25 de septiembre de 2011

La siempre nueva evangelización











Es muy posible que muchas personas piensen, y crean, que la evangelización es una tarea que corresponde sólo a personas especialmente elegidas de la Iglesia católica y que, por eso, al resto de miembros de la Esposa de Cristo, les está vedado o, al menos, no les es facilitada tal labor.

Para despejar cualquier duda sobre esto, el Santo Padre, en un discurso que dirigió a sus colaboradores con motivo de la Navidad de 2007, dijo que no es posible ser discípulo de Jesucristo sin ser “misionero, mensajero del Evangelio”.

Ante la posibilidad misma de la Evangelización, nos propone San Pedro, en su Primera Epístola (1 Pe 3,15), la razón de tal necesidad: “Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” y sobre la licitud de la evangelización hoy día, en este siglo XXI en el que vivimos, Benedicto XVI, en el Discurso citado arriba, responde, a tal pregunta, que “quien ha encontrado una gran alegría, debe transmitirla, no puede guardársela”.

Esto no es algo que el Papa alemán diga, siquiera, por creación propia, como idea, porque ya lo dijo Jesús: “Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas” (Mt 10,27)

Vemos, pues, que no hay impedimento alguno para llevar a cabo una evangelización que siempre es nueva porque la reciben personas que, o bien no conocen a Dios o, si lo conocieron, lo han olvidado.

Y sobre el tema de la evangelización resulta de todo punto necesario acudir a la Congregación para la Doctrina de la Fe porque de un documento titulado “Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización” podemos entresacar aspectos que, en este campo de la transmisión del Evangelio, son fundamentales.

Para empezar, dice San Juan, en su Evangelio (Jn 17,3) que “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo”.

Nos muestra, así, cuál es la razón fundamental por la que debemos evangelizar: nadie puede desconocer la posibilidad que tiene de alcanzar la vida eterna porque, aunque puedan alcanzarla por disposición de Dios sin conocer a Su Hijo siempre es mejor gozar de Cristo sabiendo lo que eso significa.

A este respecto, el número 4 de la Nota… citada arriba, dice que resulta conveniente hacer “Un ofrecimiento a su capacidad de conocer y amar lo que es bueno y verdadero” pues bueno y verdadero es Dios y buena y verdadera la doctrina de Cristo.

Resulta, por otra parte, difícil hoy día llevar a cabo un proceso de evangelización porque “En las diferentes formas de agnosticismo y relativismo presentes en el pensamiento contemporáneo, ‘la legítima pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas’” (Tomado, el último texto, de la Encíclica Fides et ratio, 5, del beato Juan Pablo II)

Sin embargo, ninguna de las dificultades que el mundo pueda ponernos puede ser obstáculo para que evangelizar y la evangelización por los medios que tengamos a nuestra disposición, sea la misión que tenemos que llevar a cabo como ejemplo de cumplimiento del envío que Cristo hizo en Pentecostés.

Así, “Desde el día de Pentecostés, quien acoge plenamente la fe es incorporado a la comunidad de los creyentes” (Nota… 9) pues ‘Los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas tres mil personas” (Hch 2, 41)

Y, como expresión de lo que, en realidad, supone la incorporación al Cuerpo de Cristo, el pasar a formar parte de la Iglesia fundada por el Mesías, “En efecto, la incorporación de nuevos miembros a la Iglesia no es la extensión de un grupo de poder, sino la entrada en la amistad de Cristo, que une cielo y tierra, continentes y épocas diferentes” porque “El Reino de Dios no es –como algunos sostienen hoy- una realidad genérica que supera todas las experiencias y tradiciones religiosas, a la cual estas deberían tender como hacia una comunión universal e indiferenciada de todos los que buscan a Dios, sino que es, ante todo, una persona, que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible” (Por los dos últimos entrecomillados, Nota… 9)

Vemos, pues, que tenemos más que suficientes razones para transmitir la Palabra de Dios y, al fin y al cabo, para evangelizar.

Además, es fundamental, que tenemos algo asumido desde el principio de nuestra labor: “La acción evangelizadora de la Iglesia nunca desfallecerá, porque nunca le faltará la presencia del Señor Jesús con la fuerza del Espíritu Santo, según su misma promesa: ‘yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’” (Mt 28,20)


Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Acción Digital

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. La evangelización siempre es nueva, ya que la Fe debe encarnarse en la vida de quien la acepta.

    Un abrazo en Cristo :)

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  2. Miserere mei Domine

    Y, entonces, nos corresponde a cada uno de nosotros, en cuanto creyentes en la fe católica, hacer lo que nos es encomendado en la misión que Dios nos da. Evangelizar no es cosa, digamos, por ejemplo, de sacerdotes o misioneros sino de todo cristiano, aquí católico

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