quien tiene que venir y, recordando cuando nació para salvarnos hacemos mención de sus prodigios como hombre y como Dios cumpliendo el símbolo llamado Atanasiano que califica a Cristo como “Perfecto Dios y Perfecto hombre” sabiendo que es, en efecto, el mejor de los hombres a quien imitar es un gozo y el Único Dios que, con sus entrañas de misericordia creó el universo y lo mantiene.

Es, sobre todo, tiempo de esperanza porque quien sabe que Cristo ha de volver en su Parusía gusta de traer a su hoy mismo lo que fueron aquellos días en los que Juan Bautista anunciaba a Quien bautizaría con fuego y no con agua como él mismo hacía.

Así, tanto los profetas (por ejemplo Isaías) como el propio Juan el Bautista y la Madre de Dios, María Virgen, iluminan nuestro paso por estas semanas que nos llevarán, con gozo, hasta el mismo momento en el que, recogido por la naturaleza, venga al mundo, otra vez recordado, Quien es Dios mismo.

La misión de la Iglesia recibe un impulso cada vez que nace Jesús. Tal nacimiento no es, sólo, el momento en que comienza el año, digamos, espiritual sino que, además, supone la confirmación de lo hecho entonces por Cristo. El reinicio, por tanto, de la misión, justifica los esfuerzos a realizar.

También es tiempo de conversión porque reconocer a Cristo sabiendo lo que supuso y supone para la humanidad toda nos ha de hacer ver nuestras faltas y pecados y, así, reconociéndolas, limpiarlas en el Sacramento de la Reconciliación para que, cuando nazca el pequeño Jesús lo recibamos limpios de corazón y con el mismo abierto a su luz y a su vida de Dios hecho hombre.

Pero también la Iglesia, en cada Adviento, se reafirma en su peregrinación hacia el definitivo Reino de Dios sabiendo que tiene siempre la compañía de Cristo, como Él mismo prometió y cumple desde aquel entonces demostrando, una vez más, que Dios es fiel a sus promesas y siempre las lleva a cabo.

Es éste es un tiempo de reconocimiento de Dios en nuestra vida; de saber que, cuando transcurran los días que desde ahora mismo faltan hasta que corramos, como los pastores, a Belén, también nosotros en la fe volveremos a nacer para tratar de se dignos hijos de Dios y hermanos de Aquel que, naciendo en la pobreza más pobre de las que conoce el hombre para ser el más grande de todos los hombres nacidos de mujer, primero entre iguales y Dios mismo.

Adviento, El que tiene que venir ya viene y espera, de nosotros, que seamos fieles a nuestras promesas de ser buenos hermanos de Quien tanto merece ser respetado y querido: Cristo.






Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Acción Digital










Falsos profetas


Martes XXXIV del tiempo ordinario







Lc 21,5-11





“En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: ‘Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida’.





Le preguntaron: ‘Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?’. Él dijo: ‘Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato’. Entonces les dijo: ‘Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo’.





COMENTARIO





Desde que el Mesías vino por primera vez a entregar su vida para salvar la nuestra muchos han aparecido que se han dicho enviados por Dios. Sin embargo, Jesús nos dice que, a pesar de lo que pueda parecer, no debemos caer en tales engaños.





No sabemos cuando será el fin del mundo (o de nuestra vida). Por eso no podemos creer a aquellos que, de vez en cuando, pronostican que todo está a punto de llegar a su fin. Antes de eso tiene que suceder lo que Cristo dijo que tiene que suceder y que se cumplirá paso por paso.





El mundo, tal como lo conocemos, con sus mundanidades y atracciones hacia los hijos de Dios, tiene que pasar porque tal es la voluntad de Dios que así sea. Nosotros, por otra parte, sólo podemos cumplir con que el Creador quiere que cumplamos en evitación de males mayores.









JESÚS, sabes que muchos ha habido en el mundo que se han presentado como si fueras Tú. Sin embargo tus discípulos que sólo Tú eres el Cristo, el Mesías, el Enviado de Dios y sólo en Ti podemos y debemos confiar.











Eleuterio Fernández Guzmán





21 de noviembre de 2011

Entregarse por entero



 Lunes XXXIV del tiempo ordinario

Lc 21,1-4

“En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: ‘De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir’.

COMENTARIO

Jesús solía poner ejemplos sencillos con los que enseñar a sus discípulos sobre cuál era la voluntad de Dios porque, como Él mismo hizo entender, había venido para eso.

Dar de lo que nos sobra no es cosa de mucho mérito sino, muy al contrario, demostrar que el prójimo es poco importante para nosotros porque lo tenemos por tan poca cosa que le damos lo que no nos interesa.

Jesús prefiere que, como aquella mujer que dio poco pero era todo lo que tenía, nosotros también tenemos que hacer lo mismo con nuestro prójimo. Amar a los demás es reconocerles importancia en nuestra vida y hacer de ella un ejemplo para los demás.

JESÚS, sabes que a la hora de relacionarnos con el prójimo no podemos dejar de tener en cuenta que son importantes para nosotros porque también son hijos de Dios. Pero nosotros hacemos, demasiadas veces lo contrario.


Eleuterio Fernández Guzmán